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Me levanté de nuevo en la misma habitación de todos los días desde hace cuatro meses. Era la hora de levantarse y mejor hacerlo antes de las nueve.

No quería que las enfermeras me pusieran una doble ración de pastillas para ver el mundo de otro color más bonito, como dicen ellas.
Como digo yo, para estar más drogado que antes.

El simple hecho de ponernos un uniforme solamente pts el desayuno me causaba gracia. Parecía que no querían que nos ensuciásemos la poca ropa que teníamos a causa de las patillas, las cuales hacían efecto de manera distinta a cada persona. Mayoritariamente vómitos.

Como de costumbre a las ocho y media pasaron por mi habitación a hacer la revisión y darme el horario de hoy. Solamente le daban horario a los que se les olvida todo con facilidad, cosa que a mi no me pasaba, pero que admití para ver las actividades del día y en cuales esconderme para no ir.

Hoy era martes y odiaba los martes.
La mayor parte del día me la pasaba en el comedor o en el jardín interior, también conocido como invernadero. Prefería ser amiga de las plantas medicinales como la marihuana a socializar con el resto de extraños en el recinto, para ser sincera.
¿Cuándo quieres ser amiga de un psicópata cuando tenias a tu conciencia y una planta que te hacia tener alucinaciones?

No estuve pensando nada mientras desayunaba que me dediqué a pensar la razón por la cual cada una de las personas estaba aquí dentro. Además de criticar su aspecto en profundidad. Cosa que me encantaba y realizaba que era una de las peores cosas de mi increíble personalidad.

Allí estaba la que no se cortaba el pelo, Mildret. Era una de mis compañeras en el taller social. Un taller que servía para todo menos para socializar. Mildret tenía shocks constantes, decía ser una semi-diosa y que su novio era Percy Jackson. Algo en la media de lo normal.

Después encontrábamos al que quería planear su gran huida por tele transporte a través de su mente. Ni siquiera sabía su nombre, pero era conocido por haberse caído del primer piso tres veces. El pobre hombre solo quería volar y ser libre.

Nick, Ariel, Lan, Guess... Seguí mirando a cada uno de estos raros especímenes y pensando como se consigue la paz entre tanta variedad. Luego volví a pensar en las pastillas.

Sí, de ahí vendrán los calmantes.

Era el turno de Teresa cuando el chico con el pelo como estropajo me tapó las vistas. Estaba a dos mesas más alejado, pero al ser tan alto y grande me tapaba todo. Lo único en lo que podía fijar la vista era en él. Y en ese pelo asqueroso. De color... Ni siquiera era un color definido.

Siempre lo veía en las comidas, pero nunca en las actividades. A lo mejor se escondía como yo o simplemente escapaba. Creo que se llamaba... ¿Paul?

- Michael Gordon Clifford -gritó la enfermera mientras sostenía un paquete en la mano. " Paul " se levantó para cogerlo y ahí me quedó claro que no se llamaba Paul. Que se llamaba Gordon, como alguien gordo, como él estaba. Ahora sería más fácil recordar su nombre.

No quiso abrir el paquete, algo extraño para los de dentro. A todos los que les llegaban paquetes los abrían impacientes mientras los demás observaban curiosos el contenido. Pero él no lo hizo. Siguió comiendo su desayuno, huevos con salchichas.

¿Qué quería? ¿Ponerse más gordo?
Quizás estaba aquí porque no comía y tenía que comer desbastadores raciones de comida. Solamente, quizás.

¿Qué tendría él para estar aquí?

Fisicamente, apartando el hecho de la gordura, no tenía cicatrices. Tampoco parecía tener los típicos efectos de un fumador, drogadicto o persona con trastornos nocturnos. Se le podían ver a la perfección los ojos azules, ¿o eran verdes? Tal vez una mezcla de ellos.
Y por como le había dicho "Gracias" a la enfermera, su voz no tembló ni se rompió en pedazos. Era muy grave.

-Tampoco un problema social- deduje.

¿Entonces? ¿Qué haces aquí dentro, Gordon? Aparentas ser el más normal de aquí dentro. ¿Será por qué lo eres?

Desde que me metieron aquí he estado pensando en las razones por las cuales me tuvieron que traer. La única cosa menos ilógica que tenía en mente era por culpa de mis compañeros de instituto. Aquellos compañeros que me decían ser rara por no ser como ellos. Normales. Perfectos.

Miré al chico con curiosidad.

¿Y si le han metido aquí por ser demasiado perfecto?

Repasé cada detalle que mi vista me dejaba por la distancia.

¿Por qué es demasiado raro ser alguien tan ilógico?

Y cuando su mirada se levantó para encontrarse con la mía, acompañada de la primera sonrisa amable que no veía hace tiempo, me propuse encontrar el motivo de su estancia.
Y ante tal pensamiento una pequeña sonrisa siniestra se situó en mis labios

Te lo digo de antemano Clifford... Serás mi pequeña rata de laboratorio.

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⏰ Última actualización: May 11, 2015 ⏰

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