Parte 2: Alianzas

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Nadie quiere desaparecer entre las corrientes del tiempo, nadie quiere ser olvidado, y eso es algo que a los espartanos les importa sobremanera. Gracias a Artemisa, saben cuando darse por vencidos o, al menos, saben cuando aceptar ayuda. Aun me acuerdo cuando mi madre y yo fuimos a su encuentro, junto con otras seis polis, que también mandaron sus propios militares para ocuparse de una de las mayores crisis que la sociedad griega enfrentaba en eones, pero nadie parecía preocupado en exceso. Nadie excepto las amazonas, es decir, nosotras.

Durante generaciones hemos subsistido por nuestra cuenta, sin necesidad de hombres que nos marquen el paso o que nos traten como un cero a la izquierda. Por ello nos hemos granjeado una fama de salvajes que no nos merecemos, pero sabemos que luchar contra ello no nos servirá de nada, así que aceptamos el precio de la libertad.

Sin embargo, antes de continuar, me gustaría aclarar una cosa. Las amazonas amamos como cualquier mortal, y no somos inmunes al amor. Lo que ocurre es que nuestras dirigentes a través de los ciclos nos han acotado cuidadosamente los hombres de los que nos podemos enamorar, reduciéndonos a un pequeño poblado no muy lejos de nuestra ciudad. Pero eso de que no nos enamoramos, de que nos cortamos un pecho... Bueno, eso es un pequeño precio por la libertad.

Aun así, volvamos al tema que nos ocupaba. Cuando llegamos a la Ágora de Atenas fue una gran sorpresa para todos encontrarnos que alrededor de una mesa de granito rodeada de ocho sillas de las que siete ya estaban ocupadas. Mi madre se dirigió hacia la última de ellas mientras yo me colocaba a su derecha, igual que todos los lugartenientes de los otros líderes.

Ésta sería la primera y última vez que todas las polis se reunieran en total armonía pero, en ese momento, esa era la mayor alianza de polis hasta la fecha, y realmente me hacía sentir orgullosa de mi misma y de que hubiésemos sido capaces de dejar nuestras diferencias atrás para enfrentar ese pueblo bárbaro que se hace llamar persa.

La hija de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora