Capítulo 4: Visita inesperada.

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Se asustó al pensar que ese podría ser el caso. Aunque fuera algo curioso y único el poder tener esa capacidad, seguía siendo aterrador el pensar en distinguir personas muertas y vivas, además de que no le podía dar ningún uso. ¿De que le servía el tener un poder tan inútil? ¿En qué situación podría utilizarlo? Su cabezas se llenó de preguntas relacionadas con su ahora descubierto poder.

Suspiró y echó su cabeza hacia atrás, qué difícil era todo. Le gustaría simplemente volver a casa y seguir perdiendo el tiempo leyendo novelas dramáticas y sensibleras que no tuvieran ni punto ni final. En lo muy profundo de su interior sabía que las novelas que solo estaban hechas para el drama y en las que solo habían malentendidos por parte de los protagonistas eran sus favoritas.
Recordaba a su madre, siempre se preocupaba por él. Ella podría levantar cielo y tierra con tal de verlo feliz. Siempre le decía que era el niño más precioso del mundo y seguía comentado que era la luz de su vida. Se sentía muy preocupado al pensar lo asustada que estaría su madre al ver que había desaparecido sin siquiera dejar una nota.

Continuó divagando hasta que escuchó el sonido de la puerta de lo que se podría llamar su cuarto -aunque más bien era una leonera- abriéndose. Una cabeza rubia salió cuidadosamente por el hueco entre el marco y la puerta recientemente abierta. Era la señora Gray, tenía un gran moratón que sobresalía por el escote de su tan intrincado vestido.
A paso rápido, caminó hasta la puerta de su jaula y la abrió con una llave que sacó de la parte delantera de su corsé. Acto seguido abrazó al chico como si su vida dependiera de ello.

Mientras la mujer acariciaba su cara, viendo si tenía alguna herida, habló:
-Menos mal que no te hicieron nada... Estaría tan triste al verte sufrir...

Dejó de hablar al ver el ojo del niño sin vendas que dificultaran su visión.

-Lo que te hicieron... No tiene nombre.

Emmett se encontraba confundido, ¿Porqué no podía ver la más mínima mentira en sus acciones? ¿De verdad estaba preocupada por él? Siendo él el fruto de una infidelidad entre un demonio y su marido...
Sus ojos verdes cristalinos solo reflejaron el más puro estado del dolor y la pérdida.

El chico decidió fingir y decir:
-Lo siento, yo... No tengo recuerdo de usted ni de este lugar.

La mujer de sorprendió al escuchar eso, pero ni siquiera pareció dudar de su palabra y lo miro con pena pero con una sonrisa en los labios.

-Supongo que me alegro de que no recuerdes el sufrimiento que has vivido.

Con los ojos finalmente sin lágrimas, procedió a hablar:
-Te contaré todo aquello que quieras saber sin dejar nada. Empezaré por el principio. Todo comenzó cuando conocí a Fleur, tu madre.

Emmett asintió con la cabeza invitándola a continuar.

-Ella vivía alejada del "Abscondita Mundi"[1], lo cual era extraño para los habitantes de ese lugar. Habitaba una pequeña cabaña en el pantano de al lado de mi mansión, y yo, al ser muy curiosa de pequeña, fui a investigar ese lugar sin decirle a nadie en la mansión que iría allí. Mientras entraba al pantano la vi, era como la luz que proyecta el sol cuando está apunto de desaparecer para dar paso a la fría noche. Sus ojos como amatistas brillaban mientras el paisaje del atardecer. Me sentí hipnotizada por su belleza inhumana.

-Sin querer hice crujir una pequeña rama bajo mis pies y ese ser tan hermoso me devolvió la mirada con una expresión curiosa e infantil. Me observó de pies a cabeza, a la vez que yo la observé a ella. Parecía tener mi edad, unos diez u once años. Pasaron unos segundos infinitamente te largos hasta que ella me sonrió. Sus suaves mejillas morenas se elevaron hacia arriba mientras que unos curiosos hoyuelos asomaban a cada lado de ellas. Con gracia se dirigió hacia mi y me agarró la mano con suavidad, acto seguido nos adentramos en las aguas del pantano.

Transmigré como un personaje irrelevante de una novela HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora