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— El nunca te volverá a amar como tu  —se dijo a si mismo mientras miraba con tristeza los pétalos blancos en sus manos.

Lagrimas gruesas escapaban de sus ojos y se resigno a morir ahí mismo.

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Las relaciones normales comienzan de manera tímida. Conocerse, hablar, amar. El y Ran se saltaron todos esos pasos llegando a lo pasional e impuro. Y Rindou cree que eso estaba bien, después de todo ellos siempre que querían algo, lo querían a gran medida. Amar de la manera mas exigente los mantenía en sintonía, la emoción del primer beso aplacada por la emoción de sentir la electricidad recorrer su cuerpo en el acto, la emoción de darse la mano reemplazada por la emoción de su primer orgasmo.

Todas esas sensaciones en ellos y para ellos, solo ellos dos.

Entonces nunca dudo del amor que Ran profesaba por el, ni por lo mal vista socialmente, pues a propias palabras de Ran el estaba enfermamente enamorado y nunca lo desplazaría. 

Ran decía amarlo tanto que dolía, y Rindou se emocionaba al saber que no era el único con esa sensación. Con ese amor tan arraigado que al veces dolía pero no enfermaba. 

Triste el día que despertó solo en su habitación. Con marcas de un amor pasional pero nauseas fantasmales de un amor que nunca existió. Que dejo de ser amado hace mucho, y que el hombre que lo besaba todas las noches había pasado de el.

— Es Hanahaki disease o popularmente conocida como la enfermedad de las flores —dijo el doctor, Rindou ya lo sabia, inultamente había ido al doctor empujado por cierto pelirosa que al enterarse insistió— ¿Cuánto tiempo lleva con los síntomas?

Pregunto con preocupación y Rindou no quiso responder.

— Lleva un año así —aseguro Sanzu que sostenía la mano del mayor. Este refunfuño ante lo dicho, pero el pelirosa le regaño con la mirada.

— Eso, eso es mucho —dijo acomodando sus lentes— ¿podría hacer un análisis mas profundo?

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Orquídeas de las mas bonitas que vio floreciendo en sus pulmones, sonrió con ironía mientras Sanzu parloteaba a su lado sobre lo que debería hacer. 

Como si fuera tan fácil. pensó.

— ¿Qué piensas hacer? —Rindou lo miro, "nada" quería decir pero no quería preocupar al chico.

— Hablare con el —Sanzu entrecerró los ojos desconfiado pero asintió. 

— Es una mierda esa enfermedad —dijo prendiendo un cigarro— morir por no ser amado, que estupidez, ¿no?

Rindou asintió, notando que estaban en puertas de su departamento.

— Llámame cuando termines de hablar con el idiota, por favor —le dijo antes de despedirse con una seña.

Esa noche no hablo con Ran sobre ello, ni la siguiente a esa, ni la siguiente a aquella. Cada que lo miraba a su lado se auto engañaba de aquello. ¿Y si el mismo era el que se enamoro de otra persona y por eso sufría esa enfermedad?

Se mintió tanto tiempo que las orquídeas blancas se tiñeron de rojo, del rojo de su sangre y los tallos comenzaron a brotar con fuerza. 

Tanto que la ultima vez que beso a Ran huyo al baño, sintiendo las ganas de vomitar nuevamente, y lo hizo.

— ¿Rindou? —dijo el mayor acercándose al chico, arrodillado y con la cabeza dentro del retrete, se acerco tan solo unos pasos y sus ojos se agrandaron. 

Eran flores. 

Rindou escucho los pasos de Ran alejarse, la puerta ser abierta y cerrada con fuerza. Esa noche la paso solo, otra vez. Llorando y llamando a Ran.

Suplicando.

La mañana siguiente Ran volvió, no se hablo de ello y Rindou sabia que estaba condenado. 

Se pasaron toda la tarde recostados y hablando mientras mimos eran repartidos entre ellos, tan familiar y cálido que Rindou se atrevió a preguntar— ¿Sigues amándome tanto que duele? 

Ran acaricio sus mejillas, y le dio un beso tras otro, subiendo la intensidad y dejando al menor debajo suyo. Esa noche fue especial para Rindou, pero Ran nunca respondió.

Ese día paso toda la madrugada en el baño, vomitando sin cesar mientras Ran solo lo miraba con culpa. Pero estaba bien. 

Siempre estaría bien si estaban juntos. 

O eso pensó.

Las cosas escalarían rápido, lo sabia y asumía que aquella aventura que llevaba oculta un buen tiempo se hartaría de eso, ser una aventura, así que aun con sorpresa recibió a Ran en aquel restaurante.

— Ese es todo el dinero, opérate y olvídalo —le dijo con frialdad, Rindou miraba el dinero frente suyo y miraba a Ran quien sin un ápice de culpa se levanto de su sitio— Esto es lo mejor para ti Rindou y lo sabes. 

No dijo nada, tomo el dinero y asintió en silencio. 

¿Es que acaso su amor era tanto que se consumió?, se preguntaba caminando a casa, llorar ya no servía, el dolor se intensificaba y se sentía desfallecer ahí mismo. Volteo con esperanzas de ver a Ran pero este iba en dirección contraria a la suya. Ya no servía mentir.

— El nunca te volverá a amar como tu —se dijo a si mismo mientras miraba con tristeza los pétalos blancos en sus manos. 

Lagrimas gruesas escapaban de sus ojos y se resigno a morir ahí mismo.











hanahaki disease ; Haitanicest / RinzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora