Estaba parado frente a él, con una remera blanca y pantalones de entrecasa, solía vestirse así cuando estaban solos en su departamento. Una risa escapó de sus labios al verlo a Satoru con los ojos paralizados ante su presencia, con los mocos y lágrimas cayendo por su rostro. Parecía un niño.
Como si no lo hubiera extrañado con cada célula de su cuerpo en apenas ese corto año luego de su muerte. Conteniéndose a más no poder para no desencadenar su maldición. Allí estaba parado frente a él.
─¿S-Sug..
El pelinegro caminó hacia el albino, quien negaba entre sollozos. No entendía, no sabía si realmente era él. Todavía le chocaba lo que había presenciado antes de ser sellado pero, sabía que él seguía ahí. Él seguía ahí porque había intentado controlar su cuerpo por una milésima de segundo.
¿Lo había maldecido inconscientemente?
─Soy yo, Satoru. Estoy aquí.
Afirmó dulcemente, parado frente al más alto. Sus manos las había dirigido a las mejillas de él, haciendo contacto con éstas. Sus manos eran cálidas, sus suaves falanges mimaban la tersa piel del albino, era real, su cuerpo era real. Suguru estaba ahí.
No podía entender como esa calidez no se había perdido, después de todo, él había muerto.
─Estás temblando, tranquilo.
Satoru a esa altura estaba llorando desconsoladamente. No había palabras que expresaran la angustia y el dolor que sentía, lo había extrañado muchísimo.
Hizo un efecto mariposa en Suguru, ya que sus ojos se cristalizaron al verlo tan desbordado. Tomó sus manos y lo hizo sentar debajo de un hermoso árbol de loto que estaba apenas al lado de ellos, abrazándolo como si fuera lo único que le quedaba.
Satoru se aferró al pelinegro, como si eso le impidiera que volviera a irse. Sus emociones eran un lío; ya comenzaba a olvidarse de como se sentía un abrazo suyo, mantenía siempre los buenos recuerdos presentes pero incluso su voz comenzaba a parecer desconocida.
Satoru tenía mucho miedo de olvidarlo.
─Es que no lo entiendo. -logró articular al fin, luego de calmarse un poco. ─¿Por qué estás aquí?
Levantó su vista a la altura de su rostro, Suguru lo miraba con amor, con una tranquilidad que no veía desde que eran jóvenes.
─Porque no me estás dejando ir, Gojo.
Una punzada sintió en el pecho, eran palabras afiladas.
─¿Te maldije? No te ves como una maldición, no..
─Algo así. -murmuró, aún acariciando sus mejillas. Gojo no podía apartar la mirada de sus ojos, eran hermosos. Él se veía hermoso. ─Tu tristeza me mantuvo vivo, mi alma todavía no pudo irse por completo y ahora que estas sellado tus emociones están completamente desbordadas, lo que me permitió materializarme.
Un silencio se creó en el ambiente, y un nudo se hizo en su garganta. Lo que sentía Gojo era tan puro y fuerte que había logrado que quedara atrapado en éste plano, vagando deliberadamente. Una lágrima bajó por su mejilla, lágrima que Geto limpió enseguida, uniendo sus frentes.
─No estés más triste, Satoru. Debes continuar con tu vida.
─No sé cómo.
─Debes prepararte para la batalla. -susurró. ─¿Sabes dónde estamos? -negó, apenas pero negó. ─Es una especie de nirvana utópico que creó tu subconsciente y el mío, como forma de protegerte de todos esos pensamientos y preocupaciones que estabas teniendo. -hizo una pausa, ésta vez hablando sobre sus labios. ─También fue mi voluntad para volver a verte. Volver a estar junto a ti antes de que todo acabe.
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ゅִ ᅠ ᅠ𝗴͟𝗼͟𝗸͟𝘂͟𝗺͟𖦹͟𝗻͟𝗸͟𝘆͟𖦹͟. ﹙satosugu﹚
Fanficᅠ ᅠ ᅠ Incluso después de la muerte, el amor sigue siendo la fuerza más pura y resistente que existe. Las almas de ellos jamás podrán ser corrompidas ni separadas, porque un juramento de amor eterno no puede ni siquiera con el Dios más poderoso.