Sendero

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Del bolsillo de Javi salieron dos cosas. Uno era un gel lubricante Durex. Lo otro era un vaginesil. ¿Por qué un gordo con más pluma que un pollo tenía esas dos cosas en los bolsillos? Pero la pregunta más importante era ¿por qué fue lo único que no se llevaron los leprosos de sus pertenencias dejándolo donde estaba? Charlie también se había quedado frío. Fue entonces cuando tuvo una idea y nos dijo a José y a mí "Puede que sirva de algo lo que lleva Javi en los bolsillos. En el sendero para subir al Teide hay una cabaña de madera donde la gente para a descansar. Si la memoria no me falla, en el ático de la cabaña vive una pitonisa que os puede ayudar. Yo puedo llevaros hasta el antiguo cráter, después tendréis que seguir a pie sin mí, pues debo volver al observatorio." "¿Y qué pasa con Javi?" Le pregunté. El doctor le echó un vistazo y dijo "Tendrá que estar aquí todo el día. Hay que hacerle pruebas." Dicho esto, nos dio una bolsa para guardar los dos objetos de Javi. Me fijé que era una bolsa de gormiti. "Perdonad por la infantilidad de la bolsa, pero los recortes en sanidad nos han quitado las bolsas propias del hospital y no tenemos más remedio que improvisar." Nos fuimos con Charlie a su casa para coger el coche. Me llamó la atención el paisaje. Justo encima de nosotros había unas nubes muy grandes que cubrían las casas de más arriba. La casa de Charlie estaba dos manzanas más abajo. Sacó el todoterreno y nos fuimos rumbo al Teide. Yo no dejaba de mirar el paisaje. A lo largo de la carretera había espárragos gigantes. Recordaba haberlos visto antes solo en una ocasión, había dos espárragos gigantes en una parcela junto a las naves de mi pueblo. De pronto, todo el paisaje se volvió de color blanco, y hasta pasados unos segundos no supe por qué. Habíamos atravesado las nubes que cubrían la zona y ahora estaban por debajo nuestra. Charlie nos explicó que debido a la presión las nubes no podían subir más, lo que dejaba el cielo despejado y no dejaban pasar la contaminación lumínica, lo cual era perfecto para el observatorio. También nos contó que a aquella capa de nubes le llamaban Panza Burro. Pasó una hora o más, y por fin llegamos a un claro donde acababa la carretera. "A partir de aquí tendréis que seguir solos. Yo volveré al observatorio y os recogeré sobre las ocho. Tendréis el tiempo justo para hablar con la pitonisa y volver." Nos dijo Charlie, y dicho esto se fue y nos dejó solos. Nosotros comenzamos a subir el Teide. Las coladas de lava más antiguas eran de un color rojizo. Las más nuevas eran de color negro como el carbón. José tenía cada vez peor cara. Se estaba volviendo pálido a medida que subíamos. De pronto, gritó "¡Ya no puedo más!¡Quédate ahí!" y salió corriendo hacia uno de los pocos arbustos que teníamos cerca.

Pasado perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora