Amor no correspondido

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Historia ambientada en algún lugar del Este de la Tierra Media alrededor del año 2979 TA

Créditos: Inzilbeth

...

Aragorn se congeló. Un movimiento repentino le había llamado la atención. Algo, o alguien, se había deslizado detrás de la roca delante de él. Podría haber sido nada más siniestro que un pequeño antílope o una cabra o cualquiera de los extraños animales que habitaban estas tierras lejanas.

Pero no correría riesgos.

Lenta e imperceptiblemente, su mano se acercó hacia la empuñadura de su espada. Últimamente, ni siquiera para dormir, se desataba la vaina de la cintura. Desde que viajó tan lejos hacia el este, nunca pudo estar seguro de cuándo ocurriría el próximo intento de cortar la cabeza de su cuerpo. Le preocupaba que alguien, cualquiera, pudiera estar al acecho de su campamento porque creía estar en el lugar más remoto posible; no había nadie a leguas a la redonda. Había rastreado a fondo; incluso los espías de Sauron, no venían a este lugar desolado.

Se dirigía al sur, aventurándose en tierras aún más peligrosas e inhóspitas. Una batalla, con la posibilidad de lesiones y tan lejos de cualquier ayuda era algo de lo que podía prescindir. En silencio sacó su espada de su vaina y mantuvo la hoja baja, consciente de evitar que el sol de la mañana tocara la afilada superficie y lo delatara con su brillo. Apretó la mandíbula y, a regañadientes, enfocó su mente en la batalla, mientras en voz baja, maldecía su desgracia de que debía ocurrir una.

No necesitaba esta distracción. Ya estaba cansado de su misión y sólo deseaba completarla rápidamente para poder regresar a casa cuanto antes. Mientras vivía en Gondor, la camaradería que había disfrutado con sus compañeros soldados había mitigado su nostalgia, pero aquí, solo en un lugar tan hostil donde su propia supervivencia era una batalla constante e interminable, su anhelo por el Norte crecía con cada paso que daba más lejos de aquellos a quienes amaba. Incluso mientras dormía al parecer solo pensaba en su hogar, ya que la noche anterior sus sueños habían estado llenos de la música élfica más dulce y a la vez más triste que jamás había escuchado. Oh, lo que daría por una noche en el Salón de Fuego en este momento.

Aguzó el oído, pero no se oía ningún sonido. Ni siquiera había viento, solo una vasta y vacía superficie, aparentemente desprovista de toda vida. Sin embargo, había algo ahí fuera y cuanto más esperaba, más seguro estaba de que no era un animal. A medida que pasaban los minutos, con la espada ahora en la mano, se arriesgó a realizar un ligero movimiento. No pasó nada; ninguna flecha llegó silbando para atravesarlo. Observó y esperó un poco más; sus agudos ojos no se perdían de nada. Pasó el tiempo. El sol había salido completamente por encima del horizonte. Quería desesperadamente seguir su camino. Comenzó a preguntarse si tal vez había estado solo durante demasiado tiempo y ya estaba imaginando cosas.

De repente, una piedra cayó de la pared rocosa frente a él. Se estremeció cuando el sonido rompió el silencio, pero no hubo más movimiento y pronto se reanudó la espeluznante quietud. Aún así, esperó hasta que sus nervios quedaron a flor de piel y no pudo soportar más el suspenso. Salió de su escondite y saltó rápidamente por la ladera de la colina hacia el origen de donde había caído la piedra. Las rocas se movían ruidosamente bajo sus pies. Despreocupado, cargó hacia adelante, determinado a que lo que fuera o quienquiera que estuviera ahí se arrepintiera de haber provocado su ira.

De repente vio un destello gris cuando una figura alta y encapuchada se deslizó entre la grieta formada por dos grandes rocas. No podía haber ninguna duda ahora, alguien trataba de ocultar su presencia en las rocas de arriba. Aún así, los esfuerzos del intruso estaban condenados; Aragorn no era el gran cazador en el que se había convertido debido a la simple suerte. Demasiado tarde, la figura trató de evadirlo y, como un relámpago, Aragorn estuvo frente a la grieta, y se zambulló en el estrecho espacio. Una luz aguda y mortal, brilló en sus ojos cuando se enfrentó a su presa. La figura no levantó un arma, y en un instante, Aragorn lo arrastró fuera de su escondite y lo estrelló contra la roca, con la espada peligrosamente cerca de la garganta de su prisionero.

Amor no correspondidoWhere stories live. Discover now