CHANGBIN

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El bullicio de la ciudad se escuchaba lejos, y los gritos de los reos en medio de su descanso rompía el silencio que se sentía frente a las grandes puertas grises que dividían el encierro de la libertad; ChangBin estaba parado frente a ellas sumido en sus ruidosos pensamientos sobre lo que pasaría en su vida a continuación.

El sonido que indicaba el abrir de las puertas lo sacó de sus pensamientos y suspiró. Era hora de enfrentarse a su vida, otra vez. Antes de salir se despidió de los guardias con una ligera reverencia; para cuando estuvo fuera se dio cuenta de algo que ya era obvio para él, estaba solo, no había nadie esperándolo con tofu o con una sonrisa. Simplemente no tenía a nadie, pero estaba tan acostumbrado a eso que simplemente decidió caminar.

Las calles de Seúl a esa hora estaban algo vacías, la mayoría de la gente se encontraba en sus trabajos, colegios o universidades. Saber eso lo tranquilizó, había menos posibilidades de críticas silenciosas y podría hacer su recorrido al viejo edificio donde vivía en paz. Anduvo tarareando a ratos algún ritmo que se le ocurría; y para el momento en que entró al barrio en el que solía vivir antes de ir a la cárcel, suspiro. Miró las conocidas calles, hasta que llegó frente a un edificio viejo, maltratado y de colores oscuros.

Entró al lugar que olía a humedad mirando a todos lados y cuando su mirada se posó en la persona que esperaba encontrar allí, le dedicó una sonrisa, la Sra. Cheong estaba como siempre, detrás del mostrador, esperando la entrada de alguna nueva cara en el humilde edificio que administraba, al ver a Changbin allí se le acercó atrayendolo a un abrazo.

—No sabía que saldrías hoy muchacho, debiste avisar — lo dijo con tono de reproche —, sabes que hubiese ido por ti.

—Perdón Sra. Cheong — fue lo único que contestó, mientras rompía el abrazo, sintiéndose internamente agradecido porque la mujer lo apreciaba tanto —. ¿Aún tiene mi apartamento desocupado?

—Por supuesto que sí — la anciana caminó detrás del mostrador y agarró las viejas llaves de ChangBin para dárselas —, no es como si mucha gente decidiera venir a vivir por aquí — se las tendió.

—En eso tiene razón — tomó las llaves —, buscaré un trabajo para pagarle, Sra. Cheong — dijo y seguidamente le dio una reverencia, la mujer movió la mano, quitándole importancia.

—Sabes que puedes pagarme cuando puedas ChangBin — recordó —, ahora ve a descansar, he escuchado que las camas de la cárcel son horribles — le palmeó el hombro.

Seo asintió y se fue, subió las escaleras, mientras lo hacía, podía escuchar el crujir de las tablas, pero no le importaba, en ese momento, solo necesitaba dormir un poco. Llegó al quinto piso y busco su lugar, pronto lo encontró, el 508 resaltaba contra la madera de la puerta, sonrió. Entró al apartamento tirando su bolso a un lado, se quitó los zapatos para dirigirse a la habitación, la cama tenía sábanas, probablemente la persona de limpieza las había puesto, aunque no era que importase realmente, así que simplemente se tiró a la litera, dejando caer su cansado cuerpo contra el blando colchón que tan bien recordaba.


Dos días después de salir de la cárcel y pensar lo suficiente sobre que iba a hacer con su vida, comenzó a buscar trabajo. Sabía desde el inicio que no sería algo simple, pero nadie estaba preparado para que le cerraran una puerta tras otra en la cara; no tenía el mejor aspecto, mucho menos una presencia que la gente agradeciera, pero pese a todo, era honesto, solo quería un poco de dinero para subsistir los años que le quedaran de vida, pero en una situación como la suya eso era mucho pedir.

La semana transcurrió lento, buscando en todos los lugares posibles y aceptando la comida que la Sra. Cheong le ofreció, hasta que recordó el papel que había guardado en su bolso antes de salir del reclusorio. Lo busco en su bolso un rato para cuando al fin lo encontró sintió que era una pequeña victoria para él, hasta que recordó que era la cita al psicólogo que le había enviado la jueza que veía su caso. Suspiro, si bien no amaba la idea, comprendía porque debía ir, así que tomo el viejo teléfono que tenía y una alarma para el día siguiente a las 09:00 de la mañana, pues la cita sería alrededor de las once y se demoraría en llegar al famoso hospital.

La mañana siguiente fue rápida, Changbin jamás había sufrido por levantarse temprano, así que pronto estuvo saliendo del apartamento, pasando por donde la Sra. Cheong antes de salir.

—Sra. Cheong — llamó con algo de vergüenza.

—Dime Changbin

—¿Podría prestarme dinero para ir a la ciudad? Tengo cita en el hospital — le explicó, sus mejillas estaban rojas, pese a su edad, necesitaba dinero y esa mujer era la única que parecía tener un poco de fe en él, aún más de la que él mismo se tenía.

La Sra. Cheong le entregó el dinero necesario y el periodico de ese día en la página de empleos con algunos marcados con plumón —. Espero que algo de ahí te sirva, ten un buen día Changbin — le sonrió la mujer y el menor de ambos se marchó con el dinero en el bolsillo y el periodico en las manos.

Desde ahí, caminar al hospital fue fácil, lo difícil fue entrar a la consulta y hablar, después de mucho tiempo, sobre las cosas que cargaba, a lo mejor fue eso lo que lo hizo salir molesto de la consulta y chocar con aquel chico rubio que parecía sacado de un cuento de hadas o quizás, una novela de las que leen las adolescentes.

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⏰ Última actualización: Oct 24, 2022 ⏰

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