-Hijo, quiero que sepas que siempre sere tu madre y no importa la edad que tengas siempre seras mi bebé-
Nunca imaginé que esas palabras serían nuestra regla de oro a mis once años de edad.
Yo crezco más cada día... pero ella sigue viéndome con los...
Mamá y yo nos encontrábamos en el pequeño balcón que tuvimos la suerte de tener en nuestro departamento de dos habitaciones en las afueras de la ciudad. La sala estaba conectada hacia el balcón y cuando hacía un buen clima con el cual hacía sentir que era un lugar con lujo; el lugar era especial. Un sitio en el cual nos sentimos afortunados, ya que la vista a lo lejos era bastante espectacular.
Mi mamá estaba sentada con una copa de vino blanco, era un trago que le gustaba bastante, y yo me encontraba sentado con un vaso de leche fría entre mis manos. Había sido un día de verano particular, pues habíamos asistido al bautizo del segundo hijo de mi tía. Su primer hijo contaba con dos años, su nombre era Tomás y se estaba convirtiendo en un buen amigo para mí. Se había desbocado a la mitad de la iglesia, algo que a mí me causo diversión, vi a muchos adultos tratando desesperadamente de no reír mientras gritaba palabras inapropiadas durante el sermón y mientras daban las bendiciones, para gran vergüenza de sus padres mientras ellos estaban de pie. En la fuente.
Por extraño que parezca, Tomás estaba vestido con un traje de una versión más pequeña que el mío. Me preguntaba si mi mamá y mi tía se habían puesto de acuerdo para ver qué es lo que nos pondríamos porque no creía que fuera coincidencia que tengamos el mismo traje de color azul. Los invitados decían que nos veíamos muy lindos. Sin embargo, ya que soy mayor que mi primo, los pantalones cortos que usábamos se veían más cortos en mí que los suyos en él, otro detallito a destacar el pañal que él usaba era visible arriba del pantalón, puesto que el pantalón se le había subido mientras corría alrededor de todos los invitados. En un momento logré que se calmara, pues logré que se sentara en mis rodillas para poder jugar *I-Spy* (yo espió).
Había un par de otros niños quienes estaban tratando de ignorarme a mí y a mi primo, quienes fuimos considerados como "raros" a diferencia de los otros niños que se encontraban en el lugar.
Mirando a través de los recuerdos que tenía de la reunión, recuerdo haber pensado en lo bonita que se veía mamá con su vestido azul oscuro. Siempre se veía bien, pero en esa compañía de gente bien vestida sentía que destacaba. Mamá mide un metro con ochenta y cinco centímetros de alto, tiene un cuerpo delgado y tiene el cabello marrón, largo y suavemente rizado. Se ve más joven que sus treinta y cuatro años.
Soy su único hijo; tengo once años (entenderán por qué se me ase vergonzoso tener que vestir igual que un niño que tiene diez años menos que yo) mido un metro y cuarenta centímetros, tengo el pelo de color marrón al igual que mi madre y tengo los ojos de color azul.
No podía dejar de pensar lo elegante que nos veíamos mi primo y yo juntos. Lo sé porque no paraban de decirme lo bien que me veía y que Tomás podría ser mi hermano pequeño por lo mucho que nos parecíamos.
De todos modos, en casa, sentados en nuestro pequeño balcón, escuchando música de fondo suavemente, mamá estaba sentada en un lado de la pequeña mesa y yo estaba en el otro bebiendo leche. Mamá siempre decía que, dado que yo podía servirme solo, podía escoger lo que quisiera y yo prefería la leche sacada de la nevera a cualquier otra bebida... incluso la Coca-Cola, que es mi segunda bebida favorita.
Nos pusimos cómodos, mientras contábamos los acontecimientos del día. Sin embargo, como era temprano en la noche cuando regresamos a casa, me había cambiado mi ropa a algo mucho más cómodo como lo era mi pijama de Spider-Man, mientras que mamá llevaba una camiseta y pantalones deportivos. Le estaba contando lo agradecidos que estaban mis tíos de que cuando entretuve a Tomás con algo que no fuera la interrupción total. Ella se rio al recordar una de las cosas que él había gritado mientras el sacerdote vertió un poco de agua bendita sobre la cabeza de su hermanita.
-¡No la mojes! -había gritado Tomás-, ella puede mojarse sola.
El lugar estalló en carcajadas.
Creo que lo que quería decir era obvio. Sin embargo, me di cuenta cuando el pequeño se sentó en mi regazo, que él también se encontraba bastante mojado, pero decidió esperar hasta después de la ceremonia para decirle a su madre.
A pesar de que estaba bien acolchado, logro filtrarse su pañal sobre mis pantalones cortos, así que al final, para mi vergüenza, los dos estábamos con los pantalones mojados. Los otros niños que nos habían estado evitando insistieron en que yo también me mojaba los pantalones y ninguna negación de mi parte parecía hacer alguna diferencia.
"Un par de bebés" era su opinión sobre mí y Tomás y estaba seguro de que el resto de la congregación opinaba lo mismo que ellos.
Había tenido una buena cantidad de accidentes en el pasado, pero ninguna en el día ase más de un año, pero esos "Amigos" y "Parientes" Tenían una buena memoria y pensaban que todavía era posible que me orinara.
De todos modos, lo extraño fue que, cuando mi tía se puso a cambiar a su hija y a mi primo todo empapado, pregunto si yo también necesitaba un cambiarme.
Estaba enojado por lo que mi tía insinuaba, pero mi mamá solo dijo que estaba bien (no me defendió), bueno, pensé que no, y eso me molesto un poco. Desafortunadamente, todo significó que mientras Tomás y su hermana usaban ropa limpia y seca, la mancha húmeda en mis pantalones cortos fue obvia durante el almuerzo del bautizo al que todos asistimos en casa de mi tía.
Recibí algunas miradas de lástima (y mamá también) y más de una persona me preguntó si necesitaba ayuda con un pañal limpio. No sé si se suponía que estaban bromeando, pero me enfurecí un poco porque mamá siempre me había enseñado a no ser irrespetuoso con los adultos; ellos no lo eran conmigo. Aun así, todo lo que pude hacer fue girar sobre mis talones y alejarme.
"¿Seguro que sabían que no llevaba pañal?"
De camino a casa, estaba algo de mal humor y le pregunté ¿por qué no me había ayudado y protegido?, pero simplemente dijo que no estaba segura de que yo no me hubiera mojado y que no quería avergonzarme más de lo que seguro ya estaba, haciendo un escándalo; incluso ella dijo: que yo lo había manejado muy bien... esto demostró que yo estaba creciendo... y estaba orgullosa de mí.
Entonces, para cuando llegamos a casa, estaba muy satisfecho conmigo mismo y feliz con la explicación de mamá... ella estaba orgullosa de mí.
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