Parte 3

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Cuando eres joven todos te dicen que es normal que sientas cierto rencor por tus padres, es una época en la que por naturaleza intentas adelantarte demasiado hacia la adultez, das pasos largos y terminas cayendo, recuerdo que decían que todo lo que mi padre hiciera tenía como base mi bienestar y el de Sam.

Todos esos años de rebeldía medio trancada debido a mi responsabilidad en la crianza de mi hermano, perdone a mi padre por cada herida que me provoco, pensé que cuando me volviera adulto se lo agradecería, pensé que cuando fuera grande tendría todo lo necesario para la caza.

Debo decir que hasta cierto punto todo ello era cierto, no quería sonar arrogante, pero yo consideraba que aunque mi alimentación podía dejar mucho a desear, mi control de armas y mi estado físico era de gran ayuda durante cualquier cacería.

El problema, como en casi todos los que se dedicaban a este trabajo, destacaba en la parte emocional.

Recordaba como en alguno de nuestros viajes, tanto Sam como yo terminamos siendo citados por la psicóloga estudiantil que demostró una fuerte preocupación por nuestra situación, por supuesto, que yo no pensaba abrirme demasiado con alguien que no conocía y Sam era mucho más reservado en aquella época de lo que fue nunca, a veces me ponía nervioso lo callado que podía ser.

Extrañamente la mujer no intento presionar en absoluto nuestras palabras, eso termino en que de pronto todo borboteó de mi garganta, tenía terror de que en algún momento comenzaría a mencionarle sobre la verdad de lo que hacíamos en este lugar, para mi buena suerte ello no sucedió, pero fue la primera vez que me sentí como un niño en mucho tiempo.

De pronto me di cuenta que seguía poniéndome en puntillas para alcanzar los cereales de las encimeras, me di cuenta que el mundo seguía siendo gigante y que mi rostro estaba más cercano de ser como el de Sammy, que a ser como el de papá.

Ella hablo con palabras amables sobre que John debía ser evaluado por servicios sociales porqué no sentía que fuera apto para seguir en nuestra crianza, me dijo que yo no debería tener ese grado de madurez, que debería actuar como alguien de mi edad porqué aunque no quisiera, todas aquellas emociones desastrosas que me estaba guardando estallarían en cualquier momento, dijo al final que Sam parecía estar en constante disociación y que eso podría afectarle en muchos sentidos.

Yo no deseaba que Sammy sufriera porqué otros pensaran que era extraño, y aunque quizás la mejor decisión hubiera sido aceptar aquella mano de auxilio, cuando papá llegó esa noche le pedí que nos fuéramos de inmediato y en la siguiente parada mi investigación en la biblioteca estuvo dividida entre demonios y libros de psicología infantil.

Teníamos suficientes con los monstruos, teníamos suficiente con los cazadores, ya nos diferenciabamos lo suficiente del resto.

Añoraba la normalidad, nunca lo decía en voz alta pero siempre quise que papá muriera porqué entonces iríamos con Bobby, a él no le gustaba que los niños cazaran, peleaba mucho tiempo con John por ello, de seguro sería un padre estricto y con el que pasaríamos mucho tiempo gritando, pero también llegaríamos a acuerdos durante la hora nocturna de televisión, cocinaría algo para nosotros y se enfadaria si le decimos que sabe mal, aun así  intentaría mejorar.

Es lo que siempre hacia Bobby cuando nos quedábamos un tiempo con él, yo hubiera querido que vivamos así, Sam era pequeño entonces no recordaría mucho sobre la caza, sabría lo suficiente para defenderse y puede que Bobby y yo con la cabeza fría, sin tanto rencor matariamos más rápido  a ojos amarillos, todo hubiera sido minimamente bueno para nosotros.

Sam no hubiera tenido que buscar a Ruby, hubiera tenido muchas otras opciones, muchos más amigos, quizás él viviría un luto tranquilo al pensar que yo no estaba ni en el cielo ni en el infierno, sólo estaba muerto.

Hasta el fin del mundo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora