Sentimientos de Akaza

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Tras la charla anterior que les tomó mucho más tiempo de los esperado, fueron en un silencioso viaje a la mansión donde se hospedaba la rubia para dejar a los padres de las dos hermanas flameantes y se acoplasen en ella. Y es que era un grupo muy grande quienes salían del auto de Ben para entrar a la morada entre tropezones, a lo mucho le dio tiempo a la rubia a mustiar un leve gracias al señor que los trajo con mucha pena y honra, por ende, fue de las últimas en entrar a la casa con mucho apuro, y le encontró, sentado en un sofá, calmado y con suma elegancia tomando su café cargado penetrándola con aquella mirada tan dura si hablamos de un aspecto exteriorizado, pero que en el fondo de sus turquesas iris, era blando y débil. 

El pelinegro sintió una presencia conocida, no extraña o ajena como el del grupo que estaban plantados a un espacio considerable… Su aura era lo llamativo, alegre y bonita, claro, era Zenko, parada con su aliento sostenido. 

—¿Um?... —Corta el silencio, suelta el café, sus ojos tantean hacia esa chica que robaba suspiros, recuerda su formalidad y al no tener respuesta, habla:—Hola, buenas tardes.

Y por fin lo soltó, acompañado de una risilla muy pequeña y dulce, que contrastaba con el sabor amargo que el contrario poseía en su boca. 

—Hola, Kai.

Pero si se supone que la compañía mutua que tenían era común, aún un simple saludo les recordaba de cuán confusos están, respecto el sentimiento que luchaba entre hermandad contra amor. Sin embargo su ambiente fue explotado por las dos hijas flameantes que saludaron cordialmente demostrando su lamento por las molestias.

—No se preocupen, esta ahora es su casa también. —Respondió entrecerrando los ojos y dando un último sorbo al contenido, un último pedacito de la risueña Zenko.

Kyoyu en respuesta se puso derecha y firme, hablando por las dos, expresaba su profundo agradecimiento por la estancia en el hogar, y se regocijaban por ello por la suerte que les acompañaba por el recorrido de su vida. Mas fue interrumpida en medio de su discurso, fue ella, la que robaba alientos al serio del pelinegro, dijese ella: “Y no sólo ustedes se quedarán, Gen y Mui también vivirán aquí”.

El café que afortunadamente había traspasado el esófago evitó que fuese escupido por la sorpresa no tan sorpresa, pensando a sus adentros un lamentero y abatido —fingido— Kaigaku “¿Cómo dejé que me convenciera?”. Buen hombre era, pues echar culpa a su seducción sería muy irrespetuoso,  y se avergonzó de sí mismo sin saber dónde meter la cara, aunque tuviese que ser descubierto en breve por Gyuutaro, que le saludó.

—Hombre, Kaigaku. —Meneó su mano. —Cuánto tiempo sin verte…

Medio confundido giró hacia la voz, por dicha casualidad tan inesperada. —¿Chicos? —Sin creérselo del todo, dejó las cosas en su mesita para poner toda la atención en él. —Ustedes… ¿Son los amigos de Zenko? — Titubeaba a medias.

Y quien respondió fue Daki, que cruzándose de brazos, hizo de su presencia mucho más potente: —Efectivamente, mi querido amigo.

—¿Por qué ya no vas presencialmente a clases? —Ahora atacó Douma, que dudoso se acercaba levemente a él. Ante una pregunta tan personal, se acomodó un poco.

—Tengo… Una empresa que dirigir. —Y cortó su respuesta bajo la atenta mirada de todos los presentes en la sala, sobre todo el de la muchachita rubia que un poco apartada sólo reposaba sus ojos ámbar en Kaigaku. 

Que por cierto, se levantó con pesadez para arrastrar los pies con un cuarto de molestia y tres cuartos de extrañeza, porque todo fue repentino y sin antelaciones, sobre todo las preguntas que seguían siendo persistentes, y sin darse cuenta a quiénes daba la espalda, la joven rubia replicaba.

꧁𝒫ℯ𝓇𝒹ℴ𝓃𝒶𝓇 𝒩ℴ ℰ𝓈𝓉𝒶 ℰ𝓃 ℳ𝒾𝓈 𝒫𝓁𝒶𝓃ℯ𝓈 ꧂(Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora