Preludio

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-Eso dicen -logré escuchar a Carlos.

-¿Entonces vienen los cinco a este lugar? -la voz de Maca temblaba de miedo, y no la juzgo, solo llevaba dos días en aquel lugar.

Era la más pequeña de nosotros, a penas había cumplido los trece y su peor error fue robar una barra de pan a plena luz del día y agredir tanto a un guarda de seguridad como a un policía. Lo que hace el hambre, ¿verdad?

-No -Carlos siguió hablando con ella -Solo vienen dos de ellos.

Un pitido fuerte me hizo sobresaltar. Llevaba cuatro años allí y aquel sonido seguía asustándome. Las puertas del gran comedor se abrieron. Dos muchachos entraron. Uno rubio y el otro castaño. Eran más pequeños que yo y se les notaba por la cara de niño que tenían. Los dos iban pegados el uno al otro. No dieron ni un solo paso, estaban analizando el lugar. Nosotros seguíamos en silencio mirándolos. El rubio estaba asustado, lo noté al ver su rodilla temblar. El carraspeo de uno de los guardias los pilló de sorpresa haciendo que pegasen un pequeño salto. El grupito de Rafa se rieron a gritos por sus reacciones. Puse los ojos en blanco y seguí comiendo aquel, insípido, puré de patatas. No iba a seguir mirando a unos niños miedosos. Había escuchado algo de lo que hicieron por los rumores en los pasillos. Las voces volvieron a escucharse dentro del comedor haciéndoles el vacío.

-Solo será un año -el castaño le habló al rubio para tranquilizarlo mientras pasaban por en medio de las mesas.

-Peor ha sido lo de James -murmuró el rubio -Hasta los dieciocho -siguió con un tono apenado.

Se estaban dirigiendo hacia las bandejas. Alguien tocó mi hombro dos veces. Me giré extrañada viendo a Maca mirándome con ojos de cordero degollado.

-¿Me haces las boxeadoras? -noté que estaba cansada y era normal, en aquel sitio era imposible dormir las primeras semanas.

Asentí con la cabeza y aparté mi bandeja. Me desplacé medio metro en el banquillo para que ella se sentase delante mía.
Observé, de reojo, a los dos chavales hablándose. Ya iba a acabar con la primera trenza cuando vi a Rafa levantarse de su mesa e ir dirección a los nuevos. Aquello significaba una cosa: pelea.

-Ni se te ocurra -levanté la voz mirándolo.

-¿Te piensas que les voy a pegar? -rio levantando los brazos.

Puse los ojos en blanco. Me puse a empezar la segunda trenza. Un fuerte golpe se escuchó en la zona donde los nuevos estaban. Todos nos giramos a ver al castaño con la bandeja en la mano y a Rafa en el suelo temblando. No llevaban ni veinticuatro horas allí y, seguramente, iban a ser encerrados en la habitación del pensar. Uno de los guardias corrió hacia ellos y cogió al castaño del brazo. En pocos segundos, el guardia arrastró al castaño para salir con él del comedor. El rubio fue tras ellos pero le cerraron las puertas en sus narices.

-Es inútil -comentó Carlos -Se lo llevarán al cuarto del pensamiento -se le notaba que no tenía ganas de hablar sobre eso.

-Habitación del pensar -rectifiqué sin mirarlos y acabando de hacer el peinado a Maca. -Listo -sonreí orgullosa mientras ella se giraba casi saltando de felicidad. Me levanté del banquillo para acercarme al rubio -Mira, lo máximo que hará tu amigo será rayarse todo lo que queda de día y mañana, a las seis de la mañana, lo sacarán para enviarlo a su habitación. -sonreí para tranquilizarlo -No te preocupes, todos pasamos por ahí; y tú -puse una mano en su hombro -también pasarás.

Su mirada a medida que hablaba expresaba más miedo. El blanco de sus ojos se puso rosado, iba a llorar y yo no iba a impedírselo. Todos pasábamos por ahí. A muchos nos trajeron a la fuerza, y otros solo cedieron al estar completamente en shock. Saber que no vas a ver a tu familia en mucho tiempo te vuelve loco. Ellos, lo más probable, pensarían en volver a reencontrase con su grupo una vez su pena hubiese acabado; y siento decir esto, pero de este reformatorio sales con dos opciones: si tienes familia, seguirás con tu familia y harás una vida normal olvidando esto; o, si nadie quiere apiadarse de ti, te unirás a una pandilla de delincuentes, harás un delito y si eres mayor de edad irás a la cárcel. La segunda opción era la que a mí me deparaba.

-Aquí no hay amigos. Lo mejor que haréis, tu amigo y tú, será ser uña y carne -aconsejé.

El rubio me miró apenado y asintió.

-Si no nos hubiésemos metido con Galatea, ahora no estaríamos aquí -imploró dolido.

-¿Metido? -rio Rafa -Fue racismo, o eso es lo que han llegado a mis oídos; pero tranquilo, peor fue lo de Eris -me miró sonriendo con malicia -mató a sus padres.

Lo miré de arriba a abajo con asco. No iba a volver a caer en su juego. Quería que le pegase pero no le iba a dar ese gusto.

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