2. Batata Macabra

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Sí, ese es mi nombre. Cielo. Poco común, pero claro: no podía llamarme de otra

manera. Era previsible que mi nombre no podía ser común, tenía que ser especial.

A veces me pregunto si me castigaron por toda mi vida mis viejos al darme ese 

nombre. Quizás si me hubiera llamado Florencia o Marta no me hubieran sucedido

mitad de las cosas que me tocó vivir, sufrir, negar, experimentar, etc. Así que mi

nombre es especial, como yo (según mis padres). Sí, ahora tengo amigas (y de las

mejores) pero ellas no creen que sea especial, simplemente que estoy loca. "Una

loca linda" como está de moda catalogar a los retorcidos mentales para que no se

violenten. Y no es que yo crea que soy una retorcida. Sí, a decir verdad creo que

soy una retorcida, pero concuerdo con mis amigas: no puedo hacerle daño a nadie.

Solamente a mi misma o a otros por medio de mí. Llegó una época en mi vida

cuando en vez de enojarme con alguien me castigaba a mi misma para afectar a

ese otro alguien. Pero eso viene más tarde. Sostengo que todavía es temprano.


Después de las experiencias de mi primer colegio mis viejos decidieron mandarme

a otro. El segundo colegio al que fui lucía mucho más como un colegio normal que

el anterior. Los alumnos llevaban guardapolvos blancos y se sentaban en los

famosos "bancos" o "pupitres" de los que tanto había oído hablar pero nunca había

visto. Vale aclarar que en el Pedagógico (mi primer colegio) nos sentábamos en

alfombras y en posición "chinito" haciendo una ronda. Escribíamos en el piso y no

teníamos pertenencias. Era el comunismo hecho colegio. Nunca te enterabas si tu

compañerito tenía plata o no porque no lo veías vestido de ninguna manera.

Usábamos "pintores": una suerte de guardapolvo pero que te mandaban a hacer (a

tu mamá, claro) del cual podías elegir el estampado o el escocés que querías llevar

todo el año. Una porquería. Como decía, ni siquiera nos dejaban llevar pulseras o

relojes. "No todos los chicos pueden comprar relojes o pulseras así que ninguno de

ustedes debe traerlos al colegio". Esa fue la manera que encontraron las maestras

de adueñarse de pulserita o reloj que veían brillando en el recreo. Se quedaban con

todo (supongo que como "castigo por haber roto las reglas"). Una gansada, como

todo lo de ese colegio. No usábamos porta-útiles o cartucheras, simplemente había

una caja de madera con lápices con el nombre de cada alumno. Y cuatro gomas de

borrar. Tampoco había lapiceras, ni exámenes, ni boletines, ni nada. Era

absolutamente cualquier cosa. Y a mí me molestaba mi prima que se quedaba

siempre con la goma de borrar en la mano. Sobretodo porque yo era básicamente

mala en matemáticas y tenía que borrar todo el tiempo. Nunca me gustó eso del

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⏰ Última actualización: May 09, 2015 ⏰

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