"el amor no correspondido no muere; solo es derribado en un lugar secreto donde se esconde, acurrucado y herido"
Podía sentir cómo su corazón retumbaba fuertemente mientras lo miraba de reojo. Sus dedos se entrelazaban de nervios mientras esperaba que aquel hombre le prestara un poco de atención, la misma atención que siempre había anhelado.
En la pequeña mesita blanca en la que se encontraba, había una copa de vino que bebió con tranquilidad, buscando una excusa para que nadie notara aquel gesto.
El hermoso vestido que llevaba le llegaba hasta las rodillas.
Su amiga, que se encontraba sentada a su lado, le hablaba de una y otra cosa que en su mente intentaba entender. Pero debido a la poca atención, su mente divagaba en una sola cosa: cómo acercarse a aquel hombre de cabellos plateados.
El tiempo pasaba mientras comía algunos aperitivos y miraba de reojo a ese hombre de ojos dorados, esperando que en esta ocasión no se le escapara.
Ella era Rin Lemaire, la hija de un empresario de alto renombre en las ligas europeas. Era hija de un hombre francés y una dama de alta alcurnia japonesa. Tenía apenas 22 años y grandes promesas en el rubro empresarial. Siendo la única hija de esta familia, se esperaba que en el futuro pudiera heredar los grandes conglomerados de sus padres.
Era por naturaleza una mujer hermosa, dulce y muy cariñosa, con la que cualquier hombre desearía casarse.
Desde joven siempre había recibido varias propuestas de muchos herederos, pero ella nunca hizo caso, pues tenía la esperanza de que en algún momento aquel hombre, al que conocía como el hijo de uno de los inversionistas de su padre, se enamorara de ella.
Aunque no lo admitiera, desde que tenía 15 años y lo había conocido, había quedado encandilada por la personalidad del sujeto. Pero con el paso del tiempo, y mientras lo observaba salir con una y otra mujer, se dio cuenta de que siempre estaría en sus pensamientos como un amor platónico y unilateral de su parte.
"Rin, ¿me estás escuchando?" reclamó la pelirroja a su lado, mientras la joven castaña observaba con tristeza al joven galante coquetear con una mujer que conocía como su novia.
"Eh... sí, Ayame", volteó dirigiendo una vez más su mirada a su amiga. "Creo que deberías confesarle tus sentimientos a Koga lo antes posible", contestó intentando recordar de qué hablaban.
"¿Como tú a Sesshomaru?" cuestionó la castaña, sorprendiéndola y haciéndola sonrojar intensamente.
Para Ayame, era bien sabido que su mejor amiga desde hace años estaba enamorada del único chico que nunca le correspondería, aquel hombre de cabellos blancos conocido como "el demonio Blanco" o "el cubito de hielo", como a Inuyasha le gustaba llamarlo.
No sabía qué le había visto su amiga a ese hombre. Claro, era muy guapo, con un buen cuerpo hecho por los dioses, pero también tenía una pésima personalidad en comparación con ella, que era un sol en casi todos los sentidos.
La vio con las mejillas sonrojadas mientras intentaba negar con la cabeza, lo que ya era muy obvio. "No sé de qué hablas...", trató de decirle mientras intentaba ocultar su hermoso rostro.
"Aja", dijo mientras la miraba, diciéndole con sus ojos que no le creía nada.
"Ayame, ¿irás o no?" trató de cambiar de tema para que la dejara en paz.
"Sí, ya voy", contestó al levantarse de la mesa. "Pero deberías hacerlo tú también, no creo que todo esté perdido hasta que se case o algo así. Además, esa mujercita no te llega ni a los talones, señorita 'Lemaire'", dijo mientras salía corriendo de su mesa antes de recibir una respuesta de su amiga ya sonrojada.
"Había todavía una oportunidad", pensó mientras tomaba su pequeña copa. Hace algunos años tuvo la oportunidad de confesarle todo lo que sentía, pero sus horribles inseguridades la hicieron callar. En ese tiempo, solo lo veía concentrado en su trabajo y pensó que la rechazaría.
Pero tiempo después, él apareció frente al público con aquella mujer. Era hermosa, eso estaba claro. Parecía una muñeca japonesa, algo delicada e inteligente.
Supo por su amigo que al principio sus padres se negaron a que estuvieran juntos debido a la diferencia social y al apellido común que ella tenía. También supo cómo defendieron su amor, hasta el punto en que Sesshomaru renunció a su herencia y apellido para estar con ella.
Además, por sí mismo, creó una empresa que le iba muy bien según algunos empresarios.
Con todos estos antecedentes, sabía que no tenía oportunidad y esa posible esperanza inexistente le dolía en el corazón. Sabía que ella nunca sería la que él mirara de esa manera.
Tenía que aceptar que siempre lo vería desde lejos y que su amor siempre sería unilateral.
-.-.-.-.Los capítulos son cortos,lo se😁
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🍁𝕯𝖊𝖘𝖊𝖔𝖘 𝖆𝖗𝖗𝖊𝖌𝖑𝖆𝖉𝖔𝖘 🍁
FanfictionPuede aquel amor unilateral cambiar y poder ser mutuo. Lo había amado desde que tenía 15 años, lo había observado desde lejos esperando que en algún momento la viera.