Prólogo.

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Hace 17 años

- ¡Cariño! - grita Elisa desde el sofá, en el cual se encuentra tumbada boca arriba, con el bol de palomitas en su barriga.

- ¡Dime! - grita Benjamín, su marido, desde la cocina.

- ¿Me traes un vaso de agua por favor? - vuelve a gritar Elisa.

Benjamín deja de pelar patatas y sirve un vaso de agua para llevárselo a su mujer. Cuando entra, la ve incorporándose como puede con su gran barriga. Sonríe para él y se lo da mientras se sienta a su lado.

- ¿Qué tal mi pequeña? - le pregunta mientras da un beso a la barriga de su mujer.

- Pequeño. - dice Elisa mientras deja el vaso en la mesa del salón.

- Eso no lo sabes. - contesta riéndose.

- ¿Quién lo está llevando 9 meses dentro?

- Tú. - dice dándola un beso. 

- Contestando a tu pregunta, está revoltoso hoy.

Elisa coge la mano de su marido y la apoya con delicadeza en el lado izquierdo de su barriga, Benjamín no tarda en notar las pequeñas patadas. Ambos sonríen y se miran. Decidieron que no querían saber el género, querían que fuera sorpresa. Se envuelven en un beso mientras se ríen, se ríen de emoción, de ganas, de entusiasmo, de querer ya coger a su hijo en brazos y darle todo.

Elisa es diseñadora, y Benjamín es artista, su casa siempre está llena de alegría, de colores, de telas amontonadas en la habitación de costura de Elisa y de pinturas en el desván que usa Benjamín para dejar ir su inspiración. En su casa nunca reina la tristeza, ni el peligro, ni la decepción... Pero pronto todo se tornará de unos tonos rojizos que harán que todo de un giro de 360º.

***

Elisa se levanta del taburete en el que se sienta para usar la máquina de coser mientras nota una patada intensa. O eso es lo que ella cree. Se apoya en la mesa y se lleva una mano a la tripa. Cierra los ojos y suelta el aire mientras nota como rompe aguas.

- ¡Benjamín! - grita de golpe.

- ¿Qué quieres? ¿Agua? ¿Palomitas? ¿Churros? - la pregunta empezando a nombrar todas las cosas de las cuales ha tenido antojo durante su embarazo.

- ¡Benjamín! - vuelve a gritar.

Apoya la otra mano en la mesa, y empieza a coger y soltar aire, tal y como le enseñaron en la clase de preparación para el parto. Esa segunda llamada, hace que vaya corriendo a la habitación donde está su mujer.

- ¿Qué pasa? - la pregunta asustado.

- Coge la mochila del hospital, nos vamos.

- ¿Cómo? ¿Ya? - empieza a preguntar nervioso mientras corre a la habitación a cogerla. - Inspira... Espira... - le dice a Elisa cuando vuelve a su lado.

- Cállate. - le suelta. - ¿Cogiste las llaves del coche? - pregunta mientras se montan en el ascensor, sabiendo que si de normal su marido es despistado, ahora que está nervioso, lo es aún más.

- Sí. - dice enseñándoselas.

- Esas son las de casa de mi madre. 

- Joder, joder, joder.

Sale del ascensor nervioso y vuelve a la puerta de casa, entra y cambia unas llaves por otras. Cuando vuelve al ascensor se pone a susurrar "inspira" y "espira", pero en vez de decírselo a su mujer, se lo está diciendo a si mismo.

- ¡Mírame! - le grita Elisa, él lo hace y de repente le suelta un bofetón, Benjamín abre los ojos y la mira atónito. - ¿Mejor?

- Mejor, gracias.

Los dos se montan en el coche y ponen rumbo al hospital mientras llaman a Javier, médico e íntimo amigo. Cuando llegan, sale Javier con una enfermera y una silla de ruedas. Sientan a Elisa en ella y los 4 entran corriendo al hospital mientras las contracciones se hacen más fuertes y más seguidas.

Cuando llegan al paritorio, ponen a Elisa en la camilla y Javier la mira, explorándola. Asiente con la cabeza en señal de que ha dilatado lo suficiente como para empezar a empujar. Elisa grita y le agarra la mano a Benjamín, que siente como en cualquier momento su mano puede quedar echar trizas.

La enfermera, Almudena, ayuda tanto a Javier como a Elisa, incluso a Benjamín. Un último empujón y de repente la habitación se llena de un llanto, seguido del llanto de Elisa y la risa de Benjamín. Javier apoya al pequeño bebé, varón, en el pecho de su madre mientras sonríe y le ofrece las tijeras a su amigo para que corte el cordón umbilical. 

Al cabo de un par de minutos, Almudena coge al pequeño y lo empieza a examinar. Benjamín y Elisa se dan un beso que viene cortado por un grito de ella.

- Algo va mal. - dice agarrando la mano a su marido.

- Será la placenta. - dice Javier mientras se acerca a examinarla.

- No. - le dice Elisa entre medias de otro grito, Benjamín se preocupa y mira a Javier, que tiene el ceño fruncido.

- ¿Qué pasa? - pregunta asustado, pero Javier no le responde. - ¿¡Qué pasa!? - le grita para que se le oiga por encima de los gritos de su mujer.

- Viene otro.

La habitación se vuelve fría, fría y tensa, solo se llena de los gritos de Elisa y al final, del llanto de otro bebé. Javier repite la misma operación y cuando Benjamín corta el cordón, Almudena coge el otro bebé y lo lleva junto a su hermano para examinarlo también, Javier también se acerca y empiezan a hablar por lo bajo.

Elisa teme, teme por el destino de sus hijos, de sus gemelos. Mira con los ojos llenos de lágrimas a Benjamín, suplicándole que haga algo. Su marido la da un beso en la frente, con el mismo temor que siente ella.

- Son gemelos. - dice Almudena rompiendo el hielo, Elisa rompe en llanto.

- Alejaros de ellos. - dice Benjamín soltando la mano de su mujer y yendo hacia los bebés. - Alejaros. 

Javier levanta las manos y se aleja, al igual que Almudena. Mira a sus hijos y los ojos se le llenan de lágrimas, de emoción, pero a la vez de miedo. Mira a su mujer, que llora desconsoladamente y luego mira al médico y a su enfermera.

- No les vais a hacer nada a mis hijos. - les dice amenazándolos. - Examinar a Elisa y de aquí nos vamos, aquí no ha pasado nada, no tiene por qué pasar nada.

- Benjamín... - dice Almudena.

- ¡No! - grita tajante. - Nos vamos a ir, los cuatro de aquí, vivos, y no nos vais a volver a ver en vuestra vida. Examinar a Elisa.

- Tú lo has dicho, no tiene por qué pasar nada. - le dice Javier bajando las manos. - No queremos hacer daños a los bebés, soy médico, y ella enfermera, salvamos vidas, no las quitamos.

- No te creo.

- Eres mi amigo desde la infancia, jamás te haría eso.

- Tú no, pero ella sí. - dice señalando a Almudena.

- Ella no es la primera vez que lo ha hecho. Confiar en nosotros, por favor, Benjamín, nunca te he fallado, no lo voy a hacer ahora.

- Cariño. - le llama su mujer, Benjamín se gira hacia ella, que asiente con la cabeza.

- De acuerdo.

Elisa y Benjamín miran a sus hijos, a los que han llamado Axel e Izan. Y desde ese momento, saben que todos los de esa habitación correrán peligro durante toda su vida, aunque todo salga bien. Y desde ese momento, los tonos rojizos, inconscientemente, predominaron en los diseños de Elisa y en las obras de Benjamín.

PROYECTO GÉMINISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora