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El peruano miraba fijamente a un punto especifico, no decía nada, no hacia nada más que mirar a la nada.

Mientras era observado por las regiones, estaban muy preocupados, si la situación emocional de Perú no mejoraba la situación del país no iba a mejorar.

Durante el tiempo que estuvo con ellos intentaron animarlo de cualquier manera, intentaron devolver esa chispa que poseía el peruano, esa chispa que encantaba a todos y hacia a Perú único.

Pero cada intento siempre terminaba fallando, habían probado de todo, salidas, juegos, manualidades, música, pasatiempos, pero nada les servía. Ante cualquier cosa el omega siempre ponía su cara de desagrado y terminaba renegando y negándose a realizar la actividad, o si no, lo hacia a medias, pero se frustraba, rompía lo que había logrado y se iba a encerrar con una botella de pisco.

El centro de ayuda tampoco era una opción, el latino era muy terco y se negaba a recibir ayuda, además ya se había escapado de uno una vez, no era una opción.

—Yo no estoy loco, mejor llévenlo a ÉL, que si esta loco— respondió una vez cuando le ofrecieron ir con un psicólogo.

El alcohol se había vuelto enemigo publico de la casa y se evitaba comprar algo de el, pero no podían contra el peruano, que llevaba a escondidas unas cuantas botellas y las escondía en su cuarto, se encerraba y se hundía en el alcohol. Una rutina diaria que cansaba a todos en la casa, pero era lo que les tocaba vivir ahora.

Mientras que todo iba mal en la casa, en el territorio las cosas no estaban bien, estaba descontrolado.

Con la renuncia del presidente, la juramentación de la nueva presidenta, la población se descontento. Las marchas y ataques al gobierno empezaron, la violencia inundaba el territorio y las regiones ya no sabían como calmar a las multitudes. La casa se había vuelto un campo de batalla, se había formado una gran tensión por las diferentes maneras de ver de los chicos. 

Las regiones empezaron a dividirse y tolerarse menos, empezando a ayudar en las protestas, dejaron de buscar la tranquilidad, apoyando a los bloqueos de carreteras, sin saber que ellos mismos se estaban provocando un daño inmenso.

La comida y los recursos empezaron a escasear en algunas regiones y ellos en vez de rendirse y dejar pasar a los carros empezaron a culpar de todo a Lima.

—Eres un jodido traidor, todo esto es tu culpa— grito molesta la puneña acercandose peligrosamente a su hermano. 

—¿Yo? ¿Por que me culpas a mi? Si fueron ustedes los que eligieron a Castillo— 

—Pero fue tu culpa que lo vacaran—

—¿Mía? Acaso yo le dije que hiciera un golpe de estado, estaba en las reglas que si eso pasaba seria vacado—

—Él no hubiera tenido que dar el golpe si TU congreso lo hubiera dejado gobernar tranquilo—

—¿Qué no recuerdas que el los estaba dejando, no te acuerdas de las manifestaciones para que se fuera?— 

—¡Esto es tu culpa Lima!—

—Esto no es mi culpa—

—...¿Podrían callarse?—

—Papá...¿Cuando saliste?—

—Hace un rato, se acabo el alcohol y fui por más—

—Papá ya deberías dejar el alcohol te hace mal—

—¿Y que quieres que haga, que me ponga a discutir como ustedes? No gracias—

—Papá...—

—No tienes que hacer esto, te podemos ayudar, buscamos ayuda, vamos a un psicólogo, un psiquiatra—

Mi cuidador Usper Donde viven las historias. Descúbrelo ahora