Capítulo 4

52 7 0
                                    

Ángelo Vryzas Savvidis, como era el nombre del griego, fue mi primer compañero en un trabajo. Solía hacer las cosas solo, era mejor desde cualquier punto de vista. Sin embargo, por insistencia de su tío quien pidió mi compañía.

El trabajo no era otro más que dar con el paradero del asesino de su hermano, cazarlo y desaparecerlo. Estaba convencido podía hacerlo solo, pero William tenia sus dudas. Hasta yo las tuve, ese enorme cuerpo no le resultaría productivo en nada.

¡JA! ¡Que equivocada estaba! Mi trabajo no fue otro, más que ubicarlo, buscar al forma de atraerlo a nosotros y hallar el sitio en que desaparecería.

Todo lo demás lo hizo el griego y puedo dar fe que disfrutó cada puto golpe que destrozó a ese hombre. Fue protagonista de cómo sus puños molían a golpes a ese infeliz. Todo esto con una sonrisa, mientras yo me fumaba un cigarro en ese bosque, al acabar se adentró al bosque por largos minutos. Dorso desnudo en una mezcla de lodo y sangre, con el rostro desfigurado por la ira.

Los detalles de la muerte de su hermano no los tuve claro, ni siquiera hoy, luego de tanto tiempo se lo que ocurrió, pero si quien mandó a asesinarlo.

Cabo la tumba con la ayuda de una pala, preguntó el sitio correcto y se dejó guiar. Había que lanzar algo para que los roedores y animales no los sacaran y hacer una tumba profunda. Intentó ser cordial y amable, pero yo conservaba mis reservas por lo que hizo con Stan.

Dos costillas rotas, un brazo enyesado y varios dientes partidos. Con todo, me demostró que era algo más que un niño rico jugando a ser malo.

Compartimos experiencia con el cadáver como único testigo. Él había intentado ser sacerdote por instigación de su madre y a mi uno me había dado la vida. Odiaba al igual que yo y quizás un poco más toda estructura religiosa.

Me burlé de su tatuaje un corazón sangrando y le insté a hacerse uno de hombre. Y lo hizo, el rostro de un demonio que cubriría toda su espalda, el primero de muchos. Hoy día todo su cuerpo estaba lleno de tinta, uno en cada lugar que visitamos, por cada muerto y trabajo bien realizado.

Al volver a nuestras labores cada uno ocupó su puesto y yo me olvidé del griego. Hasta cierto día en que fui llamado para indicarme que había un nuevo puesto para mí, con el chef como jefe. El trabajo había estado tan bien realizado, que muchos querían algo parecido.

No trabajáramos solos pues sería agotador.

Se necesitaba un número de hombres y al preguntarle cuantos fue enfático en decir ¡Cincuenta! Al cuestionar quienes estarían a nuestro lado yo di mi opinión ¡Huérfanos! Y yo conocía a muchos.

Él, requería un nombre para no manchar su apellido y a su familia. Alexis Ivannov, el patrocinador de esta locura, lo bautizó con el nombre que lo acompañaría en adelante, Hermes.

Si alguien nos hubiera dicho a los chicos y a mí, que aquel individuo se convertiría en nuestro jefe. Y peor aún, que lo llegaríamos a tratar como un huérfano más. No le creeríamos y contábamos con motivos para no hacerlo.

El ataque que fue víctima Stan, su estatus social y el roce con las altas esferas que tantos nos despreciaban, lo sustentaban. Contra todo pronóstico eso sucedió, se ganó mi respeto y el de todos conforme lo fuimos conociendo.

De esa manera nació Hermes y los cincuenta. Un grupo criminal que se encargaría de limpia la escoria, sin importar en que esfera estaba. Más de ocho años y un sinnúmero de clientes que iban desde los yakuza, Triadas, cosa Nostra, la Camorra, L'Ndragueta, la mafia rusa o mafia roja, carteles de Colombia o México y las pandillas Centroamericanas. Pero también, con grupos estatales militares.

Noah (Saga Angeles y Demonios #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora