Paul x Daniel (parte 2)

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Puntitos blancos en el cielo.
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— Daniel, están tocando el timbre.

Daniel sólo asintió ante el aviso de Ted sin despegar los ojos de la pantalla de su computadora.

Ted volvió a pasar por su lado— Daniel están tocando el timbre.

— Sí, en un momento voy.

Incluso ante la indiferencia de Daniel, Ted volvió a pasar por el lado de su hermano una vez más— Daniel, están tocando el maldito timbre; y sabes que es para tí.

— Sí, si, sólo... necesito enviar esto y ya voy, ya voy.

— Sabes, si vas a tener novio, por lo menos deberías considerar organizarte mejor— masculló Ted un tanto fastidiado mientras se dirigía hacia la ventana que daba a la calle— ¿Que acaso no sabías que ese tipo de cosas toma tiempo? —siguió protestando aún desde allí— ¡Quién es! —le gritó a la nada cuando abrió finalmente la ventana de un sólo tirón.

— Hola Ted.

Ted miró hacia abajo con los brazos firmemente apoyados contra el marco y fingió sopresa al ver al risueño Paul mirarlo desde abajo— Oh, eres tú. Hola Paul.

— ¿Está Daniel?

— Claro ¿Si no, dónde más podría estar? Las únicas razones por las que sale de su cueva son por...

— Paso, paso —se abrió paso Daniel, con su gracia, haciendo a Ted a un lado en la ventana.

Ted se metió dentro refunfuñando quejas inaudibles y Daniel ocupó todo el marco de la ventana con su luminosa presencia.

— Hola Paul —le sonrió al joven bajo su ventana.

— ¡Oh, Daniel, Daniel —dramatizó Paul haciendo ademanes exagerados—, deja tu cabello caer!

— No jodas —rió Daniel con los ojos enchinados por las ocurrencias de Paul—, ya bajo, espérame ¡Oh, trajiste tu guitarra!, ya voy, ya voy...—y se metió dentro completamente emocionado—. ¡Ted, voy a salir!

— Aleluya —exclamó Ted con sarcasmo.

— ¿Viste mi guitarra? Oh, ya la ví.

— ¿Tienen ensayo? —consultó Ted apoyándose en el marco de la puerta de la habitación de Daniel.

— No, sólo saldré con Paul un momento —le respondió Daniel mientras se arreglaba primorosa pero rápidamente frente al espejo.

— ¿Y para qué es la guitarra?

— Para tocarla, obvio —bromeó Daniel con su sonrisa de ratoncito.

— Ajá.

— Ja, ja, sólo iremos al parque y seguramente nos sentaremos en algún lugar y tocaremos algo, no lo sé...

Ted miró a su hermano con los ojos entrecerrados— Ustedes dos son demasiado cursis—y dicho eso se dió la vuelta.

Daniel, indiferente ante el comentario de su hermano mayor, tomó su guitarra y su morral, y salió de su habitación a paso grácil y seguro; y, aún así, se cruzó a Ted en el pasillo.

— ¿Oye, vas al parque o una jodida excursión de campo?

— ¿Qué, por qué?

— Mira el tamaño de ese morral ¿Qué cargas ahí, tu casa de campaña? —le objetó Ted parándose frente suyo.

— Oh, hombre, no jodas —suplicó Daniel a punto de desesperarse—... Dame paso, paso, por favor, paso —y ya estaba desesperado—, Ted, déjame pasar ¡Ted!

𝘊𝘰𝘴𝘢𝘴 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦... INTERPOL♪♫•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora