PAIRS | hwang hyunjin.

𝟎𝟖. la leyenda de la luna

-Feliz cumpleaños, pequeña diseñadora.- dijo Hyunjin, plantando un suave y pequeño beso en mi frente que nos dejó a todos sin palabras.

-Bueno tortolitos...¿Podemos empezar a comer ya?- remarcó Félix, rodando los ojos de forma irónica.

Minji tocó el suelo varias veces indicándome que me sentara y cuando lo hizo me dio un abrazo tan fuerte que casi me deja sin circulación. Me felicitó y me dejó libre. Después de que me cantaran cumpleaños feliz empecé a sentir lágrimas formándose en mis ojos. No. No lloraría ahí delante de todos. Que humillación. Peor hacía tanto tiempo que alguien se interesaba por mí de esta manera...tan honesta. Nunca lo quise admitir pero nunca mis amigas me vieron como una chica con personalidad y carácter. Siempre fui la segunda opción de todas. Era increíble ver lo que podía amar y lo poco que recibía a cambio. En mis relaciones fui manipulada de todas las formas. Sólo era un objeto más a los ojos de los hombres. Y definitivamente casi nadie me vio lo suficientemente interesante como para tenerme de novia. ¿Quién querría estar con esa chica que se iba y juntaba con todos? ¿Cómo alguien estaría de novia con esa chica que tenía padres divorciados y un hermanastro con pensamientos tan impuros? ¿Quién? Dime: ¿Quién?

-Eyyyy Jia. Tierra llamando a Jia. - mis pensamientos fueron interrumpidos por la grave voz de Félix. - No pienses tanto, ¿de acuerdo? Se te va a quemar la cabeza.

Me reí ante su comentario porque parecía que había leído mi mente. Aunque esos pensamientos malignos me acechaban constantemente parecía que, cuando estaba con ellos, mi mente se relajaba un poco. Solo hay que ver que soy amiga de dos hombres ahora. ¿Quién lo hubiera pensado? Debería estar orgullosa por lo que estoy consiguiendo y dejar de martillarme, aunque sea difícil.

Luego de un rato Félix y Minji se fueron a clases de la mano. Estreché mis ojos sospechosa. Esos dos estaban muy pegados últimamente. ¿Quizás se gustaban? Parezco una abuela. Igual son buenos amigos nada más. Me giré a ver a Hyunjin y me encontré con su mirada instintivamente. Estaba con los brazos y la espalda apoyados en el suelo pero tenía el torso ligeramente inclinado hacia arriba, dejándome ver un poco de su abdomen bajo. Me puse nerviosa cuando esa imagen de su espalda en la sala de prácticas divagó por mi mente. Alejé la vista de inmediato.

-¿Qué miras? ¿No tienes clase o qué? Deja de molestar.- dije rápidamente, obviamente tratando de excusar mi nerviosismo.

-¿Te estoy molestando de verdad?- dijo, acercándose peligrosamente a mí y apoyando sus manos a los lados de mi cadera. Me miró directamente y una pequeña sonrisilla socarrona se instaló en su rostro. Dios santo de mi vida. Este hombre sabía demasiado. Soplé su cara en un amago de apartarlo y lo conseguí. Se alejó riendo y acurrucó sus piernas entre sus brazos, apoyando la cabeza en sus rodillas.

Siempre que lo veía pensaba. ¿Cómo podía ser real? Tenía el pelo más sedoso y bonito del mundo. Sus facciones parecían creadas por los dioses. No sé, a veces pensaba que era todo imaginación mía pero no, era una persona real, física, y para añadirle más, era MI AMIGO.

-¡No tengo clase! Igualmente, aunque tuviese, me gusta pasar tiempo contigo.

Nos miramos un momento incrédulos y con una sonrisa. Solo si pudiera devolverle toda la felicidad que me ha traído...

[...]

-Definitivamente la espera ha sido recompensada. Eres una chica muy talentosa.- dijo mi profesora, admirando mi diseño.- Sé que tienes problemas con los plazos de entrega pero tienes que acostumbrarte a ello. Cuando te dediques a esto no habrá nadie que te diga lo que hacer pero toda tu fama se verá reflejada en lo que haces...

Mi profesora de confección era una de las mejores. Siempre que me veía mal se acercaba y me daba uno de sus sabios consejos de maestra. Había visto mi avance como ser humano desde ser una de las chicas del grupo más popular hasta estar completamente...sola. Siempre pensaba que ella era muy buena madre ya que le enseñaba todo tipo de cosas a sus hijos - según decía ella - aunque no tenía el tiempo que ella quisiese. De vez en cuando contaba anécdotas y aunque me daban ganas de dormir me gustaba escucharla.