MARGARET

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¿Qué voy a hacer con este hombre?

Cada vez que me recuerdo a mí misma de ser cautelosa, él demuestra ser digno de confianza.
O dice algo que me calma, me hace reír, me hace sentir especial, sexy. Importante.

¿Mencioné que es estúpidamente sexy?

En su traje, era un diez. Ahora camina hacia mí como el Rey de los Chicos Malos Tatuados y cada paso hace que los músculos se agrupen y
rueden bajo su piel entintada.
Si alguien corriera de cabeza contra los
planos musculares de su pecho, sufriría una contusión. Sus pezones son de color marrón rojizo, arrugados como los míos, porque estoy bastante segura de que ambos estamos excitados por el beso.
No, definitivamente está excitado.
Su erección va a romper la cremallera de sus pantalones en cualquier momento. Tiene que ser doloroso, pero sigue deambulando como un cabrón, con la mandíbula flexionada, sus ojos humeantes e intensos mientras se deslizan sobre mi cuerpo desnudo.

Sí, quiero besar ahora.

Lenin se detiene delante de mí y deja caer su mano, masajeando el bulto en sus pantalones. -No me estás tomando el pelo, ¿verdad, ángel?
¿Vas a dejar que me acueste con tu cuerpo desnudo y bese esa dulce boca?-

-Sí-, susurro.

El gruñe, largo y bajo, esa mano apretada sobre su sexo, moviéndose, apretando.
-La vida contigo va a ser una hermosa tortura, Margaret.-

Antes de que pueda responder, agarra mis caderas y me saca de la bañera. Mis pies apenas han tocado el suelo cuando soy arrastrada por los brazos de Lenin y llevada hacia el dormitorio.
Mi corazón golpea contra mis costillas, pero no por los nervios. Estoy cien por cien segura de que Lenin no cruzará la línea que hemos trazado, pase lo que pase.
Aunque lo tiente para que se vuelva loco.

Y Dios, anhelo la oportunidad de tentarlo a cruzar la línea.

¿Quién iba a saber que yo era una atormentadora?
Pero no puedo evitarlo. Su fuerza de voluntad me ha dado permiso para abrazar una parte de mí mísma que no sabía que existía. Tal vez nunca hubiera existido sin él.

El olor de su piel es terroso, masculino, y lo inhalo de camino al dormitorio. Estoy jugando con la idea de lamerle la clavícula para averiguar si su olor tiene sabor, pero no tengo la oportunidad porque me está acostando en el centro de la cama gigante, mi cuerpo mojado y
desnudo. El fuego en los ojos de Lenin me convence de que va a sujetarme al colchón y atacar mi boca, así que estoy sorprendida cuando se acuesta a mi lado y los músculos de su mandíbula, pecho y estómago se flexionan
con la luz de la lámpara.
Se acerca más, hasta que sólo queda una pulgada de espacio entre nosotros, y ahueca mi cara en una mano caliente.

-Se me ocurre que los dos somos vírgenes en esta situación-, murmura. -Nunca lo he hecho como un adolescente.
Pensé que esto es algo que sólo pasa en las películas americanas-.

Su boca me invita a acercarme y lo hago, mis muslos desnudos presionando contra los suyos vestidos. -Para empezar, no creo que ninguno de los participantes deba estar desnudo.-

Lenin me guiña el ojo y todo al sur de mi ecuador se derrite como chocolate al sol.
Él corre un solo dedo por el medio de mi cuerpo, comenzando en mi cuello y terminando con una vuelta alrededor de mi ombligo. -Hacemos nuestras propias reglas, da?-

-Da-, respiro.

Lenin se ríe cuando nuestros labios se encuentran, pero se detiene inmediatamente y siento la tensión destrozar su cuerpo. Aunque nunca lo sabrías por su boca. Sus labios se mueven lentamente sobre los míos, separándolos, su aliento resonando. Él sigue adelante, abriendo mi boca para tomar y su lengua toca la punta de la mía, apenas, antes de
retirarse. Un sonido sabroso cruje en su pecho, haciéndome vibrar de pies a cabeza. -¿Te gusta esto hasta ahora?- Prácticamente me gruñe.

-Uh-huh.- Es decir poco.

THE HITMAN'S ANGEL [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora