Los rayos del sol, sumado a su ademán de iluminar constantemente los largos senderos del bosque cubiertos por la corteza de la madera y grupos de hojas que se jactaban vívidamente orgullosas sobre las copas de los árboles, reflejaban un calor violento.
Un notorio hilo formado por una larga corriente de agua se trasladaba constantemente al unísono del viento mientras peces saltaban con grata emoción como si hubiesen sobrevivido a un destino fatal.
El héroe de pálida coraza, vuelto a la vida nuevamente, recorría sin rumbo concreto admirando tenazmente los milagros de la vida. Creía firmemente que no existía signo más puro e impetuoso de la gracia del creador que aquellos enormes titanes catalogados como montañas, grandes terrenales brillantes denominados como polos, volcanes poderosos, ávidas arboledas, misteriosas junglas, ríos y mares merecedores de las más altas alabanzas que conformaban el ciclo conocido como naturaleza.
Siendo testigo y analítico de todas aquellas funciones que hasta el insecto más pequeño desempeñaban en un amplio ecosistema, el heroico sirviente del señor no podía perdonar la existencia de los entes infernales que apeligraban tal perfecto balance.
Su última lucha, hacía ya dos días, logró dejarlo en un amplio estado de fatiga, más los datos recopilados en dicho combate no pasaron desapercibos ante el cerebro del valeroso defensor de la paz. Realizando una comparativa en su amplio catálogo de un demonio encontrado desde el comienzo de su aventura, consiguió comprender que dichos seres eran incapaces de anticipar el ataque del enemigo; en otras palabras, no eran disciplinados en las artes de la guerra y batalla, lo que le otorgaba, gracias a su amplio conocimiento de ambas materias, una mordaz ventaja sobre los malvados.
Prosiguiendo su caminata al costado de la corriente fluyente de agua, a lo lejos captó la estadía de un horroroso ser que perturbaba la bella imagen.
Frente a un hueco en la tierra toscamente formado con ramas y hojas expuestas a forma de fortaleza, un ser de eterno terror observaba a sus alrededores con engreído porte. El hombre nunca había visto nada tan horroroso; aquella criatura parecía estar formada con partes de un sinfín de animales. Poseía características de mamíferos que de forma ordinaria intentaban mimetizarse junto a su parte más anfibia, sus cuencas oscuras y el pelaje a su alrededor, sumado a su ángulo, hacían parecer a su rostro como el de una bestia cuya meta en la vida es manifestar un odio inverosímil, y su hocico, el cual desde ciertos lados demostraba un símil perturbable al de una sonrisa maldita, se burlaba del ambiente transmitiendo un malvado mensaje en el que afirmaba ser capaz de destrozarlo todo en caso de ser poseído por tal ambición.
Era claro que tal criatura no podría ser el deseo de la gracia del señor.
Siendo invadido por las insuperables ansias de cumplir su deber en esta guerra, el humano sacó su espada y metódicamente corrió hacia el despreciable ser, nuevamente jurando que no permitiría a ningún ente del mal perturbar la paz deseaba.
A tres pasos del demonio, el hombre en protección de metal lanzó, calculando los futuros movimientos de su adversario, una fuerte estocada la cual terminó fallando, dejando atónito al hombre. Era la primera vez que otro ser predecía sus movimientos, pero no se rindió.
Con vigor renovado, lanzó uno, luego dos, y finalmente otro número incalculable de ataques continuos, los cuales ninguno lograba conectar. No importaba qué tanto analizara los futuros movimientos de la criatura, nada cuadraba a la realidad que se le presentaba.
El calor del ambiente –el cual solo aumentaba cuando los cálidos rayos alcanzaban su coraza de metal- también contribuía a la hora de mermar su fuerza; el sudor caía como tormenta entre las cavidades de su casco.
En medio de aquella batalla, la cual fácilmente tomaba el puesto de la más difícil de su vida, lo comprendió. Dicha lucha estaba lejos de terminar.
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Rodeado por las infinitas nubes, el primer ángel finamente había cerrado su trigésimo primer ojo, el cual le permitía ser testigo de los eventos de las tierras del oriente. Durante veintidós horas seguidas, el primer celestial fue testigo de las conflictivas diplomáticas de las islas del este, las cuales afortunadamente terminaron en tregua y prácticas de la paz.
Los ángeles no poseían un horario laboral ni tarea específica, sin embargo era lo usual el preocuparse por las desdichas mortales y monitorear a la humanidad en búsqueda de guiarlos en los momentos más duros.
El conflicto mencionado había tomado gran parte de la preocupación del ángel, quien también se creía en deber de ser testigo de las aventuras de la noble alma en búsqueda de terminar la guerra contra Sceleratus. A pesar de ello, la existencia de miles de ojos no sintió preocupación. Aunque era consciente de sus dudas con respecto a antiguos eventos que rodeaban al elegido, aún poseía entera confianza en sus capacidades, sentía que no hacerlo sería un pecado, y nadie en el cielo era pecador.
Levantando su tercera ala, deformó un puñado de nubes las cuales formaron un vórtice el cual poco a poco se expandió hasta formar un círculo. Finalmente, una neblina lentamente formó una imagen, y con dos mil de sus ojos, el hijo primero vislumbró al electo otorgando numerosos y pensados ataques en una sucesión impecable que demostraba su cultura guerrera.
A pesar de ello, un detalle logró dejarlo con dudas. Los ángeles no eran seres omnipotentes, ni mucho menos omniscientes. Claro, poseían capacidades que otorgaban la habilidad de observar largas distancias. Esto, desafortunadamente, era el producto de un esfuerzo espiritual y no acciones causadas naturalmente por su mera existencia. Dicha situación llevaba a no ser capaz de entender algunas actitudes que los humanos podían tomar.
Dando esencial insistencia a su más presuntuosa incógnita, se preguntó por qué aquel noble hombre se encontraba enseñando una bella danza de espadas a un ornitorrinco quieto como una estatua que observaba al humano sin comprender el motivo de tal extraño ritual.
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Magnificentes
HumorEl valeroso paladín, elegido por los cielos, es enviado por el primer ángel a cumplir una ardua tarea que lo llevará a luchar contra los eventos más catastróficos... o al menos para sí mismo. Un ángel que duda de su propósito, un caballero inútil, u...