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24 horas habían pasado desde lo sucedido en el santuario de Juan.

Desde que había salido del lugar, su estómago no había dejado de doler, se sentía mareado, su cabeza se rompía, y no había remedio que sanara su dolor.

Spreen comenzo a pensar ¿Tal vez había comido algo antes de ir que le había caído mal? ¿o simplemente ver la cara de Juan le enfermaba?

Esa noche se había ido a dormir mas temprano de lo normal, con la esperanza de que al levantarse, podría volver a estar al cien.

Pero, cuando se desperto por la mañana, se dio cuenta que el dolor no había disminuido como penso que lo haría, llego a pensar que podía estar embarazado, idea rápidamente descartada por obvias razones.

No podemos juzgarlo, su cerebro en la mañana, (sumado a que recién se había despertado, y dato no menor, sentía que iba a morir) no le funcionaba muy bien.

Ese día decidió no abrir su pollería, y simplemente descansar en casa con Pelusa, sin hacer mucho mas.

La puerta de su pequeño y humilde hogar sono, con mucho esfuerzo y pereza, se levanto de su cama y la abrió.

—De verdad me cuesta creer que con la pasta que tienes vivas en esta pocilga — fue lo primero que dijo Juan, arrugando la naríz con desagrado, hasta que noto la apariencia desastrosa del oso, y su expresión cambio a una de preocupación — ¿que mierda te paso por en la cara? ¿un tornado?

Spreen levanto su ceja, incredulo.

No se que le pareció mas increíble, el hecho de que Juan llegara a su casa solo a criticarlo, o que sintiera como su corazón comenzaba a latir muy rápido al verlo.

— ¿De verdad viniste a criticarme? Gafotas de mierda, hoy no estoy de humor — estaba a punto de cerrarle la puerta en la cara, Juan enseguida metio el pie.

No, no y no, debía hablar con el oso.

— ¿Te sientes bien? — Pregunto el hechicero preocupado.

Spreen se veía en un estado lamentable, se notaba como su cuerpo temblaba, su rostro estaba muy pálido, su pelo todo alborotado y seguía en pijama a las 4 de la tarde. Obviamente no estaba bien.

— Vos sabes que es el mejor día de mi vida, nunca me había sentido mejor — respondió con tono sarcástico.

— Seras imbécil — rodo los ojos — hablo en serio ¿Qué te pasa?

— Pues me duele tanto el estómago que podría vomitarte en la cara, mi cabeza me va a explotar, incluso creo que tengo fiebre y siento que me voy a desmayar ¿tus ojos eran marrones o negros? no puedo ni distinguirlos, veo todo borroso, igual mejor así, por fin no tengo que ver bien tu fea cara de mierda.

— ¿Tomaste algo? — pregunto, ignorando el insulto.

— Si, mil cosas ¡nada funciona! ¿sera que los hombres si podemos embarazarnos? tal vez la profe de biología me mintió, ¿¡y si estoy embarazado Juan!? ¿¡como le podría poner a mi hijo!?, ¿¡y si son mas de uno!?, ¿¡quién sera el padre!? tengo 22 años solamente, ¡no estoy listo para tal responsabilidad! — lloriqueo el oso, dramatizando.

— seras imbécil — Juan golpeo su propia frente con la palma de su mano — ¿comiste algo?

Spreen nego con su cabeza.

— Quedate aquí acostado, voy a ir y te preparo una sopa en tu pollería, que dudo que en tu casa esta tengas siquiera una cocina para calentar.

En un día normal, Spreen le negaría totalmente la entrada a su cocina a cualquier persona, pero en este momento, moria de hambre, y no pensaba lenvantarse a prepararse nada.

Además, Juan tenía razón, en su humilde casa de tierra, no tenía ni siquiera un lugar para calentar su comida.

Solo le dejo la tarjeta de acceso al almacén para que pudiera buscar cosas con las que cocinar, y se quedo mirando como se iba.

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Mientras calentaba una sopa con champiñones (que con suerte había podido encontrar en la despensa del lugar) y pollo, su cabeza era un lio.

Lo había leído en el libro, esos eran justo los síntomas de que estaba funcionando, próximamente ¡el oso estaría enamorado de él!

Nunca lo imagino, su relación era de amigos que se insultaban, no debía ser un enemies to lovers, o un friends to lovers, lo que ellos tenían nunca podría acabar en algo romántico. Aunque en verdad, era poco probable que lo hiciera, el oso no lo amaba ni lo amaría nunca, y de su parte el mismo sentimiento, esta vez, el híbrido solo estaba obligado a sentir cosas por él, en parte era culpa de Spreen ¡quién llega a la casa de alguien así nomas sin avisar, y solo se queda viendo lo que hace!

Bueno, en verdad no podía culparlo, si Spreen fuera el hechicero y él el oso que iba a saludar, probablemente hubiera hecho lo mismo, quedarse mirando sin molestar.

Mierda, nunca debió haber lanzado ese hechizo.

Por su culpa, Spreen se encontraba en ese estado deplorable, y próximamente, su corazón lo amaría con locura, dios, se sentía realmente mal.

De todas maneras, sabía que podría solucionar las cosas, solo que aún no estaba seguro como.

¿Tal vez su vendedor se había quedado con la página por error? mas tarde se comunicaría con él.

Una vez la comida tenía la temperatura adecuada, apago el fuego y sirvió la sopa en un plato hondo de madera que había logrado encontrar.

Caminando de regreso a la casa del pollero, se dio cuenta que había ingresado ilegalmente a "Spreenfield", suerte que el híbrido estaba tan mal de salud que la ilegalidad que había cometido era lo último que le importaría.

En cuanto el empresario estuviera nuevamente trabajando, lo primero que debía hacer era pedirle para sacar la dichosa Visa.

Toco la puerta de la casa de tierra, Spreen abrió con expresión seria, al momento en que sus ojos se conectaron, el rostro del oso pareció iluminarse, la mueca en su boca se transformo en una sonrisa, y sus mejillas se tiñeron de un leve tono rojizo.

— Ya no estoy mareado — dijo Spreen sonriendo sincero, y tomo de las manos de hechicero el plato de sopa — ¿sabes Juan? hoy te ves bonito, no lo había notado antes porque no podía casi ver.

Dios mio ¿ese era realmente el mismo hombre que conocía? nunca había pensado recibir un halago del seco, sarcástico y misterioso oso del pueblo naranja.

Sintio su cara comenzar a calentarse.

¿Sera que por el hechizo lo veía guapo?, ¿tal vez por la fiebre? o acaso... ¿él oso siempre lo había pensado?

Por otro lado, Spreen se abofeteba mentalmente ¿desde cuando le decía cosas lindas a la gente? y peor, ¿desde cuando le decía cosas lindas a Juan?

— Eso que dije de que estas bonito era mentira, sos feo — aclaro el híbrido sonrojado, y cerro la puerta sin decir una palabra, dejando fuera a un confundido hechicero.

Definitivamente esas últimas palabras si eran de él.

Jugadas del destino ! SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora