Epílogo: Que yo cree

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Advertencia: El siguiente capítulo contiene escenas con material perturbador y aborda temas sensibles de forma explícita. Leer bajo su propia responsabilidad.

...

Kohaku fue siempre la razón del por qué podía ser tan irracional.

Era quien le hacía tener otro foco de atención que no sea la ciencia.

Empujó feroz. Las paredes a su alrededor lo apretaban tan dolorosamente exquisito que sentía no poder soportar más. Un sonido salió de los labios resecos de ella.

Y eso lo fascinaba.

No entendía por qué, que era lo que había hecho ella para que esté así, para que piense así, para que actúe así. Quería descubrirlo, quería saberlo, necesitaba saberlo.

Intentó cerrar sus piernas, abrazándolo y sintiendo su calor en la cintura en el proceso. Ella se estremeció bajo suyo, había rozado su clítoris.

Lo empezaba a disfrutar, tanto como él lo hacía.

Y todo era culpa de ella.

Era su culpa por estar siempre con él, con esa estúpida sonrisa y ojos brillantes, siguiéndolo y apoyándolo. Era su culpa por ser tan inocente. Era su culpa por hacer que su mente solo piense en ella. Y era aún más su culpa de que él sacará esa parte tan asquerosa y repugnante solo y únicamente por ella. Por qué la quería a ella.

Por qué la necesitaba. La necesitaba tanto que le importaba poco tenerla como la tenía ahora estando ella así.

Bajo los efectos de la escopolamina.

Y vaya que había funcionado a la perfección. Kohaku estaba completamente a su merced en sumisión.

Sumisión química.

El solo verla era prueba de eso. El calor ardiente en su piel al rozarse. Su mirada perdida hacía el techo, pero con las pupilas tan dilatadas que acentuaban el azul de sus ojos. La respiración acelerada que subía y bajaba su pecho. Cómo intentaba gemir, aun cuando su voz no salía por la resequedad en su boca. Cómo sus labios, agrietados y pálidos, se entreabrían para llamarlo a qué los devore como un dulce manjar.

Todo un cuerpo que quería poseer.

—Bésame. —Su voz sonó suplicante más que dominante por las increíbles sensaciones que se acumulaban en su vientre. Y sin esperar más, ella lo besó.

Un beso que empezó tembloroso se volvió desesperado y frenético, así como sus embestidas.

Aun cuando no esté bien.

Mordiendo con ímpetu los labios y jugando con su lengua, se aferró al borde de la cama y empujó lo más profundo y duro que pudo. Las piernas de Kohaku temblaron y sintió su cadera retroceder y sus pechos rozarse, arqueando la espalda. No iba a durar más.

Salió de su interior contra su voluntad solo para masturbarse frente a ella. Sus dedos, apretándolo y moviéndose veloz contra su falo, se humedecían de la combinación del presemen y la sangre. Frunció el ceño y mordió su labio inferior para reprimir el gruñido que en su garganta se atoraba y dejó salir su semilla en el esbelto abdomen de ella. Todo mientras estimulaba el clítoris con la otra mano con las ansias que Kohaku se viniera también.

No importaba el método, pero ahora Kohaku era de él.

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Senku descubrió hace mucho que guardaba sentimientos por Kohaku. Quizás desde antes de ingresar a la universidad. No lo sabía.

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