Baile sobre hielo.
A la mañana siguiente, cuando todos despertaron, recogieron las tiendas y las demás pertenencias y comenzaron a caminar siguiendo la ruta que les llevaría hacia el conocido destino. Todos estaban más tranquilos, y apenas surgieron percances entre bostezos y caras de sueño.
Mew estaba molesto. Subir y bajar montañas en pleno invierno y a primera hora de la mañana no era una de sus aficiones. Estaba a punto de quejarse cuando, tras salir de las inmediaciones del bosque, de pronto descubrió el nuevo reto al que debería enfrentarse.
Un enorme lago congelado se extendía entre las altas montañas que lo rodeaban. El aire gélido silbaba con fuerza, escurriéndose después entre los árboles que dejaban atrás. Los chicos aplaudieron animados y gritaron manifestando su alegría, a excepción de Mew.
—Todos vamos a morir —presagió.
Gulf lo cogió del brazo para darle fuerzas y lo sacudió, feliz, quitándole importancia a sus palabras.
—No te preocupes, tonto. Seguro que lo pasamos genial.
—No vuelvas a llamarme tonto. —Mew alzó un dedo en alto a modo de advertencia.
—Está bien, intentaré no hacerlo a menos que me sirvas la oportunidad en bandeja. —Gulf rió.
Se habían quedado algo rezagados del resto del grupo, que ahora corría hacia la inmensa superficie de hielo. Una lámina de plata, a lo lejos. Mew admitió en silencio que al menos era un paisaje bonito; el vacío y la sencillez a veces eran suficiente. El hielo brillaba bajo la luz del sol casi imperceptible. Al él le gustaban las cosas que relucían, como el oro o los diamantes; era un símbolo de fortuna y prestigio.
—¡Venga, vamos con los demás!
—Bien, pero solo porque quiero ver el lago un poco más de cerca —puntualizó Mew.
Comenzaron a caminar hacia allí. Parecía que todo se deshacía a su alrededor, como si los colores se deslizaran al reflejarse en la superficie helada.
Mew analizó rápidamente a los presentes: Zee y Boat saltaban con todas sus fuerzas sobre el hielo como si se hubieran propuesto romper la superficie, caer al agua y morir lentamente congelados.
—¿Qué intentan hacer? —le preguntó a Gulf, temeroso.
—¿Sinceramente? No tengo ni idea, pero prefiero no averiguarlo.
Otros jugaban a deslizarse por el hielo, y los demás se lanzaban bolas de la nieve blanda que quedaba alrededor. Hacía muchísimo frío, pero Mew se esforzó por encontrar la parte positiva de todo aquello: el frío era bueno para la piel.
—Vamos, Mew.
Mew negó con la cabeza.
—No quiero saltar sobre el hielo, ni que me tiren bolas de nieve a la cabeza… ni nada de eso —añadió, señalando a Max, que acababa de tumbarse sobre la superficie helada como si aquello fuese lo más normal. Ni siquiera llevaban el equipo térmico adecuado.
—Está bien, lo entiendo. —Gulf le sonrió con dulzura y luego le tendió la mano a Mew con la esperanza de que aceptase su ofrecimiento—. Pero… ¿qué te parece si me concedes un baile sobre el hielo? Siempre he querido hacerlo.
Mew se debatió entonces entre seguir su instinto de supervivencia y huir de allí o lograr que una ilusión de Gulf se cumpliese. Lentamente, casi con miedo, acercó su mano hacia la de él, rozó sus dedos, notó el tacto frío y finalmente supo que a esas alturas poco o nada podría negarle a Gulf. Porque era lo más diferente a él y al mismo tiempo lo más cercano y hermoso que jamás había tenido.
Dieron unos pasos hasta que sus pies tocaron el hielo. No estaba tan mal, no era tan horrible; a menos que recordase que bajo aquella superficie había un montón de agua helada que ansiaba ahogarle. Sacudió la cabeza y se propuso no pensar más en ello y dejar atrás sus miedos.
Una vez se alejaron de la orilla, Gulf apoyó la cabeza en su hombro y le rodeó el cuello con un brazo.
—¿Bailamos? —le preguntó en un susurro—. Tú imagina que la música de un piano suena de fondo, una melodía lenta.
Mew asintió y comenzó a moverse despacio, balanceándose a un lado y otro. Recordó una canción de George Winston que le gustaba, «Invierno», y se dejó llevar por las imaginarias notas del piano. Sus pies se deslizaban por el hielo cada vez con más valentía, se alegró de estar allí y haberse atrevido a concederle a Gulf aquel extraño baile, y como toda respuesta lo abrazó con fuerza.
Gulf seguía sus movimientos en silencio. En realidad nunca había sabido bailar ni tenía intención de aprender a hacerlo. Pero tiempo atrás había leído un libro que relataba una bonita historia de amor imposible y se dijo que algún día él también viviría esa experiencia y bailaría sobre un lago congelado como hacían los protagonistas de aquella novela.
Pero ahora Gulf temía que el final de su propia historia no fuera tan feliz e idílico como solía ser el de los libros de amor. Recordó que les quedaban apenas unos días que compartir y se contuvo para no llorar. Pensó en el tiempo que habían malgastado discutiendo y odiándose, y luego admitió que quizá gracias a todo aquello ahora estaban juntos. Todo había sido muy intenso desde el día que Mew llegó al aeropuerto, tanto los buenos como los malos momentos.
—Te vas a ir —le dijo.
Mew se apartó un poco de él para poder ver su rostro. No lloraba, pero tenía los ojos acuosos. A él también le dolía marcharse, aunque no lo demostrara del mismo modo que Gulf.
—Ya lo sé, nos queda poco tiempo —contestó—. Pero anoche estuve pensando… en algo que quizá podríamos hacer.
—¿A qué te refieres?
—Una lista. —Mew siguió moviéndose de un lado a otro, despacio, mientras hablaba—. Cada uno podría escribir en un papel todas las cosas que le gustaría que hiciésemos juntos y durante los días que nos quedan intentar cumplir la mayoría de esos deseos, ¿qué te parece?
—Es una idea perfecta, Mew.
Gulf se puso de puntillas y lo besó.
—¡Pero apenas nos queda tiempo! —se quejó—. Aunque podríamos irnos ya, nosotros dos solos. —Miró a su alrededor—. Seguramente los demás querrán pasar aquí el resto del día, como todos los años.
Mew lo sujetó por los hombros y lo miró fijamente.
—Marcharnos ya de aquí sería mi mejor regalo de Navidad y algo que te agradecería el resto de vida, Gulf.
Gulf se esforzó por no reír, aunque debía de haber supuesto que para Mew la idea de irse sería un regalo caído del cielo. Lo cogió de la mano y fueron a despedirse de los demás. 💓
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BES🤍S bajo el muérdago.
RomanceSinópsis: Besos bajo el muérdago. Mew, un chico de la alta sociedad, va a pasar las vacaciones de Navidad con los Kanawut, una familia de clase media de Bangkok. Gulf será el encargado de hacerle de anfitrión, pero la verdad es que no lo tendrá n...