Capítulo 04 - Collar

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20 de diciembre

La voz: —No hablaremos nada de lo que paso hace una semana, no se lo debes de decir a nadie, porque a nadie le importas, todos mienten.

Sofía: —Eres alguien diferente, tu voz es diferente ahora… ¿Quién eres?

La voz: —No lo sé, mejor dime ¿Quieres eres tú?

Me encontraba sentada en mi cama todavía falta una semana para irme del hospital son las 10:00pm, me encuentro terminando uno de los libros que me han traído para pasar el tiempo aquí en el hospital.

Robín Hood, Robín de los bosques. Hace poco mi madre me conto que cada uno de los libros que poseo ahora, son heredados. Primero fueron de un señor, que antes de fallecer se los dio a una señora, está un día se iba a mudar de casa, estaba a punto de tirarlos a la basura, cuando en eso llega mi padre a visitarla, este se ofreció a llevarlos a casa y aquí se quedaron. Ahora son míos, uno de ellos es Robín Hood.

Los labios de los enamorados se unieron. El sol iba desapareciendo con lentitud y en las ramas de los arboles los pajaritos trinaban alegremente…

Fin.

Lo cierro uno de mis libros favoritos. — ¿ahora que procede?

Es lo que suelo preguntarme cada que termino uno, más cuando me atrapan en su mundo, cuando vivo de cerca lo que viven los personajes. Cuando siento…En eso tocan la puerta.

—Señorita Clark, ya es hora de apagar las luces—. Era la enfermera del turno de noche. Termina de entrar a la habitación, se sienta a un lado de la cama, no sé con qué intensión lo hacía.

—Señorita, ¿en serio no recuerda nada de ese día? —su voz era susurrante. No tenía nada que decirle—no tienes por qué responder—aun así quería escucharla, tal vez me diría algo más, que yo no sepa.

—Como le he dicho a todos no recuerdo nada, hay meses en blanco, dime… ¿qué recuerdas tú?

—Yo…yo recuerdo que era mi primer día de trabajo como enfermera, ya había hecho cursos, pasantías, pero nada me había preparado, para aquel día…—su voz ahora estaba quebrada.

¿Qué había visto esta chica ese día?

¿Tan mal estaba? ¡Detesto no recordar nada!

La voz: —Es que no debes…no debes de recordar nada… es mejor así…

Sofía: —Déjame en paz mejor…

Tomo su mano, la sentía húmeda y fría, como si recién sus manos estuvieran en el agua. — ¿Puedes seguirme contando?

—Eras solo una pequeña…tenías unos 16 años…—aparta su mano de la mia—. Con un amor para dar…en eso sucedió, esa tragedia, su brazo…

Su mano derecha se dirige a mi brazo izquierdo y la deja ahí, la mira como si siempre debió estar su mirada ahí, como si conociera mi propio brazo izquierdo incluso más que yo. Su mano baja hasta encontrar la mia.

—En esta mano poseía la carta, y fue su brazo el que recibió todo su peso, el peso del golpe contra la carretera dura, rasposa, usted en ese momento demostró lo fuerte que es, siempre ha sido fuerte, lamento lo que allá pasado, desde ahí prometí cuidar de usted. Igual como por todos aquellos pacientes que atiendo. Sé que tal vez, sea un poco difícil esta situación. Se veía improbable la idea de que despertaran…despertara, digo.

Con lo último dicho se levantó de inmediato, y se fue de la habitación. Decía la verdad, en esos ojos azules como el mar, pude ver verdad en cada una de sus palabras, no se quien sea. Me agrada, siguiendo con lo que me conto…

Mientras vemos las Estrellas © Libro 02 - Terminada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora