Visitar a Bobby siempre se sintió como un viaje en el tiempo.
Durante mi infancia cada que papá nos dejaba con él, yo sentía que pasaba de ser un cazador a un niño más, John siempre pensó que me estaba enseñando algunos libros sobre cacería, y aunque aquello siempre terminaba ocurriendo cuando las visitas estaban llegando al final, en la mayoría de ocasiones nos pasábamos viendo películas en su vieja televisión, Bobby enseñándonos a andar en bicicleta y arreglar los autos de pies a cabeza.
Cuando el mundo acabó en un simple parpadeo, ir a su cabaña era lo equivalente a darme un respiro del liderazgo, ya no era Dean Winchester, hermano del envase de Lucifer, el hombre recto que desea salvar al mundo, era un simple "idiota" que no podía hacer funcionar su cerebro, encontraba entretenido que Bobby me tratara como un verdadero inútil, porque de esa forma las responsabilidades de mi espalda por unos segundos parpadeaban con la intención de irse.
Pero ahora el recorrido que tomé hasta su casa había sido mucho más largo, nunca considere que lo volvería a ver, pase mucho tiempo arrodillado viendo como las brasas lo engullían y terminaban por perder su color, me quedé hasta que ya no hubo nada más que ver y acepte que nadie vendría a ayudarme, a ofrecer un trato con tal de matarme, los pocos demonios que quedaron inmediatamente se nos unieron como última opción.
No había más tratos, escapar de la muerte ya ni si quiera era una mínima posibilidad.
Bobby estaba ido cuando llegamos a su casa, su saludo fue a penas un gruñido molesto y yo sentí unas inmensas ganas de correr a abrazarlo, tuve que detenerme a mi mismo con toda la fuerza de voluntad y aunque a penas palmee su hombro en un intento de ser casual, se sintió como un consuelo.Irónicamente también quise llorar.
—¿Por qué estás poniendo esa cara de perra llorona? No eres Sam, no hagas eso, no te queda—Gruñó Bobby en respuesta mientras se alejaba en su silla de ruedas, supongo que interpreto una mínima muestra de afecto como lástima, no pude juzgarlo.
Es decir, de tal palo tal astilla, yo lo comprendía mejor que nadie.
—Disculpa, Bobby, sólo quería saludar no tienes que comportarte como una mierda—El pareció entre sorprendido y extrañamente un poco menos desanimado, yo sabía, ahora, que mi padre no era de los que pedían ayuda.Es decir, Bobby podría a veces llamar para que le diéramos una mano con algún caso o que yo le apoyara en la reparación de un auto, pero cuando de sus piernas se trataba o cualquier tipo de afección física, Bobby no le agradaba sentirse inútil, no le gustaba que nosotros estuviéramos rondando como si fuera a morir, quise darle la tranquilidad de que para mi era tan normal como cualquier otro día.
Aun así logro ocultar el atisbo de sonrisa y lanzar un simple "Bah" al aire.
Castiel parecía sumamente interesado en nuestra conversación, yo acaricie su mejilla con el dorso de mi mano más que nada como un simple reflejo al ver su gesto adornado de confusión, sin embargo, este se amplió al sentir mi tacto—Lo siento, es sólo que parecías en otro universo—Palmee su rostro sin demasiada fuerza para disimular lo que se consideraría extraño en este tiempo.
El problema era que Castiel siempre me resultó magnético, desde un inicio todo mi cuerpo rogaba por sentirlo, por entender como se supone que debes tocar la piel de un ángel, su carne.
Pero se supone que en estos momentos yo era un idiota, uno bastante asustadizo, uno que no sólo tenía un problema con admitir el atractivo masculino, lo más grande era que yo no lograba comprender que es lo que sentía cuando veía a Castiel, ahora no sé como se supone que debo actuar cuando estoy totalmente abierto ante el, se supone que ya pasamos esta etapa.
Dios, ridículos pensamientos cursis.
—Me encuentro en el mismo universo que todos ustedes, no hay nada de que preocuparse, Dean—Asentí dejando escapar un suspiro, este lugar me estaba volviendo más loco de lo que había hecho en mi el futuro.
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Hasta el fin del mundo contigo
FanfictionDetener el apocalipsis no es un problema sencillo para un humano, un viaje en el tiempo puede desenterrar aquellos secretos que lo están haciendo tropezar y quizás lo obligaría a dar pasos que pensaba nunca dar.