𝗽𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗜𝗩 /𝑐𝑎𝑜𝑠.

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─¡Satoru!

Geto intentaba calmarlo, estaba desesperado. Primero Nanami, luego Nobara y ahora Masamichi.

Básicamente, Geto de alguna forma podía vagar de su antiguo cuerpo a la conciencia de Gojo a su antojo. Podía ver lo que hacía Kenjaku. Las cosas allí afuera iban de mal en peor y Satoru lo sabía, pero no contaba con que las bajas fueran tan pronto.

Nanami. Masamichi.

Su alumna.

─Suguru, tengo que salir.

─No puedes.

─¡Tiene que haber una manera!

Lo miraba apenado, lastimosamente, Geto no era más que un alma. Una mera alma materializada dentro de su conciencia. No tenía voz, ni voto fuera de él. Lo abrazó, así como siempre hacía, después de todo Satoru sabía que la presencia de Geto allí era nada más y nada menos la última voluntad de su novio.

─Perdón, amor. Pero no puedo hacer nada para ayudarte a salir. Debes esperar a los chicos.

─No es justo.

Satoru se abrazó de su torso, apoyando su mejilla en la cabeza del pelinegro. Era desolador el panorama, ¿Quedaría algo al salir? ¿Podría salvar a alguien?

¿Podría detener a Kenjaku?

Nada era seguro. Suguru beso su mentón, mirándolo a los ojos; aquellos tristes ojos celestes que buscaban una respuesta en sus oscuros orbes. Geto sonrió, dejando un besito en sus cerezos.

─¿Recuerdas por qué estabas aquí?

─..Para protegerme.

─Exacto, para protegerte. -murmuró, acariciando su cabello. ─Lamento muchísimo todo esto, Satoru. No es justo, tienes toda la razón. Pero estoy aquí, podemos pensar en una solución o un simple plan para que estés preparado al salir.

El más alto asintió, inclinándose para volver a darle otro beso.

─Perdón, tienes razón.

─No te disculpes. Somos los más fuertes, ¿no? Saldremos de ésta juntos.

Una leve sonrisa apareció en su rostro, asintiendo.

Tomó su mano, llevándolo a pasear en ese largo camino de árboles de loto que dejaban a la vista sus flores. Era primavera, por lo que se alzaba un bonito escenario rosado frente a ellos, cálido y agradable. Geto sabía cuánto el albino amaba esa época del año, por eso le pareció el mejor ambiente para que pudiera despejarse aunque sea un momento. También en su memoria vivían aquellas palabras que le había dicho una vez, en su adolescencia.

─Tsk, ¡eres muy quejoso, Suguru! La primavera es hermosa.. se parece a ti.

ゅִ ᅠ ᅠ𝗴͟𝗼͟𝗸͟𝘂͟𝗺͟𖦹͟𝗻͟𝗸͟𝘆͟𖦹͟.   ﹙satosugu﹚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora