IV

27 2 7
                                    

Sentía algo picando mi mejilla sutilmente, cuando abrí mis ojos una pequeña ave la estaba tocando con su pico, me pareció tan tierno que no me movió para que siguiera allí, hasta que se fue volando. Me levanté del suelo y, apoye mi espalda en un árbol, había pasado la noche aquí, esta parte del bosque seguía igual, no había sido atacada por suerte.

Apoye mis manos en la tierra cerrando los ojos, me concentre en la energía del bosque, aunque no lo creyeran el bosque, la naturaleza siempre nos hablaba, una parte del bosque se sentía triste, apagada. Entendía por qué cuando nos atacaron muchos árboles se habían quemado en el proceso.

Un crujido de una rama, hizo que abriera mis ojos, no me moví, no quería que se diera cuenta de que lo había escuchado, con los ojos abiertos concentre la energía en la tierra para sentir dónde se encontraba, sentía como la energía viajaba por las raíces de los árboles. El desconocido estaba parado a unos cuantos pasos de mí, justo atrás mío. Se activaron mis alertas, si hubiera Sido alguien bueno o cualquier otra persona no hubiera llegado tan silenciosamente y ya hubiera pronunciado alguna palabra.

Respiré, me voltee rápidamente y apunte su cara con ramas filosas.

Era un chico.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres?—lo mire detenidamente, escanee su cara, sus ojos eran diferentes, vestía todo de negro, tenía un chaleco negro que tocaba casi el piso.

Sus ojos eran rojos

Por alguna razón sentía que ya lo había visto en alguna parte, trataba de recordar pero era imposible.

—Solo quiero hablar contigo—levanto sus manos de manera inocente. Intento dar un paso en mi dirección, pero, acerque más las ramas a su cara.

—Vuelve a dar un paso más y las tendrás en todo tu cuerpo—Pronuncien firmemente.

Él me miró y se echó a reír, no entendía por qué se reía, acaso le daba risa el hecho de que podía morir. Se detuvo y puso su mirada en mí, sus ojos pasaron de un rojo normal a un rojo vivo brillante.

Mi cabeza empezó a doler horrible al punto de que las ramas se cayeron y yo caí de rodillas al piso, sentía mi cabeza arder, era un dolor horripilante.

Él no cambiaba su mirada, con la poca fuerza que tenía empece a acercar una rama que estaba detrás de él y cuando estuvo lo suficientemente cerca la amarre a su pie y lo levanté en el aire. Eso causo su distracción y el dolor paro, sus ojos volvieron al rojo apagado que estaban antes.

Me levanté rápidamente y empecé a poner más ramas alrededor de su cuerpo, él solo se reía y eso solo provocaba que me dieran más ganas de ahogarlo en un río.

—Te lo voy a repetir otra vez, ¿Quién demonios eres?

—Aún no es tiempo de que sepas eso, Liberame.

Entonces todo paso muy rápido, él rompió las ramas a su alrededor y corrió hacia mí, tirándome contra un árbol, me agarró del cuello y me volvió a estrellar en él.

Me estaba ahorcando, tenía mucha más fuerza que yo, sus ojos se volvieron a poner de un rojo brillante y mi cabeza volvió a doler como los mil demonios, gritaba de lo fuerte que era.

Soltó mi cuello ligeramente y con su otra mano, levanto mi barbilla para que nuestros ojos se encontrarán. Me miraba como si esperara algo de mí.

Lágrimas estaban saliendo por mis ojos, ya no lo aguantaba, un grito salió de mi boca. Una fuerte luz de cuatro colores salió de mi pecho, pero su mirada no estaba allí, él miraba encima de mí, su mirada se dirigía a lo que estaba en mi espalda, las cuatro luces se formaron en una barrera de los cuatro elementos que lo obligó a soltarme.

La princesa perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora