CAPÍTULO 1: Un Dragón y Un León

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«Los dragones nacieron para volar entre los cielos, dueños y señores de los siete infiernos.»

Aegon capta la mirada del mayor de sus sobrinos, esos ojos le invitan a escabullirse de la aburrida y nefasta reunión. Le sonríe con discreción, asiente y le indica la puerta que podrían usar para saltarse tan fatal evento.

La fiesta tiene a señores de los siete reinos, el rey está muy ocupado para prestarle atención, su hermana mayor baila con su esposo Daemon, su madre discute algunas cosas con Halaena, su abuelo procuró hacer amistad con algunos invitados, su hermano Aemond parece pensar en las maneras de cobrar la deuda al segundo Strong mientras éste intenta esconderse. Y el resto, bueno, ellos no importan.

Jacaerys es el primero en levantarse, se acerca con cautela a la puerta que su tío le indicó, la abre y pasa al otro lado. Tendrá que esperar al mayor.

Aegon disimuladamente toma una botella de vino y la guarda entre su ropa, nada mejor que una noche acompañada de la bebida predilecta junto a su sobrino querido. Se levanta de su silla, nadie le presta atención, así que se dirige con velocidad a dónde el castaño ha desaparecido.

Cuando logra la misión con éxito siente que puede respirar nuevamente, sus pulmones toman todo el aire posible y lo suelta en una bella risa. Busca con la mirada a su menor, encontrandole a unos pasos de él.

No hay guardias, ni sirvientes, o siquiera ojos curiosos, sólo Jace y él. Su querido y adorado Jace.

Se acerca con alegría al hijo de su hermana, seguro es por la adrenalina del momento lo qué provoca lo siguiente, es tarde cuando se percata de lo qué pasó. Un beso fue depositado en la mejilla derecha de Jacaerys, lo ha besado.

Aegon adquiere un color carmesí en su rostro al darse cuenta de su accionar. ¿Jacaerys estará molesto? ¿Incómodo? Desea disculparse y decir que fue un impulso. Pero antes de hablar Jace sonríe y le toma la mano.

Ambos se miran por lo qué parece una eternidad. Apenas unas pocas luces los acompañan, ¿qué piensan? Solo los siete dioses lo saben.

—¿A dónde deseas ir, tío? —cuestiona Jace, aún observando el rostro de Aegon. El mayor es encantador.

—Te mostraré mi lugar favorito. —responde el de cabellos plateados. No hay razón lógica para llevarlo a su lugar seguro en los siete reinos, después de Sunfyre claramente. Pero desea compartir ese espacio con Jace.

Aegon conduce al chico, caminan un poco hasta hallar la pared correcta, el mayor presiona las piedras correctas y el pesado muro se mueve, dejando ver un pasillo detrás. Aegon sonríe e ingresa, atrayendo a Jace.

Giros, escaleras, algunas antorchas son parte del recorrido. Cuándo Aegon se detiene, Jace también lo hace. El mayor baja una pequeña palanca y nuevamente la piedra vuelve a moverse.

—Es mi escondite. —exclama el de cabellos claros. Lo jala para qué se adentre. Jace se siente fascinado por lo qué presencia.

Un árbol rodeado de agua cristalina, rubis y esmeraldas están bajo su tronco. Flores de diferentes colores dentro de aquel jardín. El pasto verde parece una ilusión pero es tan real. Luciérnagas bailando de un lugar a otro. La luna regala su luz y todo es aún más bello.

Jace siente que ha entrado a un paraíso, voltea a ver a su tío, éste lo mira con una gran sonrisa. Aegon parece feliz por la reacción de su sobrino.

Jardín de Sangre y EsmeraldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora