Parte tres.

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Había pasado un tiempo desde aquella primera noche borrosa. Esa ocasión, tanto Felix como Chan bailaban al ritmo de la estruendosa música con total euforia, a pesar de que no conocían ni la mitad de las canciones seleccionadas por el DJ. Ambos levantaban los brazos al cielo una y otra vez, mientras se dejaban empapar por el sudor. Cada tanto, se chocaban con la gente próxima a ellos, pero esto poco les importaba. Tampoco les molestaban demasiado las náuseas que se producían cada cierto momento como cada vez que se drogaban, ya que, unas horas más tarde de su primera dosis, siempre se las ingeniaban para conseguir dos nuevas mitades de aquella mágica píldora. De tanto en tanto, probaban composiciones diferentes, como el GHB o la metanfetamina, pero algo los hacía regresar siempre al éxtasis. Al parecer, sus cuerpos se habían acostumbrado bastante bien a la fascinante revolución de sensaciones, por lo que no solían dudar en elegir esta droga por sobre las demás.

Llegó un punto en el que la pista se sintió vacía y fue recién ahí que los dos amigos cayeron en que la fiesta había llegado a su fin. A ambos les pareció injusto, porque aún tenían muchísima energía por despilfarrar. Y estaban listos para agregarle horas a la noche que ya se había acabado.

Entre risas, se tomaron un taxi con dirección al departamento de Chan. Por más que vivían en la misma cuadra, Felix siempre lograba convencer a su amigo de dormir en su lugar, aunque esto nunca molestaba realmente al mayor de los dos.

La situación en la parte trasera del vehículo se volvió extraña. Luego de aquel ambiente de broma, sus manos se pusieron inquietas. Viajaban entre sus cabellos y sus brazos, hasta que bajaron a sus piernas. Primero, apretaban tímidamente las rodillas del otro; finalmente, se acariciaban sus muslos con suma picardía. Las risas fueron reemplazadas por suspiros cada vez más pesados, a tal punto que el taxista, atento a que no vomitaran sobre la alfombra que cubría el piso del automóvil, necesitó desviar la mirada del retrovisor para apurar su paso. No mucho después, llegaron a destino y Felix prácticamente lanzó dos billetes para pagar por aquel aventón. El chofer no presentó queja alguna y permitió que los dos jóvenes abandonaran el vehículo, sin siquiera preocuparse sí había recibido la suma correcta de dinero.

Chan utilizó la tarjeta magnética para abrir la puerta del edificio y la empujó para correr al elevador de la mano de Felix. Apenas las puertas se abrieron, Felix empujó contra el espejo de aquel cubículo a su mayor para buscarle los labios y atacarlos con desesperación. Chan se las ingenió para presionar el botón correspondiente a su piso; luego, tomó de ambos glúteos al contrario para pegarlo a sí mismo y devorar su boca de igual forma. Ese era su primer beso.

No mucho después, llegaron al piso indicado y a tropezones, egresaron del elevador con destino al portal del departamento de Chan. Se mordían los labios con hambre, mientras el dueño de la casa ingresaba la contraseña para así abrir su puerta con cierta dificultad. Casi más casi se cayeron al suelo al adentrarse en el hogar y fue Felix quien cerró la puerta de una pantalla. Ahora que habían probado la boca del otro, simplemente no podían romper el contacto, como sí el nuevo sabor experimentado fuera mejor que el del mismo éxtasis.

Chan arrastró consigo a Felix y no dudó en lanzarlo a su cama apenas llegaron a su habitación. El más bajo de ambos se echó a reír estruendosamente al rebotar en el colchón, lo cual contagió al otro, mientras acomodaba las rodillas alrededor de las caderas del muchacho igual de drogado que él.

一Ah, hombre. 一balbuceó Felix, mientras alzaba la pelvis y la chocaba contra la ajena una y otra vez一. Estás más duro que cuando te veo en las mañanas.

Chan intentó enfocar la mirada en su mejor amigo. Dios, estaba demasiado fuera de sí.

一¿Me espías mientras duermo?

一Es mejor que ver Animal Planet. 一Felix se encogió de hombros y con muchísima audacia, desabotonó los pantalones ajenos para así colar la mano debajo de la ropa interior一. Muchísimo mejor.

Chan gimió de pura satisfacción. El mundo le daba vueltas, pero la excitación lo mantenía entero de algún modo. Tenía los sentidos alborotados y a la vez, mucho más receptivos que nunca. Con una urgencia inexplicable, tomó las orillas de la camiseta ajena y la subió hasta poder removerla toscamente.

Felix detuvo la risa en seco cuando Chan se hundió en su cuello. Esta vez, fue él quien gimió. Entonces se entregó totalmente a aquel arrebato de pasión, ya que lo bueno recién estaba comenzando.

manejado ━━ chanlix.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora