Entre más lejos, más cerca.

132 12 12
                                    


La boca seca, el cuerpo pesado, más un dolor de cabeza generalizado despertaron a Takeomi. Estaba en una cama pequeña, que extrañamente no se le hacía incómoda, y el ventilador en el cielo giraba sin prisa. Intentó reconocer aquel lugar, pero la cómoda rústica, sobre la que descansaba una escultura que parecía una pantera negra, pero alargada, no se le hacía para nada conocida. Cuando se incorporó en la cama se dio cuenta de que había estado cubierto por una frazada liviana, y la luz, gracias a la cual podía ver todo, provenía de una ventana a su izquierda, ésta tenía las cortinas corridas y a través de ella se podía ver un campo enorme y frondoso de árboles. Se sentó, quedando de frente a esa ventana no muy grande. Se tocó la cabeza por la nuca y recordó lo sucedido la noche anterior, lo último que recordaba era haber ido caminando hacia el apartamento de Hoshi, luego todo se borraba. observó la puerta, al lado de la cómoda y se levantó algo mareado, pero era peor la sensación de la boca seca. Intentó abrir sin éxito, estaba cerrada por fuera.

-¿¡Hm!? -Miró hacia la ventana, buscando la forma de salir de ahí, pero la ventana estaba protegida con gruesos barrotes de fierro en su exterior. -Mierda-. Se quedó un momento apoyado en aquel mueble, para luego investigar qué había en los cajones, pero no encontró nada.

Sin poder estar mucho tiempo quieto ante su situación, revisó los bolsillos de su pantalón, estaban vacíos. Sospechó que finalmente había sido pillado por Kakucho y casi aceptaba su destino. Se asomó a la ventana para ver lo que más pudo del paisaje que le rodeaba, solo vio árboles y algún que otro pajarillo. La desesperanza momentánea le llevó a meter nuevamente las manos en los bolsillos, como si buscara algo, en realidad tenía ansias de fumar. Volvió a la puerta y trató de abrir, un poco más desesperado, pero no cedía así que esperó un momento sentado en la cama, pensando en la manera de salir.

Al cabo de diez minutos se escuchó que alguien metía una llave en el cerrojo de la puerta y ésta se abría. Takeomi se puso de pie, preparado para cualquier cosa, aunque quizás sus puños no le hubiesen servido de mucho si se trataba de alguien armado. Para su fortuna, ese no fue el caso; quien entró era una mujer, aparentemente de unos treinta y cinco años, vestida sobriamente.

-Buen día, Akashi. -dijo con voz tranquila, mientras metía en la habitación una bandeja con un desayuno contundente.

-¿Qué... qué es esto? ¿Quién eres tú?

-Puedes llamarme Kiru. No estoy autorizada a darte información, solo puedo traerte alimento y si intentas algo contra mí, hay seis hombres rodeando este lugar que tienen la orden de no dejarte escapar aunque tengan que matarte.

-¡¿Qué?! ¿Acaso Kakucho me va a torturar encerrándome aquí?

-¡Ah! lo había olvidado, también me pidieron que te trajera esto. -La mujer sacó del bolsillo de su delantal blanco una cajetilla de cigarrillos y un encendedor, dejando todo sobre la cómoda, al lado de la escultura.

-Está bien, no me dirás nada... pero... ¿al menos podrías indicarme dónde está el baño?

-Esa puerta que parece un closet, es un baño. Adiós. -Salió ella cerrando con llave nuevamente. Akashi miró los platos, todo se veía bueno, pero pensó que quizás hasta podrían envenenarlo, por lo que no quiso probar nada en ese momento. Abrió la puerta de ese supuesto closet y efectivamente, era un baño, hasta tenía una ducha pequeña, pero tenía el mismo problema del principio; no tenía ropa para cambiarse, y eso para él era casi lo mismo que no bañarse. Bebió agua del grifo hasta no querer más y volvió a la habitación, mirando nuevamente los alimentos para probar un poco de arroz, luego miró los cigarrillos, la cajetilla estaba bien cerrada, nueva, así que sacó uno y lo fumó al lado de la ventana, como si se hubiera acostumbrado a aquello.

Takeomi Akashi -  28 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora