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¡Hola! ¿Qué haaayyyy?
Bienn, este es un one-shot participante en el Concurso Odisea 2022, es mi primera vez haciendo algo como esto y es un completo honor participar, estoy muy emocionada ヽ(✿゚▽゚)ノ
Si estás leyendo esto ahora, ¡te agradezco por acompañarme en este gran paso! ¡Espero que disfrutes la lectura (me esforcé mucho, lo prometo)! <3
Dios(a): Afrodita.
Fandom: Haikyuu!!
Palabras: 5972.•
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Sus primeros recuerdos son borrosos y distantes, como lo son la mayor parte de los más antiguos y preciados.
Hay personas que ya no reconoce, voces que no ha oído en muchísimo tiempo y lugares en los que no ha estado nunca (como el patio trasero de una casa cerca del campo, la terraza de una escuela secundaria, el gimnasio de un club de algún deporte que no conoce y los brazos de alguien cuya cara no puede ver).
Cuando da una mirada sobre el hombro, volteando la cabeza hacia el pasado, nunca puede decir con claridad de lo que se pierde; sin embargo, siempre puede cerrar los ojos y pasar cada memoria como un viejo reproductor de videos vetustos, con los bordes desdibujados y la nitidez atrofiada.
Entre todas esas instantáneas que giran en alguna parte de su consciencia, siempre hay una que sobresale entre todas, una que a veces salta a su mente sin su consentimiento, y que le deja una especie de vacío en alguna parte de su caja torácica; cosa que le parece extraña y siempre le hace creer que tiene que acudir a su cabina de recarga antes de la hora estimada.
El recuerdo en cuestión, es uno de esos que son lejanos, en el patio trasero de esa casa grande y cálida en la que se desarrollan varios otros acontecimientos parecidos. Cada vez que la imagen del pasto verde y los árboles esparcidos después de la cerca se cuela en su central de memoria, el sonido de las cigarras cantando en pleno verano y el olor de tierra y bosque parecen inundar sus sensores de reconocimiento externo; es inusual, mas no le genera aversión, sino curiosidad.
Le recuerda el ligero fervor del sol sobre su piel cuando todavía lograba calentarla, y a la emoción que le recorría saber lo que todas esas cosas (el pasto verde, el bosque vasto, las cigarras cantarinas, la luz del sol) significaban: Hajime.
—Oye, Iwa-chan.
Dos niños caminaban por el borde de un pequeño arroyo tranquilo en el claro del bosque cerca de la casa de Tooru al que a ambos les encantaba ir a jugar.
Hajime adoraba perseguir insectos, a los que atrapaba e inspeccionaba cuidadosamente de cerca antes de dejarlos libres en la orilla para luego obligar a Tooru a correr de regreso a su casa para que puedan investigar sobre un nuevo insecto del que él aseguraba que "¡Estoy seguro de que es uno muy raro, Oikawa! Si soy el primero en descubrir una nueva especie, ¡le podré poner el nombre que yo quiera!" a lo que él siempre le respondía "Lo sé, Iwa-chan, yo te dije eso, ¿recuerdas?, ¿cuando te dije que un día iba a descubrir una estrella—? ¡Espera, Iwa-chan, no corras!".
Tooru adoraba mirar a Hajime desde el suelo con los pies descalzos chapoteando en el agua, algunas veces negándose a tocar a los escarabajos, y otras veces ayudándole a pillar las mariposillas blancas. Él se mantenía sereno, mas nunca callado, siempre hablando sobre algo tonto para distraerse aunque no todo el tiempo recibiera una respuesta más allá de un gruñido y un asentimiento.
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Piedras alrededor del sol [iwaoi] | Concurso Odisea
Fiksi PenggemarEn alguna nave alejada de la mira terrestre, IWZM-425463 y OKW-86678 observan el inmenso vacío frente a ellos, un solo pensamiento girando alrededor de sus cabezas como la Tierra alrededor de su propio eje. El gran planeta azul extendiéndose justo f...