Capítulo uno

11 1 0
                                    

–...señorita Rose ...señorita...– sentí una voz a la lejanía.

–ya esta en su mundo de nuevo...–sentí la voz de mi institutriz.

–te escucho Laura– la regañe suavemente.

–Mi lady, ya casi terminamos. Respire un poco más– susurró la doncella que apretaba el corsé.

–no te preocupes, puedo soportarlo– le sonreí con confianza.

–Nuestra señorita es tan amable, es la mejor– se susurraron las criadas entre ellas.

–chicas, saben que no es cierto, el único perfecto es Dios– les sonreí.

Mi institutriz sonrió orgullosa.

–Le damos gracias a nuestro Señor por tener a una señorita como usted– dijo una de ellas ruborizándose.

Solo negué con la cabeza mientras sonreía.

Hoy era un día especial, por eso me sometía a la tortura del corsé y el encaje, bueno, desde ahora y por el resto de mi vida... En fin, era mi cumpleaños número 17 y mi mayoría de edad.

 Adiós a los trajes cómodos y carreras por el campo, ahora era una señorita y tenía que comportarme como tal, una transición difícil pero necesaria, ya que incluso hoy vería a mi futuro prometido después de dos años.

–Está lista mi lady– me miré al espejo.

En el reflejo pude observar a una señorita de ojos celestes, piel blanca y cabello castaño claro mirarme fijamente, enfundada en un vestido rosa pálido con un amplio escote y una delgadita figura formada por el estrecho corsé.

–wow– dije por fin.

–Está hermosa–dijo mi institutriz mirándome como una madre orgullosa. –Es igual a su abuela de joven–. cayó una lágrima por su mejilla. 

Ella y mi abuela habían sido muy buenas amigas en su juventud, y ahora que yo crecía cada vez le recordaba más a ella.

–Eso me alegra, mi abuela fue de las mujeres más hermosas de este país– respondí orgullosa.

Ella solo rió y me guió a la puerta.

–Sus padres nos esperan en el comedor–dijo antes de abrir la puerta.

El camino por el pasillo era extraño, me sentía extrañamente incómoda con el ropaje, aunque ya había admitido que era cosa de costumbre. Al menos no tenía problemas con los tacones...

–Buenos días padre... madre– saludé con una reverencia, como era acostumbrado según nuestra tradición.

–Adelante hija– respondió mi padre afablemente como de costumbre.

–¿Cómo durmieron?– pregunté educadamente.

–Tu padre y yo hemos descansado muy bien, gracias por preguntar– respondió cortante mi madre, como de costumbre.

Sonreí como pude, deslizando el nudo que se produjo en mi garganta hacia abajo, y me senté como me habían enseñado.

–Me asombran tus modales querida, es tu primer día y ya lo dominas a la perfección– felicitó padre orgulloso.

–Es su deber mi señor, de otro modo no la dejaría comer con nosotros– agregó mi madre comiendo con sus modales refinados y de hielo.

–Gracias padre, pero madre tiene razón. Todo esto es posible por su supervisión en mis lecciones de etiqueta– dije simplemente e imitando el comportamiento de mi progenitora.

–Amor, deberías ser más cálida con ella y felicitarla, es un día especial para todos nosotros– intervino mi padre dejando sus cubiertos de lado.

Destinada a enamorarme de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora