Querido amor de mi vida

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He dado bastantes besos, amor. He tenido muchas aventuras, mi vida. He estado con varias mujeres, funesto amor de mi vida, mas quiero confesarte algo:

Ellas no me escriben mensajes de buenos días, de buenas noches ni de cómo estás. Ellas no me piden mis suéteres para llevárselos a sus casas y nunca devolvérmelos. Cuando estamos sentados, no ponen su pierna sobre la mía, ni me prestan atención cuando hablo. No me esperan cuando me agacho para amarrar las cintas de mis tenis y, además, temen tomarme de la mano al caminar, por miedo a que nos vean juntos.

Ellas no me escriben mensajes de amor al final de mi libreta, ni toman mis manos para hacerme dibujitos con sus plumas de colores. La biblioteca les parece el lugar más aburrido que existe, y para convivir con ellas tengo que estar con sus amistades, los seres más superficiales que he conocido. No tienen tantos temas de conversación como tú, no puedo platicar con ellas de cualquier cosa, y dudo que puedan estar en silencio más 10 minutos. No soportan la soledad, la odian.

Ellas no tienen la atención para quitarme una pestaña cerca de mi ojo ni de arreglar el cuello de mi camisa. No tienen la decencia para preguntarme cómo estuvo mi día, cómo me fue en mi exposición o cuánto saqué en el examen. Al contrario, siempre me piden que las ayude con todas sus tareas, y honestamente nunca las ayudo con la dedicación que tenía contigo, cuando nunca me pedías ayuda porque sabías lo capaz e inteligente que eras, pero yo, siempre que veía ese precioso ser tan estresado, pensaba que necesitabas un poco de mí.

Ellas no saben de mi diario secreto, ni siquiera saben que escribo, porque sé que nunca valorarían el arte que expreso, como tú. Nunca están en mi cama los domingos para desayunar pizza a las 4 de la tarde. Nunca me acompañan al parque, al costco ni a funerales. Ellas no me comparten siquiera uno de sus chocorroles, y mucho menos un poco de su tikito de vainilla.

Ellas no me han presentado con sus padres. Ni siquiera desean conocer a mi familia, y además no tienen paciencia alguna con los niños pequeños. Nunca podrían jugar con mis primitas y mis primitos de la manera en que tú lo hacías. Verdaderamente te amaban. Todavía me preguntan cuándo volverás, si algún día jugarán contigo otra vez. Yo, apretando mi mandíbula hasta casi triturarme las muelas y con las lágrimas a punto de brotar, les respondo que todavía estás en ese loco viaje alrededor del mundo, que te encuentras en la sabana africana, tomándole fotos a jirafas altísimas y domando elefantes enormes. Les digo que algún día de estos regresarás, para jugar con ellos de nuevo, con esa paciencia y calma que caracteriza tu alma.

Los abrazos de ellas son fugaces y efímeros. No se quedan rodeando mi cintura con sus brazos, oliendo mi camisa, ni escuchando mi corazón latir. En serio que no encuentro las palabras para describir lo que me hacía sentir un solo abrazo tuyo. Todo mi vacío parecía desbordarse, como un vaso lleno al que le siguen vertiendo más agua. Todo mi amor parecía nacer en mi pecho y expandirse por todo mi ser.

Ellas no acarician lentamente mis labios con sus dedos antes de besarme, ni se me quedan viendo a los ojos antes de darme un pico. No me siento seguro en su piel ni en su regazo, como lo estaba contigo. Las beso y no siento nada. Me besan y me juran que sienten algo. Son relaciones absurdas, sin sentido.

He tenido experiencias con algunas chicas que nunca pensé que tendría, aventuras bastante subidas de tono. Sin embargo, ellas no me quitan la camisa con delicadeza, como tú solías hacerlo. Sólo se enfocan en desnudarme lo más pronto posible y no en besarnos en mi sala durante media hora. Ellas no me llevan de la mano a sus habitaciones, no ponen música ni me hacen el amor. No me estremecen sus caricias ni sus movimientos, sus gemidos no son música ni sus bordes mi poesía. Después de tener relaciones con ellas, me siento más vacío que lleno, siento que pierdo vida y mis luces languidecen. En cambio, contigo sentía que mis ríos fluían vertiginosamente y saltaban delfines en mis mares.

Ellas no me permiten que recorra su cuerpo entero con minuciosidad, como lo hacía contigo. Me insisten en que las desvista y empecemos la acción, para empezar y acabar lo más pronto posible. En cambio, contigo, cada vez que intentaba levantarte la blusa, me susurrabas al oído "espera un poco más" y continuabas besándome lentamente, sobre mí.

No duermo con ellas después de tener relaciones, ni me quedo reflexionando y filosofando sobre la vida. Ellas mismas se paran -semi desnudas- para recoger mi ropa, para pedirme que me vista y correrme de su casa para que sus padres no nos descubran... así como si nada, así como si siempre.

Con ellas nunca me doy un último beso antes de dormir, no se duermen con una de sus manos sobre mi pecho, no me dejan dormir con mis labios cerca de su cuello, ni con una de mis manos sobre su cintura. Todas las mañanas cuando me levanto, y me doy cuenta de que estoy en la cama, solo, camino hacia la cocina y no está la maldita taza de café negro con media cucharada de azúcar, que tú siempre tenías lista para mí.

Amor, tú me conoces mejor que nadie y sabes perfectamente que no han sido "muchas", "algunas" ni "varias", sino pocas, muy pocas, para serte sincero. Aunque tengo la posibilidad, me gustaría creer, de tener aventuras con ciertas chicas, tú me infundiste el miedo de volver a intentarlo con alguien más. No quiero que suceda lo que pasó contigo, no otra vez. No quiero sentir vértigo de nuevo, ni sentir que camino sobre una cuerda floja. No quiero volver a sentirme invencible y caer - de nuevo- a ese profundo abismo del que me costó tanto tiempo, tantos párrafos, tanta soledad y tantas lágrimas salir. No quiero volverme a enamorar así, a sentir que soy inmortal, a sentir cosquillas visitando cada parte de mi ser, ni a escribirle una carta a alguien más, a otra mujer que no seas tú. Me niego a escribir otro nombre en el destinatario que no sea el tuyo.

No sé si valga la pena tener otra relación amorosa si no es contigo. A diferencia de mí, desde que nos alejamos el uno del otro, tú no te has cansado de subir fotos y videos con todos los novios que has tenido, después de mí. Créeme que he visto todo lo que subes, y he querido engañarme a mí mismo, convenciéndome de que no siento absolutamente nada, con la excusa de que con que tú estés feliz yo también lo estoy, y que ese será mi principal y único deseo durante mi vida entera. No obstante, mis más profundos abismos se resienten al verte con alguien más, con alguien que no soy yo. Tienes novio tras novio, y al parecer no logras encajar con nadie. Te confieso que, en ocasiones, sigo pensando en que algún día me darás una oportunidad, otra oportunidad. Ruego me digas qué tuvieron ellos que yo no, ¿valentía, atrevimiento, seguridad en sí mismos...?

Carajo, me he replanteado seriamente el volverte a buscar, el volverte a llamar, mas no sé si aún tengas el mismo número. Hace tiempo que no compartimos una sola palabra, y no sé cómo está todo por allá. No sé si me odias o me extrañas. No sé si te doy igual... no sé si cuando escuchas música triste aparezco en tu mente. No sé si soy la peor o la mejor de tus memorias. No sé si antes de cerrar tus ojos, a punto de dormir, recuerdes lo que hicimos con la canción "Rápido lento - Tiago PZK, Emilia" de fondo. No sé si recuerdes el color del sobre de aquella carta, el profundo amor que sentía por ti o el color de mis ojos.

Todas las chicas con las que he estado no me han amado siquiera un poco. Para ellas soy una mera compañía, y para ti yo era tu compañero de vida. Ellas no me acarician el cuello con sus largas uñas, no recargan su cabeza sobre mi hombro, ni me abrazan de sorpresa por la espalda. Ninguna de esas chicas, de las que posiblemente estés encelada, han acariciado mi alma, se han dormido sobre mi pecho ni me han recordado cada cierto tiempo lo mucho que valgo. No te enceles, al contrario, ellas están muertas de coraje por no ser como tú, por no haber podido hacer conmigo lo que tú sí pudiste. Tú sola me has hecho sentir más que todas ellas juntas.

Nunca se me acabarán las palabras para describirte, ni para explicar lo que me hiciste sentir, es más, las he estado buscando estos años en docenas de libros, porque no me alcanza todo lo que conozco para definir tus labios, tus ojos, tu cuerpo, tu amor, tu alma. En serio dudo que algún día deje de escribirte. No importa si es de madrugada, si estoy llorando, si estoy en clases o en el parque, siempre buscaré cualquier excusa para escribirte. Un pequeño y sagrado momento para escribir sobre todo lo que pudimos ser y no fue, sobre todo lo que podríamos ser pero nunca será. NUNCA.

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⏰ Última actualización: Oct 11, 2022 ⏰

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