Capítulo 1

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—¡Puede besar a la novia!

Dionisio vio cómo su mejor amigo, Tritón, el dios del mar y de los marineros, tomaba a la bella Sophia en sus brazos y la besaba por más tiempo de lo que era decente en una boda, particularmente una en la cual estaba reunida la mitad del Olimpo. Si él la seguía apretando más de esa manera, el vestido blanco de seda pura se arrugaría de forma tal que no se podría luego alisar, y se echaría a perder para siempre, pero a ninguno de los dos recién casados parecía importarle o siquiera notarlo.
Incluso Dionisio quedó fascinado por la imagen: el pelo rubio de Tritón, y su piel bañada por el sol, contrastaba mucho con Sophia que tenía el cabello largo y oscuro, y mientras los dos amantes se veían como opuestos, Dionisio sabía que se complementaban a la perfección.
Más de una persona carraspeó un poco antes de que Tritón... a regañadientes... apartara sus labios de los de su esposa y le hiciera un guiño a Dionisio. Parecía que a pesar de que su amigo, otrora mujeriego, era ahora cien por ciento monógamo, no había perdido su sentido del humor y su pasión.
Por lo menos Dionisio podía estar seguro de que su amigo estaría feliz, a pesar de la jaula de oro en la que él mismo había permitido al sacerdote mortal que lo encerrara. Al parecer a Tritón no le importaba en lo más mínimo. Dionisio sacudió la cabeza y echó un vistazo a los invitados, quienes ahora hacían fila frente a la pareja uno por uno, para expresarles sus buenos deseos. Como era el padrino, permaneció de pie junto a Tritón, por una parte triste y por otra feliz, feliz por saber que su amigo había encontrado el verdadero amor, pero triste por haber perdido su posición como el mejor amigo. Sophia era ahora la mejor amiga de Tritón.
La mansión de Sophia había sido decorada para la boda, no se habían escatimado gastos. Ni siquiera en el Olimpo, el evento podría haber sido más extravagante. La opulenta casa que había heredado de su tía y que había convertido
Dionisio observó pacientemente como Poseidón y Anfítrite, los padres de Tritón, abrazaban a su hijo y a su nueva nuera, ambos radiantes de orgullo. Incluso Orión, medio hermano de Tritón, se comportó de una manera civilizada, estrechando la mano amistosamente. Parecía ser que ahora que Tritón no representaba más una competencia por la atención de las mujeres, Orión no sentía ninguna antipatía hacia su hermano.
Cuando Zeus se acercó, Dionisio se puso rígido al mismo tiempo que Tritón. En su esmoquin de diseño exclusivo, gemelos incrustados con diamantes, y zapatos de vestir italianos, Zeus parecía un playboy sacado de las páginas de la revista GQ: radiante, caliente, y viéndose ni un día más de treinta y cinco años. Su barba de un día, añadió un aire de peligro por lo que toda mujer en la fiesta debería haber tenido cuidado, pero no lo hicieron, debido a su abrumador encanto.
El dios de los dioses, felicitó a la joven pareja y besó a Sophia en la mejilla. La tensión de Tritón irradiaba hacia el exterior como una ola del mar, lo que hizo a Dionisio estar consciente físicamente de la posesión de su amigo. Podría ser simpático, a veces, pero en este momento no sería prudente actuar por ello. Dionisio puso una mano sobre el brazo de su amigo, advirtiéndole que no hiciera nada precipitado, a pesar de que lo entendía muy bien: el padre endemoniado de Dionisio era muy conocido por su amor a las mujeres hermosas, y ni siquiera la presencia de Hera, su testaruda esposa, aseguraba que Zeus mantuviera sus garras para sí mismo. Pero Dionisio tenía la esperanza de que Zeus tuviera el suficiente sentido común para no hacer ningún intento de sobrepasarse con una flamante novia.
Sin embargo, sólo para asegurarse, Dionisio sintió la necesidad de desviar la atención de Zeus hacia otra dirección.

—Zeus —Él asintió con la cabeza cortésmente cuando vio los ojos de su padre—. Veo que trajiste a tu esposa. Qué considerado.

Cuando Zeus entrecerró sus ojos, le confirmó que no le gustaba que se le recordara de Hera.

—Tu madrastra tiene una manera de sacar invitaciones de gente que ni se sospecha —Él echó una mirada a Sophia, quien respondió con una tan encantadora y dulce sonrisa, que incluso Zeus no parecía tener ninguna defensa contra eso.

DIONISIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora