Parte 4: Entrenamiento espartano

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No valía con ser buena, tenía que ser la mejor, en todo. Ya podías ser una maestra con el arco que si se te daba mal la espada, sería mejor que te prepararse para una buena bronca. Debías ser perfecta, en cualquier forma o disciplina, o al menos esa era la filosofía de mi madre y yo me esforzaba por cumplir sus expectativas, a veces excesivamente altas.

Así que cuando me dieron la orden de entrenar con aquel espartano con claro exceso de seguridad en sí mismo, solamente pude seguir las ordenes al pie de la letra y presentarme en el campo de entrenamiento todas las mañanas a las siete, con ganas de todo menos de entrenar. 

Fue entonces cuando me di cuenta de lo acertado que era la expresión "entrenamiento espartano". Aquello no era un entrenamiento, era tortura en el más estricto sentido de la palabra. Y si lo decía yo, que estaba acostumbrada a las clases de mi madre, podéis creerme.

Sin embargo, en dos semanas dominaba la espada como cualquier soldado de la falange, y eso debía agradecérselo a Leónidas por completo.

Y ahora llegaba mi momento. Recuerdo que cuando acabamos aquel mes él estornudaba por tanto polvo que había tragado de los pergaminos con miles de tácticas, pero he de decir que fue un tiempo muy interesante, de lo más interesante.

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Siento que sea tan corto, pero os prometo que el próximo será mucho más largo. Mi musa se quiere tomar unas vacaciones, ¿sabéis¿ Pero no pienso permitírselo, jamáááásssssss!!!!!!!!

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⏰ Última actualización: Jul 22, 2015 ⏰

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