Segunda Parte

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Me había peleado con mis padres, y pensar que hoy iba a ser un día espectacular. Sin embargo, todo se echó a perder en las primeras horas de la mañana. Sentía mi alma romperse en mil pedazos cuando mis padres me dijeron que ya no me amaban, que sus vidas habrían sido las mejores si nunca me hubieran tenido.

Pero peor fue este sentimiento cuando me acordé de que el día anterior, mis amigos de clase dejaron de hablarme de repente e incluso dejaron de siquiera mirarme o intercambiar sonrisas entre nosotros. Me sentía excluido de todos los grupos, como si fuera completamente invisible. ¿Qué fue lo que había hecho mal para que esto pasara? ¿Por qué estaba sucediendo?

Tampoco quise contar que, hace unos días, comencé a sentir algo extraño, algo nuevo en mi interior. Como si en este mundo, hubiera una persona para mí. Pero que todavía no lo había encontrado. Había decidido dejar de pensar en ello y haber tratado de olvidarme, pero la imagen de un chico castaño, al parecer un poco más mayor que yo, me perseguía cada noche. No era una pesadilla, estaba seguro, porque nunca me dijo nada, solo estaba ahí, sonriéndome con dulzura y sinceridad. La imagen de por sí ya es borrosa, y no recuerdo cómo eran sus ojos, solo había un lunar diminuto pero llamativo debajo de su ojo izquierdo.

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Hoy no había asistido a las clases, me daba igual que me pusieran ausencia, de todos modos, eso no cambiaría nada sobre mi situación. Salí de casa con mi mochila después de haber terminado de gritar y alzar la voz hacia mis progenitores, los que me cerraron la puerta en frente de mis narices nada más pasé por ella. El golpe resonó por todo el edificio, estaba seguro aparte de que fuera demasiado obvio.

A tropezones, llegué al ascensor y dejé que la puerta de metal se cerrara para acto seguido, pulsar el botón de la planta baja y salir a la calle. Me había limpiado las lágrimas mientras estaba entre esas paredes pequeñas, dentro de una caja metálica, pero eso no valió mucho la pena, pues mis ojos, nariz y los labios estaban terriblemente hinchadas y rojizas. Sin embargo, nadie preguntó por mí, como era de esperar.

Me dirigí al arroyo de debajo del puente, en donde las personas no solían pasar y me tumbé sobre el césped, todavía húmedo por el frío que hizo anoche. La sombra del puente que había encima mío me tapaba del sol de sobra, pero decidí estar más al borde para que me llegara el calor, pues era invierno y dejé mi abrigo en casa, en el perchero de detrás de la puerta, que no me dio tiempo a cogerla.

Sentía mis ojos secos; claro, he estado llorando durante bastante tiempo y ya había gastado todos mis pañuelos.

Los coches no dejaban de pasar por encima del puente, pero este estaba lo suficientemente alto como para no ser tan molesto oír el ruido de los motores de los vehículos.

Me senté en el lugar para contemplar lo poco que quedaba del paisaje natural en la ciudad. Una suave brisa se levantó, moviendo el agua del arroyo junto con el césped en el que descansaba. El viento era frío, golpeando mi cara, deshidratada por culpa de las lágrimas, saladas como el mar. Traté de despegar los hilos de pelo que se quedaron adheridos a mi frente, pero el viento hacía que esta volviera a aparecer en mi campo de visión. Me tumbé de nuevo para cerrar los ojos, pensando que así, la lucha entre el viento y mi cabello me molestaría menos.

Y fue ahí cuando lo sentí de nuevo, cerca. Una sensación parecida a como cuando por fin vuelves a ver a alguien con la que no pudiste contactar por demasiados años, una extraña mezcla entre la tristeza y la alegría, el miedo y las ganas, la inseguridad y la emoción. No sabía en dónde se encontraba, pero lo sentía cerca, casi como si estuviera detrás mía. Y así fue, alguien tocó mi hombro con delicadeza, cuya suavidad hizo que me conmoviera, pues nadie me trató así en todo lo que llevo en mis dieciséis años de vida.

Hwang & Lee || HYUNLIXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora