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Su auto se había descompuesto a mitad de una tétrica carretera a media noche luego de haber tenido un día monumental de mierda, la suerte de Tracy Roberts no podía ser peor. Según el tablero se había quedado sin batería.

Salió del auto con una maldición y azotó la puerta, fue hacia el cofre y revisó si había alguna cosa más allí que estuviera mal, pero todo se veía bien, realmente parecía ser la batería, suspirando dejó el cofre levantado y volvió al interior del auto para buscar su celular y llamar a una grúa.

Divisó las luces de un auto desde el frente, no mucho después un auto negro se detuvo justo frente a ella sin apagar las luces. Tracy frunció el ceño desconfiada, un rastro de temor al ser una mujer varada en una carretera y ver un extraño, tomó su bolso, sacando gas pimienta y su celular con el número de la policía listo para marcar en la pantalla.

La luz le dificultó ver con claridad a la persona que bajó, pero podía decir que se trataba de un hombre alto.

—¿Ocurrió algo? ¿Puedo ayudarla? —preguntó una voz preocupada y amable. Tracy detectó un acento, quizás europeo, no lo sabía, una parte de ella se sentía aliviada por haberse topado con lo que probablemente era un buen samaritano con complejo de salvador, otra aún se sentía desconfiada, no bajó del auto.

—Mi batería —se quejó, el gas pimienta en su mano derecha—, ¿traerás unos cables de corriente en ese bonito auto tuyo?

—¿La betería? Que desafortunado —dijo el hombre, quien avanzó unos pasos, haciéndose más visible—, afortunadamente para ti, nunca los bajó de mi auto.

Tracy se enderezó al vislumbrar mejor su rostro entre sombras. Era atractivo, parecía amable y educado. Su rostro le resultó ligeramente familiar, se relajó un poco y le sonrió curiosa.

—¿Te conozco de algún lado?

El hombre, quien vestía completamente de negro se acercó un poco más.

—Bueno, señorita Roberts, de hecho es así, si.

Tracy intentó recordar de dónde conocía a ese hombre, un tipo bien vestido, claramente snob, debía haberlo visto en su trabajo, era mesera en una cafetería pretenciosa para personas aún más pretenciosas.

Sintiéndose mucho más relajada salió del auto.

—Claro, claro —mintió sin intentar recodar, veía tantas caras todos los días que la agotaba—. ¿De hace unas semanas, no? —intentó zafarse.

El hombre se acercó aún más, su rostro visible por completo.

—No, en realidad no, señorita Roberts, nuestra reunión sucedió un poco más atrás. Un día de noviembre hace medio año, usted derramo café sobre mi, no se disculpo. Es más, pienso lo hizo a propósito, dado no era la primera vez hacía algo como eso, recuerdo verla derramando café sobre la tarea de un pobre chico.

Tracy frunció el ceño, confundida e irritada al verse descubierta. A veces hacia eso, molestar un poco a esas personas, la mayoría se sentía mejor que ella, ni siquiera dejaban buenas propinas.

—¿Si? Lo que sea, ¿tienes los cables o no? —Tracy masculló— Hace frio, estoy cansándome de estar aquí.

Cuando el hombre llegó cerca de ella, sonrió ligeramente. Y había algo allí que la hizo sentir extraña. Dio un paso atrás, sorprendiéndose cuando su espalda topó con el costado de su auto, no sabía porque se sentía tan nerviosa.

—Sabes que, déjalo así, llamaré a la grúa, puedes irte.

El hombre dio un paso al frente otra vez.

Un hombre amable a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora