—El día que tome tu mano, será el día en que te secuestre.
—¿En serio me estás amenazando, Kyoya?
—Sí.
—Yo sabía que no te agradaba, pero esto sobrepasa el límite.
—Hum...
—Y no me gruñas como un animal.
El ambiente estaba tenso, todos estaban esperando cualquier movimiento en falso para lanzarse sobre aquella nube huraña y enojona, pero nada más pasó.
Solo las miradas intensas y el silencio.
Porque Kyoya odiaba a Tsuna.
Y Tsuna odiaba ser odiado.
Tal vez por eso no creyeron que, con el tiempo, esos dos generaran entre sí una extraña tensión que podría interpretarse como sexual-agresiva con toques de dulzura sin contacto físico.
¿Y cómo era eso posible?
—Pedí takoyaki.
—Hum...
—Sé que eso te gusta porque te recuerda a nuestra ciudad natal.
—¿Y qué quieres que te diga, herbívoro?
—Un simple gracias me basta.
—Primero te arranco la lengua.
—Tienes prohibido acercarte a mí.
—No me prohíbes nada, Sawada.
Y se acercaba de forma amenazante. Tsuna se encogía un poco mientras fruncía el ceño preparado para atacar de ser necesario.
—¡Aleja tu cara de mi cara!
—No hace falta que me acerque tanto para que se te erice la piel.
Y había un acercamiento intenso entre esos dos, sin importar el lugar o los testigos, solo eran ellos dos en medio de una pelea invadiendo un círculo imaginario de espacio personal. Amenazas, miradas, risitas divertidas, más amenazas, y ni un poco contacto físico.
—Ya consigan un cuarto.
Reborn solía hacerles burla, era obvio, porque fue el primero en darse cuenta que esa fachada de "no te soporto" era puro orgullo sin valor y estupidez ante algo que era evidente.
—Se les nota la homosexualidad —Reborn lo decía con naturalidad—. A los dos —recalcaba divertido.
Pero los demás presentes no estaban tan de acuerdo con lo dicho, en parte porque no entendían esa rara dinámica, y por otro lado estaba su negativa a que su amado cielo le entregara su corazón a un ave huraña y agresiva como era Kyoya.
Alguien dio alguna vez la sugerencia de empujar a ese par hasta que esa tensión sexual explotara.
Pero otros optaban simplemente por ignorarlo y darles su espacio.
Pero fue alguien ajeno quien derramó ese vaso.
Fue un día agitado, sangriento, desastroso, donde el cielo se quebró ante un enemigo para darle oportunidad a su querida familia. Se ofreció de víctima para que su guardián del sol y tormenta salvaran su vida. Y las garras de un idiota se llevaron al amado cielo sin dejar rastro o razón.
La nube auguraba desastre.
Y en solitario actuó casi con frenetismo.
Mientras la familia buscaba sin descanso, Kyoya recolectaba esa información y usaba a sus contactos extra para trazar una ruta que solo él sabía. A espaldas de todos los demás encontró a su cielo, y llegó a él como un salvador.
Tsuna recuerda una luz cegadora que nació encima de su cabeza y por primera vez le permitió ver parte de lo que fue su calvario, su infierno. Después admiró esos ojos azules que brillaban de alegría y orgullo por haber completado su cometido. Y finalmente estaba aquella mano que se estiró para ser su guía y liberación.
—Muévete herbívoro. Toma mi mano.
Tsuna parpadeaba confundido, aturdido, perdido entre los segundos que contaba desde hace una eternidad. La voz le rebotaba en la mente y en medio de su borrosa visión solo elevó sus dedos. Porque el instinto le dictaba aferrarse a esa luz.
Pero estuvo tan débil que apenas pudo deslizar sus dedos unos centímetros sobre los ajenos, y torpemente entrelazó la punta de sus falanges con los otros.
—Ven conmigo. Esfuérzate.
Tenía la garganta tan seca que no pudo decir nada y solo suspiró pesadamente antes de mover sus cansadas piernas para intentar estirarse un poco más. Pero las fuerzas le fallaron y cayó. Quiso quedarse ahí, sin hacer nada, dejándose vencer por el sueño y la debilidad.
—Tsuna.
Algo hacía eco en su mente.
El sonido de gritos y disparos.
El recuerdo del chocolate caliente y el olor del arroz.
Todo se volvía borroso y sin sentido.
No recuerda mucho después de eso.
Tuvo tiempo de descansar y soñar con su infancia.
—Ya está bien, no te preocupes.
—Pronto despertará.
—Cuando abra los ojos deberías decirle que lo amas más que a tu estúpido orgullo.
—Tsunayoshi.
Las voces se intercalaban, las palabras no tenían sentido y a veces sí lo tenían.
Un día simplemente abrió sus ojos y lo primero que hizo fue ver la mano sobre su pecho. Sus dedos llenos de pequeñas cicatrices, delgados, un poco rozados y entumecidos, los cuales se entrelazaban con otros más claritos, de alguien a quien conocía.
Aun no procesaba bien la información y las palabras eran como sonidos irregulares.
Durmió un poco más.
Despertaba cada vez más seguido.
Y al final se dio cuenta que aquella persona siempre estaba a su lado, al menos la mayor parte del tiempo.
—No permitiré que vuelvas a hacer algo tan estúpido.
—No cuestiones mis decisiones, Kyoya.
—No vuelvas a dejarme.
—No me ordenes algo tan egoísta.
—Solo deja que te cuide.
—Solo hasta que pueda valerme por mí mismo.
—No.
Y de nuevo hubo un acercamiento muy tenso, el rostro de Kyoya demasiado cerca, esa sonrisa burlona y prepotente. Tsuna iba a protestar.
—Dije que te cuidaré hasta que yo quiera cuidarte.
—No quiero.
—No me importa.
Se acercaron tanto hasta que sus mejillas se rozaron, y entre risitas suaves se dedicaron un suave y gentil beso.
Y pelearon un poco más.
ESTÁS LEYENDO
Sonata de jalea
FanfictionResumen: Serie de cortos sobre la pareja Hibari x Tsunayoshi del fandom Katekyo Hitman Reborn. Participación en el flufftober 2022 organizado por la página de faceboook Es de Fanfics. #Flufftober2022 #Esdefanfics