01 || Diagnóstico

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Algunas veces, no, casi todo el tiempo nos rodeamos de una energía particular. Cuando morimos, ¿qué sucede con dicha energía? Según estudios la materia no desaparece (al menos no del todo), se transforma, divide, fusiona; pero rara vez se eclipsa.
Cuando el cerebro de un humano le pide forzosamente al corazón se detenga, el alma abandona el cuerpo porque es un recipiente que ya no le sirve; así que lo que una vez fue una persona llena de vitalidad, es ahora un aura de energía benigna o maligna ―según fueron sus días morando en la Tierra. Aquel espíritu no ha saldado cuentas, por lo que no logra ir más allá de un destino concreto, un renacimiento, reencarnación, o volver al espacio como polvo de estrellas; sea lo que sea que haya después de su deceso, fantasmagóricamente se quedará ahí, en el lugar en el que pereció, porque esta energía sigue pesando aún después de desechar su cuerpo.

O es lo que quiero creer, antes que un diagnóstico médico-psiquiátrico anuncie un trastorno mental tan grande tipo: esquizofrenia.

Ir a terapia tras la partida de mi padre no estaba en mis planes. Sí, me había afectado demasiado al ser él mi única compañía en casa. Quisiera creer que se quedó por algún rincón en su habitación cuidándome, mas en su carta de despedida no había ningún registro de una cuenta no saldada, excepto sus tristes palabras de despedida a mi madre, a quien perdonó por habernos abandonado.

Sostuve la hoja con el diagnóstico rehusándome a aceptar tal veredicto.

Se dice que rara vez se da un diagnóstico acertado en los estudios psicológicos de un paciente. ¿Por qué debía tomarlo como el final? Aceptar una "verdad a medias".

Salí cabizbajo del consultorio directo a los brazos de mi tía Hyorim, una joven de espíritu fiestero que ahora debía socar su cinturón para terminar de criar a un mocoso de dieciséis años: yo, Jeon Jungkook.

Lloré en su hombro, pues soy más alto que ella. Hyorim rara vez lloraba, pero sé que mintió al decir que sus lágrimas se debían a mi enfermedad; no, ella lloraba por tener que lidiar con un enfermo y con una condición tan impredecible.
Ese día apenas y pude notar a un chico esperando su turno para la consulta, llevaba puesto guantes, gorro y mascarilla. Todo el cuerpo cubierto excepto sus curiosos ojos que voltearon hacia mí.

Un nuevo curso iniciaba y yo estaba lidiando contra el pánico y la depresión, yendo y viniendo, reemplazando uno por el otro, hasta que llegó el día.

Hyorim aparcó el auto frente al Instituto, ese día lucía increíblemente bella y llamaba bastante la atención. Podría ser fácilmente confundida como una celebridad.
Bajó sus gafas de sol para dedicarme una mirada. Lucía arrogante por fuera, pero se preocupaba bastante por mi bienestar.

―Recuerda tomar tu medicina. Si esos golfos quieren patearte el trasero y entras en pánico toma el Rivotril; si tú quieres patearles el trasero pero no quieres verte expulsado el primer día, toma el Ritalin, es más para que prestes atención a las clases pero igual sirve. Clozapina, ya sabes...

―Te aprendiste el nombre de todos los medicamentos ―murmuré, admirado. Ella me regaló una sonrisa de consuelo. Se despidió con un beso volador y salí del auto―. Hoy inicia una nueva temporada, ¿eh? ―dije por lo bajo, preparándome para la caminata.

Lo que prosiguió fue observar la lucha de los demás estudiantes por conseguir un buen tutor. Yo no me lo tomé tan en serio. Lo único bueno del primer día era que todos estaban enfocados en elegir buenas asignaturas, buenos maestros, y reencontrarse con viejos amigos; no atacar a un introvertido al azar (yo).

―¡Es la señorita Lee Ji Eun! ―gritó una chica a mi lado.

―¡No puede ser! ¡No puede ser! ¿En verdad estamos con ella? Somos tan afortunadas, en serio. Wah~.

¿Ji Eun-ssi? Era justo el nombre que estaba en mi papel. Si estas chicas celebraban emocionadas debía significar que la maestra era la buena. Suspiré aliviado sin saber el porqué.

Mi miopía no me dejaba sentarme atrás, junto a la ventana, como cualquier marginado en busca de paz.

El salón pronto se llenó con todos los estudiantes. Vi la escena esperando ver al peor de todos, mas mi sorpresa fue que después de un minuto, nadie más entró. Y si hubiera volteado la cabeza hacia otra dirección no hubiera sido testigo de un curioso evento. Un chico que no había visto junto a mis habituales compañeros entró por la puerta, yendo directo hacia el último asiento. Sonreí porque no volteó su vista hacia nadie, fue directo a la mesa, como yo haría si otro fuera el caso, o si utilizara mis anteojos a como se debía.

Su siguiente movimiento fue desinfectar la superficie de la mesa. Es entonces cuando noté que llevaba guantes y mascarilla, justo como el chico del consultorio. Era seguro que algo no estaba bien con él. Dejé de prestarle atención cuando todos se pusieron de pie para regalarle una reverencia a la maestra que acababa de ingresar. Quedé boquiabierto al ver un lienzo andante, el significado materializado de la palabra "belleza", o "pureza", o quizás también "calidez". Cualquier palabra que denotara benevolencia y hermosura se las llevaba ella.

Cuando estuvo frente al podio y antes de presentarse ante todos me dedicó una mirada que me tomó desprevenido. Bajó la cabeza y me vio con ojos divertidos, unos bellos ojos centelleantes. Me avergoncé al darme cuenta de que era una sutil y discreta advertencia ante mi mal comportamiento, por lo que rápidamente me puse de pie imitando a mis compañeros. Para mi suerte, nadie se habría dado cuenta. Podía sentir el calor en mis mejillas y sabía que estaba colorado, por lo que fui también el último en sentarme.

―Bienvenidos, mis estudiantes ―profirió con una dulce y encantadora voz que sacó a todos un suspiro―. Mi nombre es Lee Ji Eun, es un placer poder ser tutora de tan agradables rostros frescos y sonrientes. Espero sigan con la misma actitud durante todo el semestre, así como con buenas calificaciones y un buen rendimiento académico al nivel del Instituto. Cuidemos unos a los otros y seamos una gran familia que se apoyará mutuamente durante el resto del semestre.

Familia. Aquella palabra me desconectó por un momento de la realidad. Conociendo a papá, él también se habría enamorado de aquella dulce maestra. Ya lo imaginaba yo, infaltable en cada reunión escolar. Sonreí al recordarlo.

La tutoría y la asignatura llegaron a su fin, por lo que no volvería a ver a esa encantadora mujer. Mas se me ocurrió un plan para darle una ojeada más.

Mi sorpresa fue verla hablando con el chico extraño de los guantes. Me quedé parado a un lado de la puerta para escuchar la conversación.

―Debes hablar de tu condición a todos tus compañeros para así hacer tus días llevaderos ―declaró ella―. No tienes por qué avergonzarte al ser de esa manera. Ellos lo entenderán.

―Aprecio su empatía, Ji Eun-ssi. Pero dudo que ellos sean capaces de procesar información que no están acostumbrados a recibir. No sería la primera vez que me llaman fenómeno.

La voz de este chico tan pronto pronunció las primeras palabras, hizo que mi piel se erizara. Una voz profunda, diciendo las palabras lento, pero no tanto como para ser llamado "retrasado", sino más bien, "cauteloso".

―Te agradezco el voto de confianza. El contármelo a mí es un gran paso. Si gustas informaré de ello con los demás maestros para llegar a una solución.

―Muchas gracias.

Seguido de sus palabras de despedida, él salió del salón, sin percatarse de mi presencia.

―Tremendo bi-panic, ¿eh? ―insinuó una voz conocida a mis espaldas. Me giré lentamente. Su sonrisa fue un saludo amargo―. Yo también lo sentí. Ese chico es bastante interesante, pero si lo vieras con su rostro al descubierto, waoh, abandonarías tu masculinidad, si es que te queda algo de eso ―se burló.


𝒂𝒍𝒎𝒐𝒔𝒕 𝒈𝒉𝒐𝒔𝒕𝒍𝒚 「𝐭𝐚𝐞𝐤𝐨𝐨𝐤」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora