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El lunes llegó, y así los nervios de Jisung, volvería a ver a Minho, y no solo en la universidad, sino que en su casa, pues tenía la pijamada con Hyunjin, si, a la final lo cambiaron por una pijamada entre los dos

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El lunes llegó, y así los nervios de Jisung, volvería a ver a Minho, y no solo en la universidad, sino que en su casa, pues tenía la pijamada con Hyunjin, si, a la final lo cambiaron por una pijamada entre los dos.

El único problema era el castaño, que esperemos no moleste en el tiempo de su estancia.

Caminaba tranquilamente por el patio de la escuela, cuando alguien llegó por detrás abrazándolo.

—¡Sunggie! —habló el pelirrojo.
—Te tengo una sorpresa..

—¿Huh? ¿Que es?—pregunto curioso.

—Ayer me hicieron un tatuaje y me puse varios piercings.—comentó alegre.

Mierda, Jisung no tenía que ver eso, pero sino lo hacia Hyunjin se pondría triste, y tal vez el lo entienda, no lo juzgará por tener filias sexuales. ¿O si?

—Mira—el mayor se posó frente a él, viendo un piercing al medio de su labio, dos en su oreja y uno en el centro de su lengua. Maldición tan malditamente caliente.

—Y mira—levanto su mano derecha, un tatuaje sobresaliente cubría toda la extensión de su mano, y sus venas, joder, estaban más marcadas y ese fue el colapso de Jisung.

—Maldición...—susurró logrando captar la atención del mayor.

—¿Que...

El peliazul no lo dejó terminar porque lo tomo de la mano llevándolo a un bosque cercano que se encontraba por ahí.

Se adentraron en el, y Jisung lo estampó en un árbol, atacando sus labios, era un beso desesperado por ambas partes, Hyunjin posó sus manos en la cintura del menor frotándose con el cuerpo del menor.
Jisung se sentía morir, esas manos grandes en su cintura, y el gran bulto sobresaliente del mayor en su abdomen.

El menor metió su lengua a la cavidad ajena sintiendo el piercing del pelirrojo gimiendo satisfecho, una de las manos del mayor fue hacia el glúteo del peliazul sacándole un sonoro gemido.

La falta de aire se hizo presente, separándose agitados.

—Aah ¿Y eso porque fue?—preguntó el mayor.

—...p-porque s-si...—habló con dificultad su cara estaba completamente roja de la vergüenza.

—¿Tienes filias?—pregunto conectando miradas con el menor.

—¿Eh? ¿T-tú...

—No has dejado de acariciarme las manos, al igual que durante el beso no dejabas de jugar con mis piercings. Tuve una relación con alguien que tenía estas filias, y además yo también tengo...—lo último lo dijo solo audible para el peliazul.

—¿Enserio?

—Ujum, pero, ¿que te parece si lo hablamos en la casa? Aquí no me gustaría hablar de ello

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