Capítulo 2

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Oí el golpe de la puerta y me levanté.

Sentí mi camino a lo largo de la pared y llegué a la puerta. Mis dedos se enredaron un poco girando el cierre antes de que pudiera abrir.

— ¿Louis? —le pregunto y escucho su risa de nuevo—. ¿Puedo tener tu mano? —le pregunto y sentí los dedos suaves siendo colocados en mi palma abierta.

Froté mis dedos sobre los suyos y fui memorizado como se sentía su mano.

Era tan pequeña, casi delicada, y la parte posterior de sus manos eran suaves, sus dedos eran largos y huesudos. No había ningún callo en las palmas de sus manos, sus uñas eran cortas.

— ¿Tocas el piano? —le pregunté y él quedó sin aliento.

— ¿Puedes leer mi mano?

—Es eso o que escribas mucho. Tus uñas son cortas —le expliqué y él hizo ese sonido en tono alto de entendimiento.

— ¿Por qué estás acariciando mi mano? —se preguntó.

—Estoy memorizando tu mano. De esa manera puedo confirmar que eres tú, de dos formas de la misma manera que una persona normal hace. Tu podrías oírme y luego verme pero yo no, así que puedo sentir tu mano y saber que eres tú. Te escucho y luego siento tus manos.

—Eso es genial —susurró—. Nunca habría pensado en eso.

—No tienes qué, no eres ciego —le dije y luego me hice a un lado—. Adelante —le oí seguir, se quitó los zapatos y caminó hacia Sally.

— ¡Oh! ¡Tu perra es tan linda! ¿Puedo acariciarla? —reí.

—Sí, cuando ella no me está guiando, ella está libre para amar —sus rodillas hicieron un ligero ruido sordo al caer al suelo para arrodillarse junto a Sally.

—Hola, chica. ¿Cuál es tu nombre? —su voz subió unas cuantas octavas por lo que era chirriante y adorable.

—Sally —contesté, caminando lentamente hacia adelante llegando a sentir dónde estaban en el suelo. Tan pronto como mis dedos rozaron su hombro él se puso de pie. — ¡Oh, lo siento! —lo sentí acomodarse de nuevo.

— ¡No te muevas! —exclamé, mi mano se deslizó de su hombro y me tropecé con él. Raspé mi rodilla con la mesa de café.

—Oh, dios mío, lo siento mucho.

—Louis, no digas lo siento. No te muevas, ¿ok? Puedo sentir donde estás una vez que me siente — le expliqué—. Nací ciego, Louis. Puedo manejarme a mí mismo —él dejó escapar un suspiro y luego tocó mi rodilla.

—Estás sangrando —dijo. Oí mi rodilla crujir, él la tocó suavemente—. Ahí.

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— ¿Siempre llevas banditas1 en tu bolsa? —le pregunté y él rió.

—Soy más viejo por eso estoy preparado —reí con él y toqué su hombro, llegué a su cuello y
luego quité mi mano.

— ¿Por qué no vienes conmigo a la cocina y te hago un café?

—Yo no tomo café, era para un amigo. Me encantaría un té sin embargo —Louis explicó con timidez. Sonreí, mirando hacia abajo.

—Ya vengo.

[1: Banditas: curitas o como le digan sus países, de eso que te pones cuando te haces una herida pequeña]

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Un rato después le llevé su té y él jadeó de gusto al probarlo. —Esta taza es tan linda —halagó, sonreí.

—Realmente no lo sé. Descríbela para mí —pedí.

—Tiene un gato en él y dice "Miau" en un lado. Es de un hermoso color azul como el océano. Es del tamaño perfecto y es tan suave —agarró mi mano y la pasó por un lado de la taza.

Asentí de acuerdo con él.

—No sé de qué colores hablas, pero que suena maravilloso —rió de nuevo apoyado en mí.

— ¿Qué esperas para abrazarme, Harry? —susurró, así que hice un bostezo falso y estiré mi brazo para ponerlo alrededor de sus hombros.

Era extraño, pero él deslizó su mano en la mía y ahí comencé a sentirlo. En una hora él había logrado averiguar que en primer lugar, yo no era irrompible y quería ser tratado como una persona normal, en segundo lugar eso fue lo más lejos de lo que había conseguido antes en una primera cita.

— ¿Cómo se sienten mis manos? —preguntó acariciando mis manos entre las suyas.

—Suaves y dulces. Tienes los dedos muy largos y no tienen callos —le dije, rió, se movió de nuevo y no estaba seguro de lo que estaba haciendo hasta que lo sentí apoyando su cabeza en mi hombro y su cabello cepillando contra mi cuello.

— ¿Tienes alguna película? —preguntó y asentí.

— ¿Qué quieres ver? —percibí algo que se sintió como él encogiéndose de hombros—. Louis, necesito una respuesta verbal.

—Cierto, lo siento, no lo sé. Lo que tengas está bien—respondió.

Me puse de pie y caminé hacia el estante donde estaban ubicadas las películas. Pasé los dedos con cuidado sobre los empaques de las películas, estaban marcadas con el lenguaje braille, el que usualmente utilizan las personas ciegas como yo, los grabé después de comprarlos. Necesitaba saber lo que eran.

—Eso es increíble —susurró Louis y me volteé hacia él.

—No hables tan bajo conmigo —dije y él dio un paso hacia atrás muy fuerte.

— ¡Lo siento! Voy a tratar de hablar más alto.

—Braille no es realmente tan sorprendente cuando lo has estado leyendo toda tu vida —saqué una película y él se quedó sin aliento.

— ¡Grease es mi favorita!

—Bueno, entonces podemos ver esta.

Ni siquiera se molestó cuando puse la opción de describir la película. Yo había tenido una novia antes que se negó a ver películas conmigo por eso.

— ¡Es muy molesto! ¡Ni siquiera se puede oír lo que dicen en el fondo! —ella se quejó y nos rendimos al final. Ella no era la correcta. Ella me llamó "raro" cuando sentí su mano.

Antes solo solían decirme, "Hey, ¿por qué necesitas mi mano?", Louis no era ninguna de esas cosas. Me dejó sentir su mano todo el tiempo que estuvimos juntos. Él entendió que necesitaba escuchar la película descrita y no se quejó. Era mejor que la mayoría de gente con la que había estado los últimos años. Louis parecía ser mucho mejor que la última novia con la que duré. Ella me trató como si fuera el premio de su caja de curiosidades. Louis parecía tratarme normal.

—Parece que estás pensando, Harry —dijo Louis.

—Estaba recordando el pasado —le dije. La película había terminado mucho más rápido de lo que esperaba. Era tiempo de despedirse.

—Así que esto es un adiós —dijo Louis—. Aunque no tiene por qué ser un adiós para siempre. De verdad lo disfruté.

—Yo lo disfruté también. Si me guías a tu mejilla podría darte un beso de despedida —su mano estaba de repente en mi cara y me acerqué más.

—Si te inclinas adelante te golpearé con mi mejilla —me dijo y apretó sus los labios contra la piel ligeramente espinosa de mi rostro.

—No te has afeitado en unos pocos días, hmm.

—Soy un vago, ¿qué puedo decir? —reí—. Te veré pronto —dije.

—Te llamaré —respondió, escuché sus pasos volverse más tranquilos mientras él recorría el pasillo y se iba

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