Luis era mi vecino y también uno de mis mejores amigos de la infancia. Cada tarde, después de que yo llegaba de la primaria, tocaba a la puerta de su casa para invitarlo a jugar.
Luis no iba a la escuela y yo lo envidiaba, él podía estar todo el día en casa viendo televisión sin preocuparse por las aburridas tareas y sin tener que poner una alarma para poder despertar antes de que el sol se asomara.
Siempre jugábamos con mi balón, él usaba un par de zapatos un poco rotos, pero tenían magia, Luis era muy bueno para jugar fútbol.
Yo tenía una playera de la selección nacional que a Luis le gustaba bastante, era verde y con un calendario azteca al frente.
- Que linda playera- mencionó con un brillo en su mirar.
- Me la regaló Mamá- respondí.
Él sonrió y seguimos corriendo detrás del balón.
Esa noche le pedí permiso a mamá para regalarle la playera a Luis, ella accedió sin titubear y en la tarde siguiente se la di. Luis se alegró bastante, y jugó como nunca al fútbol.
No sabía que esa iba a ser de las últimas veces que lo vería celebrar un gol.
Poco a poco Luis comenzó a salir menos, me decía que ya no tenía energía para correr, así que optábamos por otras actividades, como jugar canicas. Ahí él no era tan bueno, muchas veces le gané sus piezas, pero al final siempre se las devolvía.
Conforme avanzaba el tiempo, Luis se veía más demacrado, usaba gorra y se notaban en su rostro unas ojeras bastante grandes.
- Tienes que comer bien- yo le aconsejaba inocentemente.
Él solo sonreía y cambiaba el tema.
Un martes, papá fue por mí a la escuela, al subir al carro me trataba con mucha amabilidad, yo estaba confundido ya que no era mi cumpleaños y mis calificaciones en ese entonces no eran las mejores.
Llegamos a casa y pedí permiso para ir a saludar a Luis, me negaron el permiso diciéndome que no había nadie en su hogar, mis padres salieron esa misma noche sin decir nada y me pidieron que durmiera.
Al día siguiente yo me alistaba para ir a la escuela, mamá se acercó y se sentó en la esquina de mi cama.
- Hoy no iras a la escuela - mencionó con la voz un poco cortada.
- ¿No hay clases? - pregunté.
- Iremos a ver a Luis-.
- A esta hora debe de estar dormido. - Respondí mientras peinaba mi pelo.
Mamá me vio directo a los ojos, lanzó un suspiro y dijo las palabras que esa mañana hacían añicos mi pequeño corazón.
- Luis falleció ayer, tenía cáncer terminal y no resistió más.
En ese momento, el peine que acariciaba mi pelo, golpeo el suelo. Sentí que alguien me apretaba fuertemente el pecho, no podía respirar. Mis ojos comenzaron a inundarse mientras mamá me abrazaba.
No sé qué paso después, no recuerdo nada más de ese día, ni siquiera sé si asistí al funeral o si me quedé en casa, no recuerdo haber visto algún ataúd sujetando el pequeño cuerpo de Luis. Mi mente no tiene registro alguno de esa tarde.
Solo sé que tiempo después, una tarde volví a jugar con él, Luis llevaba puesta la playera de la selección que tanto le gustaba, corría con gran velocidad, era inalcanzable y celebraba los goles con entusiasmo.
Sonreía, así lo recuerdo, así prometí que lo recordaría siempre.
ESTÁS LEYENDO
Lo Que Guarda Mi Silencio
Novela JuvenilSiempre fui de aquellos reservados que prefieren guardar silencio en una tarde de amigos, pero la vida me ha puesto a personas en mi camino dignas de mencionar. He pasado por momentos que valen la pena recordar. He tenido heridas en el corazón que n...