Dulce o Truco

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Draco Malfoy había vivido una niñez monótona, por no decir súper aburrida. Siempre frustrado y restringido por las normas no escritas de la exigente vida que llevaba como único heredero de una de las familias sangre pura más importantes del mundo mágico.

Por eso, al llegar a Hogwarts y experimentar, de primera mano, cada una de las festividades y actividades que los niños usualmente viven en su infancia, se le imposibilitó no obsesionarse con cada una de ellas.

Especialmente Halloween.

Dado eso, no fue cosa extraña que, una vez adulto, con casa y familia propia, se tomara un descanso del trabajo para dedicarse única y exclusivamente a decoraciones y disfraces.

Nada lo ponía de mejor humor que la noche de dulce o truco. Y ni hablar de cómo su emoción por la fecha se incrementó desde que tenía un pequeño secuaz con quien compartirla.

-No, Lucian. Basta ¡Hey! -Draco, ya completamente sacado de quicio, hechizó las manitos de su hijo, con la intención de que dejara de moverlas mientras agregaba el último toque a su disfraz- Así está mejor ¿No te parece, bebé?.

-¡Expelliarmus! -Chilló, con la adorable voz que sus cinco años le otorgaban.

El pequeño niño sacudió sus brazos, ya libre del encantamiento, evidentemente encantado por la varita falsa que su padre le otorgó para complementar su atuendo.

  Harry le cruciaría hasta las dientes, pero valdría la pena.

  Y hablando del diablo, escuchó pasos cruzando el segundo piso de camino a las escaleras de madera.

-¿Por qué no vas por tu calabaza, pequeña bestia?.

  Lucian se alejó en un tornado de risas y emoción. Justo después, Harry Potter, alias "El niño que vivió", "Héroe de oro", "Salvador del mundo mágico" o también y más recientemente conocido como "El esposo de Draco Malfoy" entró, haciendo rebotar a un risueño bebé de diez meses entre sus brazos. Hablándole de esa forma aniñada y ridícula que irritaba y maravillaba a Draco a partes iguales.

-¿Listo, Dray?.

La segunda, pero no menos importante razón de Draco para poner tanto empeño en un "Halloween perfecto" era precisamente ese hombre. Hacer lo que estuviera en su mano para tenerlo entretenido o pensando en cualquier otra cosa que no fuera la muerte de sus padres y la tortura prolongada que sufrió tras ese punto.

  Dicho eso, se tomó su tiempo para recorrer ese músculo y trabajado cuerpo envuelto en un complejo traje de cuero. Desde las botas hasta la rodilla, siguiendo por el ajustado par de pantalones con cordones en los bordes y culminando con un abrigo que abrazaba sus bíceps de una forma que debía ser ilegal.

-¿Y tú que se supone que eres? -Preguntó con sorna, alzando una ceja en dirección a su pareja.

-¿No te gusta? -Dió una vuelta, como si fuera necesario que se girara para que Draco fijara su atención en su magnífico trasero- Deje de lado la peluca rubia y el parche del ojo porque me parecía algo excesivo. Soy un jinete de dragones.

-Oh, ¿En serio? -Se acercó a paso lento, sonriendo seductoramente y complaciéndose ante las mejillas sonrojadas de Harry.

-Sí, puedes preguntarle a los duendes de Gringotts si no me crees... -Susurró, un leve tartamudeo presentándose al tenerlo lo suficientemente cerca.

-No necesito hacer eso, me consta lo bien que montas dragones.

Si ya las mejillas de Harry estaban coloradas, le bastó solo eso para que el rubor subiera hasta sus orejas. Cualquiera que no lo conociera pensaría que el hombre era un mojigato.

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