CAPÍTULO 4: EL SABUESO

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Siena estaba en la escena del crimen haciendo su trabajo. La víctima se encontraba sentada frente al escritorio de su oficina, con un revólver en su mano y un tiro en la frente.

–Todavía debemos descartar homicidio –decía su jefe, Liam.

–El lugar de la herida es totalmente accesible. El orificio de entrada fue la frente y la bala salió limpiamente por aquí –señaló Siena, mientras fotografiaba la herida.

–Busca residuos de pólvora en la mano –pidió Liam.

Siena continuó fotografiando al cadáver, mientras Liam gritaba órdenes a los recién llegados.

–¡Etiqueta bien esa evidencia! No quiero problemas como con el caso anterior. Novatos... –dijo Liam–. ¡Oye! ¿Dónde están tus guantes? –Liam caminó hacia los novatos recién llegados a la escena del crimen para reprenderlos.

Siena rio para sus adentros cuando notó un papel con letra manuscrita.

–Jefe –llamó–. Mira esto. Creo que esto determina que fue suicidio –dijo, abriendo el papel doblado en dos con una pinza.

Liam se acercó y observó.

–Una nota de suicidio –dijo–. De acuerdo, habrá que analizarla. ¿Tienes suficientes fotografías?

Siena asintió.

–Bien. Etiquétalo y salgamos de aquí. Tengo cosas más interesantes para hacer el día de hoy.

Siena suspiró y puso la tapa al lente de su cámara. Ya había tomado suficientes fotografías. Dejó la memoria de la cámara etiquetada como evidencia y se retiró de la escena del crimen, saliendo hacia su coche.

Ya era tarde y se dirigió a su casa, cansada. Había estado todo el día en el recinto policial. Cuando abrió la puerta de su apartamento la recibió su gato, Mittens, quien maulló contento y se restregó por sus piernas.

–Hola, Mittens, yo también te he extrañado mucho –saludó acariciándolo–. No veía la hora de volver a casa.

Su apartamento era pequeño, pero cómodo y funcional. Sólo de una habitación. Servía para las funciones básicas: comer, asearse, dormir, y recibir ocasionalmente a algún compañero sexual si fuera necesario. Su gato detestaba esa parte.

Llenó su tarro de comida y Mittens corrió a comer. Luego abrió la nevera y tomó una bandeja de comida, que puso a calentar en el microondas. Mientras esperaba que estuviera lista, se dispuso a seleccionar en la plataforma prepaga la película que vería ese día. Al escuchar el pitido proveniente del microondas, tomó la bandeja y se acomodó en el sofá. Inmediatamente Mittens se acomodó en su regazo y se acurrucó allí, ronroneando.

Comenzó a disfrutar de la película y de la comida recalentada como si de un manjar se tratase, cuando sonó su móvil. Puso los ojos en blanco y suspiró. Alcanzó su móvil, que había quedado aplastado entre el sofá y el bolsillo trasero de sus jeans y miró la pantalla antes de atender. Era Liam. Lo maldijo hacia sus adentros.

–¿Sí?

–Siena, necesito que regreses al trabajo.

–No jodas. Acabo de llegar a casa. He comido dos bocados de mi cena, y creo que es lo único sólido que he probado en todo el día.

–Estoy en una maldita escena del crimen, Siena.

–Mierda.

–Sí, me dicen que se trata de una tal Lola, actriz que suele trabajar con el director Marco Rossi. Ni idea.

–Si, sé quién es. Lola es su nombre artístico. Su nombre real es Ana Müller.

–Ven inmediatamente. Te estoy enviando la dirección al móvil.

El rol del asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora