Número de la suerte.

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El cielo estaba despejado, se alcanzaban a ver pocas nubes en el horizonte, para nada que obstruyera la visión de la belleza de aquel cielo nocturno repleto de estrellas, la luna parecía un gran disco de plata y las estrellas asemejaban distantes diamantes engarzados el cielo, el viento soplaba fresco y el ruido de los insectos era tranquilizador, Lidia yacía boca arriba sobre el pasto que se aplastaba debajo de su delicado cuerpo, el viento hacía que el pastizal susurrara y desprendiera un olor a jardín recién podado, si Lidia estuviera viva, podría haberlo disfrutado.
Hasta hace unas horas, Lidia había sido una hermosa jovencita de diecisiete años, hija de un trabajador de una granja de agua, una niña con un gran futuro, ahora no era más que un cadáver que aún mantenía algo de calor en ella. Sobre ella, estaba de pie un hombre, quien, con los pantalones a la altura de las rodillas, se masturbaba furiosamente sobre el aun tibio cuerpo de Lidia, una joven quien pudo haber tenido un gran futuro.
El hombre se había llevado a Lidia de la casa de sus padres durante la tarde, en la casa se había dado un enfrentamiento, donde aquel hombre de apariencia tranquila y confiable, había matado a sus padres a tiros y a sus hermanas a golpes, aquel hombre tenía predilección por las jóvenes entre quince y veinte años, las hermanas de Lidia, con menos de diez años, no eran de su agrado, así que las había atado y luego golpeado hasta que no respondían más.
Lidia había sido llevada hasta aquel hermoso pastizal, donde fue estrangulada, viendo su ultimo atardecer mientras exhalaba su ultimo aliento al mismo tiempo que el su victimario tenia una erección como las que pocas veces lograba, así que, por aquello, le agradecería a Lidia.

En aquella noche helada de las nuevas primaveras, el hombre de nombre Matías, sintió una oleada de placer que recorría todo su cuerpo que le erizaba la piel mientras eyaculaba sobre el cuerpo de su joven víctima, una joven que con ojos vidriosos aun aparentaba algo de vida mientras miraba al cielo estrellado.
Matías permaneció cerca del cuerpo durante un tiempo más, recostado junto a su nueva novia, la numero setenta y siete. - mi numero de la suerte. - susurraba una y otra vez, mientras seguía tocándose, al final, se puso de rodillas sobre el ya frio cuerpo de Lidia y paso su lengua por su entrepierna, luego saco su cuchillo y la marco en el brazo con el numero setenta y siete, susurrando nuevamente. - mi numero de la suerte.

Matías, recogió sus cosas, asegurándose de no dejar nada atrás, monto su mula y cabalgo colina abajo para llegar al rio, algo lo inquieto por un momento, el sonido de ramas rompiéndose y el pasto aplastándose lo alarmo, pero solo un poco, volvió la mirada al lugar donde había dejado el cuerpo de Lidia, pero no había nadie ahí, el pasto seguía moviéndose al ritmo del viento y los insectos seguían quejándose, pero las aves habían levantado el vuelo súbitamente. - Algún animal. - pensó él y después siguió su camino de bajada hasta el arroyo que corría por ahí, dirigió a su mula a través de la corriente, viajo así durante horas, luego salió y se dirigió a una de las tantas carreteras casi abandonadas de la zona, luego avanzo sobre el camino de pavimento.

Cuando los primeros rayos del sol se asomaban al horizonte, Matías llego a una casa con vasijas de barro, cobre y hierro colgadas por todos lados, con un letrero que decía "si no lo tengo, se lo hago" en el exterior junto con dos mesas con sus respectivas sillas, Matías metió a su confiable mula, San Juana, en el corral que había junto a la casa y después se dirigió a su casa y tienda de vasijas, por la puerta principal.
Recorrió el interior de la casa en penumbras hasta llegar a la recamara, una vez ahí se puso de rodillas junto a la cama, rezo una plegaria por la joven a la que acababa de quitarle la vida y después deslizo una caja desde abajo, la abrió y deposito el dedo meñique de Lidia en una jarra llena de liquido y los meñiques de otras setenta y seis jovencitas, cerro la jarra y la regreso a la caja, que después empujo bajo la cama.
Se quito la camisa y los pantalones, preparo la cama para tomar una siesta de unas cuantas horas, antes de abrir la tienda, justo cuando se metía a la cama, escucho a su mula caminando muy cerca de la casa, se levantó tranquilamente y se acercó a la ventana, cuando dio un vistazo, pudo ver que se había salido del corral, tomo la pistola Desert Eagle de la funda que había dejado colgada en el perchero y se dirigió al exterior, corrió un poco para alcanzar a la mula y la dirigió de nueva cuenta al corral, esta vez se aseguro de haberlo cerrado correctamente.
Regreso al interior de la casa y cerro los cuatro cerrojos con candado, reviso todos y cada uno de ellos para asegurarse que estaban bien cerrados, el escape de la mula le había puesto los nervios de punta, luego regreso a su recamara, saco la caja y la jarra de la caja, observo los dedos dentro de la jarra y volvió a susurrar. - mi numero de la suerte. - pero esta vez, tuvo respuesta.
-Matías Alfredo Covarrubias. - dijo una voz incorpórea. - veterano de las guerras secretas, la guerra contra el narco y la guerra de colapso, peleando por el bando del sur.
Matías se volvió rápidamente, disparo en tres ocasiones, rompió una jarra de barro y agujero sus paredes, pero no le dio a nada. - ¿quién anda ahí?
-Has sido un muy mal veterano Matías, tenias el favor del concejo de gobierno... ahora estoy aquí, sabes lo que significa.
-Vete a la verga... sal de donde estés y pelea como los machos, cabrón. - Matías esperaba que alguien se mostrara de entre las sombras, pero no fue así, justo en la ventana por donde entraba el sol, una figura se dibujó, parecía haberse materializado de la nada, la figura era un hombre alto que portaba un traje verde obscuro y una capa negra, Matías se quedó helado, sabía quién era, lo había visto una vez, sabia de lo que era capaz y sabia lo que estaba a punto de pasar, pero no se iría sin pelear.
Matías levanto su arma y jalo el gatillo dos veces, pero el hombre había desaparecido. - te quedan dos balas Matías. - dijo la voz incorpórea, Matías busco su pistolera en el perchero, pero esta ya no estaba ahí. - ¿En tan bajo concepto me tienes? ¿de verdad crees que la iba a dejar ahí? - Matías disparo al lugar donde pensó que la voz venia, pero nuevamente erro sus disparos, entonces sintió algo como nunca, una fuerza que lo empujaba hacia atrás, que lo hizo despegarse del suelo y hacerlo volar a través de la casa rompiendo muebles y adornos, haciendo caer las vasijas y sartenes, se levantó una vez más y una vez más lo lanzaron contra la gruesa puerta de madera de nogal.
Matías cayo desorientado entre astillas y metal torcido, se incorporó y desesperadamente manoteaba sobre el suelo buscando su arma, la encontró justo a su lado, después un cargador lleno cayo de la nada, Matías rápidamente, recurriendo a su entrenamiento militar, libero el cargador vacío e introdujo el nuevo con tremenda habilidad, se levantó rápidamente y busco a su alrededor, giro a la derecha y luego a la izquierda, esta vez no desperdiciaría balas, pero, después algo lo detuvo, le arrancaron el arma de las manos sin que el pudiera hacer nada y vio como se aplastaba en el aire.
Quien le había quitado el arma se materializo frente a él, puso una mano sobre su pecho y le dio un ligero empujón que lanzo al veterano al menos seis metros hacia atrás, Matías nuevamente se levantó, esta vez más rápido, alimentado por la furia de lo que le estaba pasando, el sería el primero en sobrevivir al cazador y no solo eso, el sería el primero en derrotar al cazador y si era posible y dios estaba de su lado, seria quien mataría al cazador.
-Enfréntame como hombre. - grito Matías al aire. - como soldado, pelea de frente, perro, ya no tengo armas, vamos a pelear a puño limpio.
-Matías... seria mas piadoso que te metiera un tiro en la cabeza ahora mismo, pero si ese es tu último deseo, entonces morirás como has matado, brutalmente... dime Matías ¿es ese tu ultimo deseo? ¿es así como quieres morir?
-El que va a morir es otro, ahora muéstrate.
-Mi maestro decía "no le niegues al moribundo su última voluntad" - el cazador se materializo a no mas de tres metros del veterano, desengancho la capa de su espalda y el arnés de armas de su cuerpo y los lanzo al tejado de la casa, donde Matías no pudiera alcanzarlos, ahora estaban en igualdad de condiciones.
Matías entonces tuvo esperanza de ganar, observo a su contrincante, al quien probablemente lo había cazado durante semanas hasta dar con él, quien había tenido la paciencia de seguirlo durante tanto tiempo, Matías pensó en la forma correcta de lidiar con alguien mas joven y probablemente menos experimentado, pero al mismo tiempo alguien de quien lo único que sabía, lo había escuchado de otros y todos concordaban en lo mismo, no hay escape, no hay salvación, una vez que tiene una presa, no se detendrá, Matías calculo sus movimientos con mucho cuidado, entonces se decidió a lanzarse al ataque, pero justo en ese momento sintió un puñetazo en el rostro tan fuerte como las patadas de su mula San Juana.
Matías pudo sentir que algo dentro de él se había roto con ese primer ataque, vio venir el segundo puñetazo e intento detenerlo con su brazo derecho, pero su brazo, cual rama seca, se quebró al contacto y el puñetazo entro de lleno en su rostro, el dolor lo invadió, la esperanza se desvanecía, pero aun podía pelear, contra ataco con su brazo izquierdo, lazo uno, dos, tres, cuatro golpes, pero todos fuero evadidos con extrema facilidad por el cazador, luego Matías tiro una patada a la cabeza descuidada de su oponente, quien como una serpiente se deslizo debajo de su pierna, lo golpeo en los riñones dos veces con gran velocidad, después asesto una devastadora patada en la espalda de Matías que lo hizo volar unos metros.
Matías se puso de rodillas, luego se levanto con dificultad y se puso en guardia nuevamente, su brazo roto se había adormecido, así que al menos lo podría usar para cerrar su guardia, replanteo su estrategia y se decidió por un enfoque mas defensivo, así que espero al cazador, que ni lento ni perezoso se lanzo al ataque una vez más, Matías recibió un puñetazo en el hígado, luego uno más en el estómago, cuando se dobló por el dolor, recibió dos uppercut en la frente y un gacho de izquierda que lo hizo escupir los dientes buenos que le quedaban, se incorporo nuevamente y se dio cuenta que había perdido la visión en el ojo izquierdo y veía borroso con el ojo derecho.
Se dio la vuelta para buscar a su oponente, ya no se podía mover de manera ideal, cada centímetro de su cuerpo le causaba dolor, un dolor como el que nunca había sentido, sabia que para ése punto sus riñones se habían reventado, su hígado probablemente estaba destrozado y se había quedado ciego de un ojo, estaba consciente de que sus costillas estaban rotas y que le quedaba poco tiempo, pensó que ya podía sentir mas dolor, pero entonces, sintió como la pierna derecha cedía ante una patada de barrido que había recibido, sintió las fibras musculares desgarrarse y reventarse por la potencia de la patada, sintió como el hueso se convertía en astillas y finalmente cayo.
Yacía boca arriba, con su ojo bueno vio como el cazador ponía un pie sobre su pecho y presionaba, su caja torácica estaba al límite, pero aún no se daría por vencido, mientras estuviera vivo, podría pelear, con su brazo bueno tomo la pierna del cazador y trato de retirarla, pero sentía como si pesara una tonelada, golpeaba con todas las fuerzas que le quedaban pero no lograba moverlo un milímetro, entonces sintió el fuerte agarre del cazador sobre su brazo bueno y fue testigo de como se lo arrancaban de un tirón.
-Te lo dije Matías, un disparo en la cabeza hubiera sido mas piadoso, pero no podía negarte tu última voluntad. - Matías estaba ya agonizante en ese momento, murmuraba en voz baja y débil. - ¿estas rezando? Por lo que se, tu dios no acepta asesinos, violadores o pederas... bueno tal vez pederastas si, después de todo son sus supuestos representantes en la tierra, pero bueno, no entrare en esos temas contigo Matías. - el cazador puso su pie nuevamente sobre el pecho de Matías y piso con fuerza haciendo crujir los huesos, después saco un pequeño objeto de su bolsillo. - esto es una baliza de ayuda de la unión, si llegan en menos de quince minutos podrás vivir agónicamente unos días más, pero tus heridas son demasiado graves, morirás de todos modos.
El cazador entonces dejo a Matías en paz, regreso al interior de la casa y saco la jarra con meñiques de la caja de madera de debajo de la cama, regreso al exterior y puso la jarra junto a Matías, luego le ayudo a girar su cabeza, para que pudiera ver su pierna y brazo arrancados junto a su amado jarrón.

Relatos de un Dios desalmado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora