En el barrio donde crecí, vivía un señor de avanzada edad: Don Segundo, ese era su nombre. El hombre trabajaba con hierro, era un artesano que confeccionaba puertas y ventanas, no era muy conocido así que, durante el mes, eran más los días en los cuales Don Segundo se la pasaba sentado fumando tabaco bajo la sombra que daba el árbol de capulí del vecino.
Casi nadie se acercaba ao conversar con él, tenía un carácter bastante osco, solía burlarse de la gente nueva que llegaba al barrio, pero en especial de las mujeres embarazadas, gritaba cosas como: "por dormir sin ropa ahora pareces pelota" seguido de una sonora carcajada irónica.
Cuando a los niños se nos escapaba el balón cerca de su propiedad, preferíamos no acercarnos porque si por desgracia te atrapaba, empezaba a contar las historias que vivió con sus mozas en sus buenos años; porque el fue guapo, el fue galante, el fue el mas fino de los caballeros del barrio, pero lástima que se casó con la hija del mugroso herrero, "por amor no hagan nada" te decía frustrado "por amor ni a la esquina"
Y así es como pasaba aquel hombre sus días, en soledad sentado en la silla de madera a la sombra del árbol de capulí, por supuesto que cierto día todos los que pasamos cerca, gracias a su fanfarronería, nos enteramos de que Don Segundo recibió el encargo de fabricar veinte puertas de reja adornada para unos condominios: "¡ese longo! seguro reconoce la calidad por eso recurrió a mí... el mejor de todos" y en ese tono de frases, todos supimos que al menos por un par de meses descansaríamos de sus burlas e improperios.
Una mañana mientras jugábamos futbol antes de irnos a casa luego de la escuela, llego hasta nosotros el hermano menor de uno de mis amigos, el niño nos contó que la colectora hablaba con la señora del bar sobre el acontecimiento del año: Don Segundo fue hallado muerto.
Y si, en efecto, mi mamá junto con la mamá de mi mejor amigo de infancia, las dos espantadas nos relataron lo sucedido: al parecer el viejo cortaba los rieles con ayuda del hijo de la señora de la panadería, un joven que padecía de algún mal de la mente porque siendo un hombre de unos treinta se comportaba como uno de diez, de todas formas, antes del suceso, los vimos trabajar y vimos a Don Segundo gritarle desde las ocho hasta las seis.
La madre de aquel niño hombre, no le reclamaba aquel trato al patrono del hijo puesto que las horas que su niño trabajaba, ella podía verse con el señor que proveía las harinas, eso según las vecinas, que aseguraban que con este hombre sí que se quejaba... frase que de niño no la entendía.
El caso es que el hombre niño esa mañana se cansó de recibir el griterío y la cantaleta, se cansó de escuchar a Don Segundo y sin más lo tomó del cuello y el viejo nada pudo hacer, el hombre niño era dos veces lo que él y la sierra, le paso por el cuello y así terminó todo.
Según la gente hallaron a Don Segundo con la sangre semi seca al medio día, el escándalo se armó, pero finalmente no pudieron encontrar al perpetrador del suceso.
¿Qué tiene que ver esto con las puertas?
Espera que voy a eso, desde ese día se nos ocurrió a modo de juego meternos en el que fuera el taller del finado, hacernos bromas pesadas, reírnos y asustarnos. A veces incluso nos retábamos a entrar a la media noche y ahí nos tienes que una de esas tantas noches en las que nada paso antes y por tanto nada pasara nunca que, todos fugitivos de la cama, esperábamos que uno de mis vecinos se acercara a la sierra para tocarla.
A penas veíamos al niño alumbrándole con la luz de las linternas que le comprábamos a la señora de la tienda, todos en silencio conteniendo el aliento, lo vimos acercarse y todos en silencio lo vimos tropezar contra una puerta de reja que quedó arrimada a la silla de madera que Don Segundo usaba para fumar, todos lo vimos, te lo puedo jurar, lo vi, lo vimos a Don Segundo sacar medio cuerpo y estirar el brazo para jalar al niño y llevárselo...
¿a qué lugar?
Eso ni la policía lo supo y no fue lo último en suceder, tras el susto y pasado un año, algunos vecinos abusados comenzaron a reclamar las cosas del difunto: las maquinas fueron lo primero, las puertas y ventanas viejas y oxidadas después. Fue la señora Dona María quien se llevó la puerta de reja arrimada a la silla para ponerla en la cerca de entrada a su casa y desde ahí te puedo asegurar que en el barrio no hubo nadie que no te pueda contar que la puerta se movía a toda hora como si tuviera una especie de involuntario va y ven.
Cuando pasabas luego de misa, y se abría más de uno se persignaba, cuando ibas a comprar algo a la tienda y se abría, salías corriendo y gritando; incluso existían algunos que juraban se movía en la noche para dejar salir a la calle a un hombre.
Cansados de aquello una comitiva le pidió a Doña María quitar la puerta y así se hizo, no supimos más de aquel extraño objeto cotidiano, simplemente recuerdo que estaba oxidada en las esquinas, ¿pero que puerta de metal no las tiene así? Dicen que es bien sencilla de varilla cruzada y soldada en las esquinas, quien sabe que fue lo que pasó luego de la muerte de Don Segundo, pero lo cierto es que esa puerta en algún lugar estará, dando a quienes la posean un par de buenos sustos, eso sí que no lo voy a dudar.
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Objetos cotidianos: Puerta de reja
HorrorLes comparto una cuarta entrega de la colección de relatos: "Objetos cotidianos", corresponde a una serie de cinco anécdotas paranormales, esta vez ensayo un poco de la narrativa de un cuento, vamos a ver que tal les parece.