-53- Gracias

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[SANTIAGO]

Días largos y llenos de tensión sí que los hay. El haber hablado con Héctor y luego comenzar a hacer todos los preparativos para el nuevo proyecto, me ha dejado agotado. Ya no veo la hora de entrar a nuestro hogar y besarla, cada minuto lejos de ella es una eternidad. Me he acostumbrado tanto a tenerla cerca que sufro cuando no es así y mucho más ahora que estamos esperando un hijo.

Estaciono el auto en el garaje del edificio y hago mi camino hacia nuestro piso con ansias. Al entrar a nuestro hogar no puedo creer lo que veo. La mesa está decorada de una manera muy romántica, rosas rojas, velas, y un mantel blanco. Toda la sala está iluminada con pequeñas velas que rodean el perímetro del lugar. Estoy poniéndome muy nervioso, «¿me habré olvidado de alguna fecha importante?»

—Bienvenido a casa guapo.— Me dice saliendo de nuestra habitación con tan solo un albornoz de seda color blanco puesto. La observo detenidamente y me percato que también lleva ligueros puestos; los recuerdos de aquel día del desfile en lencería regresan a mi mente haciéndome sonreír.

—¿Otro desfile?— Pregunto sin dejar de sonreír.

Ella permanece en silencio y tan solo se acerca a mí de manera muy provocativa. Mi respiración se agita al verla más cerca con cada paso que da, y todo empeora cuando es ella quien coloca sus brazos por encima de mis hombros y me lanza una de esas sonrisas sensuales que provocan todo en mi ser. —Gracias— Es lo único que me dice y comienza a besarme de una manera que me deja sin aliento.

Desearía no tener la necesidad de respirar con ella besándome así, pero mis pulmones me exigen una pausa para poder respirar. —¿Gracias por qué?— Pregunto tomando ventaja de esta necesaria pausa.

Su mano acaricia mi rostro centrándose en mi barbilla y son sus dedos quienes acarician mis labios llenos de sed por ella. —Gracias por hablar con mi padre, por darle la noticia.— Pronuncia finalmente.

Sus palabras me dejan mudo «¿Su padre ha hablado con ella?» —¿Has hablado con él?— Le pregunto asombrado.

—Fue él quien me llamo, quien me ha pedido disculpas, quien me ha felicitado por lo de nuestro hijo, y quien nos ha invitado a almorzar el sábado.— Dice sonriente sin dejar de jugar con mis labios.

—Solo fui a que entendiera que no nos separaríamos y que sería abuelo.— Me explico.

—Lo has dejado sin palabras al decirle que sabías de lo que costaría que fuese madre antes de casarnos. Me ha dicho que se ha dado cuenta de que tu amor por mí es verdadero al igual que el mío por ti. Me ha dejado saber que no quiere perder a su hija ni a su nieto o nieta.— Me explica sonriente.

—Eso me pone muy feliz cariño.— Hablo sonriente. —¿Y todo esto?— Pregunto bajando mis manos por su espalda hasta llegar a su cintura.

Sus dedos rozan mis mejillas hasta subir a mis ojos y los acaricia por encima de mis parpados —Esto es porque te amo. Porque me haces feliz cada día y cada noche.— Pronuncia y la escucho reír. —Esto es para darte las gracias por haber hecho lo que hiciste. Es porque te deseo, porque eres el amor de mi vida.— Dice y besa la comisura de mis labios mientras lleva sus manos a mi cabello.

—Mmmm... cariño, tú también me haces demasiado feliz a cada minuto, y no tienes nada que agradecerme; solo quiero que tú y nuestro hijo sean felices.— Digo.

—Antes que perdamos la cordura, quiero decirte que mañana tengo cita con el obstetra para la primera eco.— Me deja saber entusiasmada.

—Allí estaré para que veamos a nuestro hijo.— Digo feliz. —Ahora, dime algo...—

—¿Qué?— Me pregunta con mucha curiosidad.

—Esta noche, ¿puedo comenzar por el postre? Es que me estas enloqueciendo.— Le explico entre risas.

Ella me mira entrecerrando sus ojos y se aleja dos pasos de mí. —Hay esposo mío...— Dice seria sin mirarme, pero luego sus manos desamarran su albornoz haciendo que mi mandíbula caiga al piso al verla en lencería de encaje sumamente sexy.

—Supongo que esto es un si.— Comento entre risas y me acerco a ella.

—Esto es un "Si no comienzas por el postre te mato" — Habla divertida y de esta manera su boca y la mía se reencuentran mientras que sus manos son las encargadas de quitar mi camiseta.

—Vaya recompensa.— Digo en una de nuestras pausas.

—Te amo.— Me susurra y así es como mi ropa y la poca que ella lleva puesta va cayendo sobre el suelo mientras que hacemos nuestro camino hasta la habitación.

—Yo también te amo.— Logro decir cuando caemos sobre la cama.

Es esta noche donde todo va encontrando su sitio en nuestras vidas, donde me doy a la tarea de recorrer cada milímetro de su anatomía con mis labios para luego dejar que ella haga lo mismo conmigo. Junto a ella es tan simple perder la razón del tiempo, del espacio, y de lo que hay fuera en aquel sitio llamado mundo; que solo quiero vivir de sus besos y caricias toda mi vida.

Por Verte Otra VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora