Cap. 1

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- ¿Cómo se siente?

- Extraña, ha sido toda una sorpresa.

- Recuerde que estoy aquí para usted.

- Sí, lo sé. Gracias hijo.

- ¿Le comentará a mi papá sobre lo que sucedió?

- No, esto queda entre nosotros.

Mi mamá y yo estamos esperando al autobús para regresar a casa, habíamos ido a visitar a mis abuelos. Ellos viven lejos de nosotros, como unas ocho o nueve horas de viaje, por lo que no los vemos con mucha frecuencia. Este viaje se dio por mera casualidad.

Hace unas semanas finalicé uno de los ciclos de la carrera que estoy estudiando y la universidad nos da más de un mes de descanso a mi y mis compañeros. Entonces, como tengo tiempo libre, le comenté a mi madre si le gustaría hacer algo juntos.

La comunicación, mientras los años pasaban, ha ido mejorando. No recuerdo la última vez que me alzó la voz o intentó aleccionarme con un castigo, aunque también se debe a que he sabido comportarme.

Entonces, le propuse ir a hacer un tour a Machu Picchu, me dijo que era muy lejos y que no le apetecía. Yo no tenía un catálogo de a qué lugares ir, por lo que le pregunté si quería visitar a algún familiar.

Mis padres, por motivos de trabajo, se mudaron a Lima y aquí se conocieron e iniciaron una vida juntos. Sé que no es sencillo, irse de una casa y más cuando tienes una buena relación con tu familia.

Así que, mi madre se tomó varios días para decidir de a quién debíamos de visitar. Al final, me confirmó: A tu abuelo, él ya nos visitó y ahora nos toca ir a nosotros.

Planificamos todo lo necesario, y solamente viajamos mi madre y yo. El resto de mis hermanos y mi papá se quedaron en casa. Ellos tienen mucho que hacer, además, les dije que quería realizar esto solo con mi madre. Quiero tener más recuerdos de ella y yo.

Pasamos unos días en casa de mis abuelos, comimos varios platos tradicionales de por allí, se desvelaban conversando por las noches mientras bebían bebidas calientes por el frío mi madre y mis abuelos. Y entre muchas más actividades, hay una que me marcó muchísimo.

En el penúltimo día de estar en su casa, mi abuelo sacó de su armario un álbum de fotos y nos empezó a mostrar su contenido.

Yo no estuve muy interesado en lo que estaban viendo mis abuelos y mi madre, hasta que ella empezó a llorar. No logré distinguir entre alegría o tristeza. Esto es porque muy pocas veces he visto llorar a mi madre, es más, a mis padres.

Al acercarme, mi abuelo me miró y me dijo:

-Hijo, hay algo que nadie de tu familia sabe. Hemos estado guardando este secreto porque no queríamos lastimar a nadie.

-¿Qué sucede, abuelo?

- Tu madre, no es exactamente tu madre. Tu abuela dio a luz a dos hermosas niñas. Las amábamos tanto, eran nuestra mayor felicidad. Hasta que un día...

- ...

- Tuvimos un descuide, y una de ellas se asfixió mientras dormía. Nos dolió tanto porque era la que más queríamos entre las dos. Entonces, como no podíamos superar su muerte, tu madre fue su reemplazo.

-¿Qué? Entonces... /Miré a mi madre, y estaba llorando desconsoladamente. Corrí a abrazarla, mientras mi abuelo continuaba hablando/.

- Esa es la verdad, la verdad que nos castigó durante todos estos años, hija. Lo sentimos tanto.

No entendí cómo era posible todo esto, mi mamá estuvo llorando durante casi 10 minutos, hasta que paró. No quiso hablar con ellos esa noche, nos fuimos a un hotel. Mi mamá estaba descansando, cuando de pronto llama mi papá. Tuve que inventar una excusa, que mi mamá estaba cansada y que mañana temprano le llamaría...

Mamá e hijo, ¿Qué pasaría si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora