Defensor

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Día 5: Protección

El pecho le ardía, tenía la rodilla la tenía raspada y el pelo revuelto lleno de tierra, estaba seguro que en el ojo derecho se le estaba formando un cardenal, su cuerpo temblaba entre toda esa intensidad de tantos sentimientos en pugna que a su corta edad aún no podía identificar, su labio inferior se movía nervioso y tenía los ojos llorosos, más una inmensa sonrisa se le dibujaba en el rostro, frente a él estaba esa niña que le parecía como un ángel, le observaba apenada la piel blanca de su rostro se teñía de un rojo intenso, él estaba condenadamente feliz.

Unos minutos antes Loid Forger arrastraba pateando una pelota hecho de trapo, había ganado un juego con sus amigos contra otro grupo de niños, si hubiera sido honesto habría tenido que confesar que el último tiro había sido por completo suerte, al final dejó de restarle importancia, después de todo no era como si hubiera hecho trampa o algo así.

Tenía un cachorro, un perro que había encontrado en la calle y sus padres se habían acostumbrado tanto a verlo con él, que le habían dejado conservarlo. El animalito le seguía de cerca jadeando divertido subiendo y bajando de la acera en ese parque cercano a su casa.

Loid alzó su mirada cuando lo escuchó, era el llanto de alguien a lo lejos. Sin pensarlo dos veces, entre grandes zancadas comenzó correr hacia donde este era emitido.

Cuando llegó al área de los columpios se encontró en el piso a una niña vestida con un short y una playera roja de tirantes, su piel era clara, pelo negro y ojos eran de color rubí, ahora mismo llenos de lágrimas, su pequeño rostro expresaba cierto coraje e impotencia y sin saber por qué el niño se sintió de la misma manera que ella.

Frente a ella, riendo de manera burlona se encontraba un muchacho mayor rodeado por otros tres que eran su séquito de secuaces, tenía algo entre sus manos y lo apresaba, jactándose.

—¡Tonto! ¡Devuélvelo! ¡Devuélvelo!... —exigía la niña sollozando mientras intentaba alcanzarlo..

Escuchó un maullido, un pequeño gatito desesperado asomaba la patita pidiendo ayuda entre las manazas del bravucón. Forger no tuvo que ver más, sin pensar en que su rival era mayor, en que probablemente era más fuerte que él, que seguro le daría una paliza, se lanzó sobre él, impulsivo y valiente, como lo sería cualquier chiquillo de esa edad.

Recibió fácilmente unos cinco golpes de parte del mayor, probablemente habría logrado contraatacar si los otros dos no hubieran intervenido para ayudarle, apenas lo alcanzó a arañar, morder o bloquear, aún así le dio algunos cuantos de vuelta para terminar más de una vez en el piso, agotado y adolorido pero volviéndose a levantar de nuevo. La última vez le obligó a permanecer allí, frustrado gruñó mientras los tres bravucones se burlaban, sin embargo terminaron alejándose.

Se levantó entonces frustrado, sintiendo que no había hecho nada bien.

No obstante, la niña había dejado de llorar, lo observaba sonriendo y en ese momento sintió que su corazón comenzó a latir muy rápido, era como si de pronto quisiera huir de allí y a la vez quedarse por todo el tiempo del mundo, ella tenía a su mascota entre sus manos y se aproximaba a él, retirando su pelo negro acercó rozando a mejilla sus labios.

—Gracias… —susurró ella nerviosa.

Aquel niño sentía como además del intenso calor que se casi ya se desvanecía en su rostro, otro surgía desde su pecho, uno tan intenso, tan maravilloso que hacía que de alguna manera todas sus heridas fuesen nada, que lo hacían sentir fuerte, valiente y decidido, estaba feliz, de una forma que hasta mucho tiempo después comprendería.

Twiyor Week 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora